«No nos planteamos si es posible. Lo que sabemos es que es necesario». Así de tajante se muestra Pepi Costa, presidenta de la Federació d'Associacions de Pares d'Alumnes (FAPA) de Ibiza cuando habla sobre el pacto educativo. Es una de las integrantes en las Pitiusas de Illes per un Pacte, plataforma en la que están representadas todas las islas, que lleva desde agosto de 2014 luchando por conseguir un consenso en la enseñanza y que el 1 de marzo recibirá uno de los Premis Ramon Llull del Govern balear. Algunos de los representantes pitiusos de este movimiento admiten que al enterarse de la concesión del galardón, además de la alegría, pensaron: «Menos premios y más ir al grano».

«Está muy bien el reconocimiento. Es fantástico. Pero si esto no llega a un acuerdo en el Parlament, se quedará en nada», apunta Ernesto Olariaga, de la Associació de Directors de Secundària, que destaca que en estos momentos conseguir el ansiado pacto educativo depende de los políticos. «De que apuesten por esto», abunda.

Apunto del consenso

Todos destacan que si los colectivos de la comunidad educativa (docentes, familias, alumnos, inspectores...) han podido encontrar un punto de acuerdo, también deberían lograrlo los partidos. El problema, consideran, es que se sigue utilizando la enseñanza como arma política. «Estuvo a punto de conseguirse un consenso de mínimos cuando el ministro de Educación era Gabilondo», apunta Olariaga.

«Es más fácil lograrlo en Balears que a nivel estatal», opina Joan Amorós, profesor integrante de Pitiusas per l'Acord Educatiu, que recalca que alcanzar esta meta sería algo «histórico». Recuerda todo el trabajo que han supuesto estos años de lucha por el consenso educativo, una lucha que surgió durante la «polémica legislatura» presidida por el popular José Ramon Bauzá, un momento en el que desde todas las islas sintieron la necesidad de actuar. En Ibiza se creó Pitiusas per l'Acord Educatiu poco antes de que surgiera Illes per un Pacte, al que rápidamente se sumaron al ver que iba en la misma dirección.

Amorós y Costa aún recuerdan la primera reunión a la que acudieron, en Menorca, donde había representación de todas las islas. Ya en aquel momento vieron que llegar a un acuerdo, si bien no sería fácil, sería posible. Con compromiso y, sobre todo, cediendo en algunas cosas, como destaca Amorós. «Somos cuatro islas, cada una con unas condiciones y una realidad diferente», indica. De hecho, destacan que Illes per un Pacte les ha ayudado a ser conscientes de que cada isla tiene unas necesidades diferentes: «En Ibiza hay unas deficiencias importantes que no son las mismas que las de Menorca. En Mallorca, por ejemplo, la escuela concertada tiene mucho protagonismo y hay que tenerla en cuenta a la hora de lograr un consenso porque sin ella, sólo con la enseñanza pública, no se podría acoger a todos los alumnos», comenta Costa. «Cada isla es un micromundo, una minisociedad que tiene que estar incluida y representada», apunta Amorós.

Alumnos y familias

Y no sólo las islas, también todos los colectivos de la enseñanza. «Se pusieron en contacto con nosotros», recuerda Toni Escandell, de la Associació d'Estudiants. No es fácil. Los más mayores, como Toni, están en Bachillerato, centrados en preparar la Selectividad. Los más jóvenes, los que llegan a los institutos con doce o trece años «aún son niños», señala Costa.

Lo mismo ocurre con las familias. «Es faena», recalca Costa. «Hay que ir a Palma, a los consells escolars, a reuniones, estar al tanto...», comenta la representante de los padres, que opina que en los institutos deberían promover más la participación de los estudiantes. Escandell denuncia que los alumnos son, en último término, los más afectados por la falta de un consenso en la educación: «Este año, por ejemplo, los profesores no tienen claro cómo va a ser la Selectividad. Es un caos».

Todos hacen hincapié en que sin un pacto por la educación cada nuevo gobierno toma las decisiones que considera oportunas en función de su ideología, no de lo que reclama la comunidad educativa o de lo que pedagógicamente es necesario. Los representantes en las Pitiusas de Illes per un Pacte consideran que los políticos deberían escuchar más y vuelven a la idea de que la educación es, para ellos, un arma política. «Son los directores, los docentes, las familias, los alumnos... los que saben de enseñanza», indica Costa, que recuerda que en el ámbito sanitario se escucha más a los profesionales.

Negociar y ceder

La representante de las familias critica que el Gobierno del PP atienda más «a la conferencia episcopal» que a la comunidad educativa a la hora de tomar decisiones o que en la comisión de educación ni este partido ni Ciudadanos hayan incluido a profesionales del sector.

En las Pitiusas están convencidos de que se alcanzará un acuerdo de mínimos con el Govern balear. No tienen tan claro que pueda lograrse lo mismo en el ámbito estatal. Dudan de si serán capaces de negociar y, sobre todo, de ceder. Precisamente eso, a renunciar a algunos aspectos para conseguir el acuerdo de todos, lo han aprendido en estos años de reuniones para redactar un documento con el que todo el mundo educativo de Balears estuviera de acuerdo. Un texto que ni el Govern ni los partidos políticos de las islas pudieran negarse a firmar.

Para todos el mensaje, tras el Premi Ramon Llull es claro: «Seguiremos luchando». Es más, adelantan que, incluso si se logra el pacto educativo no se quedarán de brazos cruzados: «Seguiremos controlando y vigilando porque en la enseñanza siempre se producen cambios y hay que adaptarse». Los integrantes de Illes per un Pacte en las Pitiusas insisten, además, en que no sólo es necesario que las decisiones estén consensuadas, sino también contar con la financiación adecuada. Todos están contentos ahora del movimiento unánime que surgió en la pasada legislatura, impulsado, entre otras cosas, por los recortes y el decreto de trilingüismo. Cuando se les sugiere que aún tendrán que agradecerle el premio y lo logrado al entonces presidente José Ramon Bauzá, no pueden evitar la risa.