En la geografía más inhóspita y escarpada de Es Amunts aguarda una ruina maldita, olvidada por la historia. Tan remota que los lugareños de Santa Agnés y Sant Mateu, esos mismos que trepan como gatos por los barrancos de ses Balandres y roturan campos de almendros y vides desde tiempos inmemoriales, suelen ser incapaces de ubicar con precisión. Para hallarla hay que atravesar un sendero invisible sembrado de extravíos, andar y desandar lo andado, y transitar en círculos por la Mola d´Albarca hasta topar con un paisaje desolado.

Aquel que no ande buscando ses Torres d´en Lluc, puede darse de bruces con ellas y, aún así, pasársele desapercibidas entre los bancales, ahora emboscados, que los payeses erigieron con buena parte de sus entrañas de piedra hace treinta o cuarenta lustros, desmontándolas. O tal vez, al ascender la colina hacia los despeñaderos más elevados de la costa d´Albarca, se olvide de su existencia y quede atrapado por la exuberancia del abrupto paisaje y la ausencia de todo rastro de humanidad.

Pero si quien explora otea con verdadera intención, con la mirada evocadora del que reconstruye el paisaje tras la batalla, descubrirá un muro mucho más sólido y grueso, que recorta el istmo en perpendicular, conformando su mayor cicatriz. Al caminar sobre él hacia poniente, atisbará en la distancia la planta ovalada que remata el lienzo, excepcional mirador del llamado Racó Verd. Son las ruinas de la primera torre, la más grande, cuya forma extraña, inédita en la isla, tan sólo recuerda a los trapecios que soportaban las atalayas de los castros celtas de Iberia.

En sentido opuesto, atravesando la muralla hacia el levante durante nada más y nada menos que cien metros, se alcanza la segunda torre, semicircular, adherida al muro y orientada a Cala d´Albarca. Conserva un ápice más de altura que la primera.

Los arqueólogos, atraídos por el misterio del origen de ses Torres d´en Lluc, han excavado los cimientos en busca de revelaciones, sin obtener recompensa. Tan escasos son los conocimientos que la fortaleza ha sido datada en cualquier instante entre los siglos IV y XIII de nuestra era. Margen de error, un milenio.

Pese a su evanescente presencia, una vez se toma conciencia de su estructura, sus dimensiones y la orografía del terreno, la conclusión es casi instantánea. Forman parte de una estructura gigantesca, hoy parcialmente extinta, que recortaba por completo la península, de extremo a extremo, para defender los pasos del torrente, a un lado, y la garganta, al otro. Ambos descienden hasta la orilla d´Albarca y, aunque espinosas, conforman los únicas veredas que comunican con el altiplano de es Amunts en kilómetros a la redonda.

¿Qué ibicencos fueron esos que erigieron ses Torres d´en Lluc? ¿Qué temores les impulsaron a construir tan colosal refugio? ¿Qué batallas se libraron en este enclave recóndito? ¿Por qué no erigieron su guarida en el interior? Cuestiones sin solución que alimentan y engrandecen uno de los mitos olvidados de nuestra historia.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza