Mario, que ahora tiene cinco años, no se sabía los nombres de sus compañeros de clase. «Va a mi clase, pero no sé quién es», le decía a su madre, Mari Carmen Benítez. Ella hacía tiempo que sabía que algo no estaba bien, explica mientras atiende la mesa informativa que la asociación Asperger Ibiza y Formentera ha instalado en el Mercat Nou, con motivo del Día Internacional de este síndrome.

El 18 de febrero se cumple, además, un año exacto del día en el que Mari descubrió el Asperger. A Mario lo diagnosticaron el pasado mes de junio, pero fue el 18 de febrero de 2016 cuando la psicopedagoga del colegio le dijo que seguramente ese trastorno incluido en el espectro autista era lo que le ocurría al pequeño: «Busqué en qué consistía y vi que justo se conmemoraba el Día Internacional. Fue curioso».

Saber qué le ocurría a Mario, saber cómo tratarlo y comprender que la mayoría de las veces no le hacía caso no porque no quisiera, sino porque no podía cambió su vida varios años después de que empezara a ver detalles en su hijo que no le encajaban. Mari trabaja en una escoleta y desde el primer momento vio que su pequeño era muy diferente a los demás: «Era más agresivo, no respetaba las normas y no se relacionaba con los demás». Cuando Mario entró en el colegio, avisó al equipo directivo. «Ha ido todo muy rápido, estoy contenta», afirma.

Inclusión para Pau

María José Gracia, otra de las madres que atiende la mesa informativa, explica que también vio «cositas» en su hijo Pau desde que era muy pequeño. «Pero no sabía ponerle nombre», apunta. «Ya en la guardería la psicomotricidad era muy mala y, comparado con otros niños, era bastante torpe», recuerda esta madre que, como muchas de las que tienen hijos con síndrome de Asperger, tuvo que pasar por varios diagnósticos (déficit de atención, hiperactividad...) antes de que llegaran a la certeza de que lo que sufría Pau era Asperger.

El diagnóstico llegó con ocho años, después de muchos llevando al niño a una psicóloga por recomendación del colegio. «Avisé de que veía cosas que no me cuadraban. Me dijeron que lo llevara a un psicólogo», indica.

María José recuerda que el diagnóstico le cayó como un mazazo: «Es algo muy duro. Entré en estado de shock». De hecho, asegura que ella, como muchos otros padres, pasó un auténtico duelo, con todas sus fases, desde la negación a la asunción pasando por la ira. A pesar de eso, admite que ponerle un nombre a lo que le pasa a Pau ha facilitado el día a día. «Ves que tu hijo no es como los demás. Pau no habla bien, por ejemplo. Y sin un diagnóstico no puedes saber qué necesita o cómo tratarlo. Además, es muy importante no sólo para la familia, sino también para el colegio», indica.

Esta madre lamenta el tiempo que le ha costado que diagnosticaran a su hijo. «Tiene ocho años», recalca varias veces antes de destacar que saber qué tiene su hijo y cómo actuar es un alivio, pero marca también el inicio de otra batalla diaria: la comprensión. «Hay que explicarle a la familia qué es el Asperger y a veces no lo entienden porque, aparentemente, no tienen nada», comenta. Lo mismo pasa en ocasiones con los docentes: «Cada vez están más preparados, pero a veces aún es difícil». Ahora mismo, lo principal para esta madre es que Pau vaya contento al colegio, que lo comprendan, lo acepten y no le den de lado. «Sólo pido inclusión y comprensión. En la escuela y en la sociedad», concluye.