Hacia el año 1570, cuando la fortaleza llevaba un cuarto de siglo en construcción, nuevas formas de hacer la guerra motivaron ya cambios en el diseño de baluartes y cortinas. Algunos de los tramos que se construyeron inicialmente con parapetos curvos (alamborados) se modificaron a lo largo de los años, como es el caso de los baluartes de Sant Bernat y Santa Tecla, donde se ha restaurado la forma curva o se ha excavado y recuperado esa curvatura original del proyecto del ingeniero italiano Giovanni Battista Calvi.

El caso del baluarte de Sant Jordi es especialmente significativo porque en él se ha conservado prácticamente íntegro el parapeto curvo inicial, y ahora, con los trabajos de restauración que se están ejecutando, sólo ha habido que quitar algunas piezas añadidas para poder recuperarlo. Se trata, además, de un parapeto alamborado usado con cañón a barbeta (descollando sobre el parapeto).

Y es que una muralla defensiva es mucho más que un muro para detener un ataque, y los parapetos son elementos claves para la seguridad de los defensores de la plaza. Quizás pocos se han fijado en tal detalle, pero a lo largo de las murallas de Eivissa, levantadas en periodos distintos y a veces restauradas y modificadas según las necesidades, existen distintos tipos de parapetos, de remates sobre las murallas, y cada uno de ellos se traduce en un tipo de defensa diferente. «Los parapetos varían mucho con los años, y se van adecuando a las necesidades de cada época y al tipo de armamento que se usaba», resume el arquitecto Fernando Cobos, responsable del Plan Director de las Murallas y que trabaja actualmente en el baluarte de Sant Jordi.

Asegura que es «muy raro que se conserven estos parapetos curvos y hay muy pocos ejemplos en el mundo», una particularidad que ha influido en la decisión de recuperar y restaurar los existentes en los baluartes de Ibiza. En 1555, cuando se iniciaron las murallas, Calvi proyectó parapetos para cañones a barbeta, a batería (sabemos que eran a barbeta por la ausencia de vestigios de que existieran troneras), en los que quienes manejaban los cañones y los arcabuceros quedaban muy expuestos. La siguiente etapa evolutiva será el parapeto recto que podemos observar en otros baluartes, más alto para cubrir a los arcabuceros y con los cañones disparando a través de troneras.

La forma de los parapetos no era una cuestión baladí. Y no sólo la forma sino incluso también el relleno. Tras el proceso evolutivo de la curva a la recta, hay otro proceso en el que algunos tramos de parapeto pasan de ser rellenados con mortero a ser de tierra encintada; en algún momento los constructores se dieron cuenta de que en la obra de mortero los proyectiles de los fusiles enemigos rebotaban y podían alcanzar a los defensores de los baluartes, mientras que en tierra encintada, el proyectil acababa enterrado en la tierra. Este tipo de parapetos se ejecutaron ya en el siglo XVII o XVIII.