El hombre no llegó a la Luna porque los astronautas habrían tenido que cruzar los cinturones de Van Allen y hubiesen muerto. Esta es una de las razones de los conspiranoicos y negacionistas de las misiones Apolo. ¿Pero es cierta?

Los temidos cinturones de Van Allen fueron teorizados por James Alfred Van Allen (1914-2006), físico estadounidense que llevó a cabo investigaciones sobre física nuclear, rayos cósmicos y física atmosférica, además de participar en el diseño de misiones como Explorer, Apolo, Mariner y Pioneer. Los cinturones de Van Allen son zonas de la magnetosfera terrestre con forma de donut que rodean a la Tierra y donde se concentran partículas cargadas eléctricamente. Fueron descubiertos por el satélite Explorer 1 (1958). Realmente existen dos grandes cinturones de Van Allen: el interior se extiende desde unos 1.000 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra hasta más allá de los 5.000 kilómetros. El exterior se extiende desde unos 15.000 km hasta unos 20.000 kilómetros. Para contextualizarlos, podemos recordar que la Estación Espacial Internacional (ISS) orbita a una altura de unos 400 kilómetros y los satélites geoestacionarios se encuentran a 36.000 kilómetros de altitud.

Estos cinturones de radiación tienen su origen en el intenso campo magnético de la Tierra, producto de la rotación diferencial del núcleo metálico. Ese campo atrapa y confina partículas cargadas provenientes del Sol y otras que se generan por interacción de la atmósfera terrestre con la radiación cósmica y la radiación solar de alta energía. Puede decirse que actúan como barrera contra esa radiación. Para diferenciar ambos cinturones, podemos decir que el interno contiene altas concentraciones de protones energéticos y el exterior se compone principalmente de electrones de alta energía.

Como curiosidad, dentro del cinturón interior existe una zona conocida como Anomalía del Atlántico Sur (AAS) que se extiende a órbitas bajas. En esa región, la intensidad de radiación es más alta que en otras regiones. La AAS es producida por una «depresión» en el campo magnético de la Tierra en esa zona, ocasionada por el hecho de que el centro del campo magnético de nuestro planeta está desviado de su centro geográfico en 450 km.

Como ya sabemos, de manera aproximada, qué son los cinturones de Van Allen, las preguntas ahora son: ¿cómo de peligrosos son esas fenómenos?, ¿pueden matar a una persona? Pues depende. Y depende del tiempo de exposición a las partículas de alta energía. Cuanto más tiempo se esté expuesto a ellas, más peligrosos se vuelven. Las misiones Apolo atravesaron estas zonas muy rápidamente, en cuestión de poco tiempo (30 minutos para el cinturón interior de protones, el más peligroso), por lo que la dosis de radiación absorbida fue realmente minúscula. Pero no hemos de subestimar a los cinturones de Van Allen, ya que los satélites que han de atravesarlos muchas veces a lo largo de su vida útil pueden sufrir daños irreversibles en sus componentes electrónicos.

La radiación en el espacio es un asunto tan serio que es uno de los mayores problemas que se presentan a la hora de diseñar viajes tripulados a través del Sistema Solar.