­Están por todas partes. Se meten hasta en las cocinas y en los cuadros eléctricos. El pasado 5 de enero el 112 recibió una llamada (con fotos incluidas) de una culebra de herradura (de unos 50 centímetros) que colgaba de la rama de una higuera que hay en el paseo que bordea la desembocadura del río de Santa Eulària. Hasta allí, hasta ese tronco lleno de agujeros (uno repleto de basura) ideal para que se esconda, ha llegado. Según un testigo, desde hacía días se estaba poniendo tibia a salamanquesas.

Los agentes de Medio Ambiente fueron testigos en octubre de la captura en Cala Mestella de una que probablemente era tan grande o más que la que en 2013 batió con su 1,83 metros de longitud y sus 1,44 kilos el récord mundial de masa corporal. Se refugiaba en el interior de un muro. Su dueño, un millonario, prefirió cargárselo y construirlo de nuevo antes que tener cerca a semejante bicha. En cuanto la encontraron, se la cargaron. Un hombre la cogió entonces de un extremo con una mano y la alzó. Era más larga que él. Cerca de dos metros. Los agentes de Medio Ambiente dicen que no es raro.

Manel, un propietario de Sant Llorenç, está aburrido de cazarlas. Ya ha capturado 25 con dos trampas de las que distribuyó el Govern, a las que hay que sumar «siete cazadas a garrotazos». Sabe que visitan regularmente su gallinero: «Les gusta meterse porque donde hay comida para las gallinas hay ratones. Y de paso también se zampan los huevos». Una se metió en su palomar: «Se comió los huevos que había en los nidos del suelo. Un día la vimos dentro. Parece mentira lo que engullen».

Se impresionó cuando se topó con la primera: «La vi en el patio de mi casa. Luego supe que no eran peligrosas. Cuando puse por primera vez las trampas, a las pocas horas ya habían caído sendas culebras en cada una». El problema de las trampas, asegura, es que «además de que se necesita gente para revisarlas, hay que cuidar al ratón, darle agua y comida cada día». Además, se mueren. Para no depender del Govern, compró dos ratones: «Dio la casualidad de que a las dos semanas una parió. Se ve que me la dieron preñada. Los guardé en una jaula. Ahora tengo medio centenar. No paran de procrear». Los donará al Govern balear.Inmovilizarlas con un cepillo

Annalies, que vive cerca del campo de fútbol de Santa Eulària, dio tal grito cuando vio la primera que su marido y el vecino llegaron ipso facto: «La encontré en la encimera de la cocina. Me quedé en estado de shock. Luego grité. Eso alertó a mi marido y al vecino, que ya tenía experiencia a la hora de aniquilarlas. Mi marido ha aprendido desde entonces». Para acabar con ellas hay que seguir un método: «Hay que inmovilizarlas con el cepillo de barrer para que no se escapen, pues son muy rápidas. Y luego hay que machacarles la cabeza. O con un pisotón fuerte o con un mazo o con una piedra. Mi hijo les tira un pedrusco. Son duras. Te crees que las has matado pero enseguida se revuelven y escapan. Hay que asegurarse de que están muertas. Bien muertas».

Otra se escondió en un pequeño altavoz que tenía en la terraza: «La detectó el perro, que no se movía de su lado. Se había metido por un agujero. Hubo que romper la caja para sacarla». El pasado año se agenciaron una trampa: «Hemos cogido cuatro, pero no se lo hemos comunicado al Govern. Esas faltan en el recuento oficial. Muchos ya ni llamamos». Por hartazgo. En la casa de su hijo, que vive cerca, lo mismo. Hasta grabaron un vídeo (ver la web de Diario de Ibiza) en el que se aprecia cómo el can la captura.

Carlos Costa las ha visto de mil maneras donde reside, en es Coll de sa Vaca, también cerca de Santa Eulària y de la balsa de agua: «Te las encuentras enrolladas en las persianas, en la valla... Dos veces me pasaron unas pequeñas por entre las piernas. Me dio tiempo a pisarlas».En lo alto del monte

Carlos creía que este tipo de culebras solo estaban cerca de las viviendas hasta que hace unos días fue a buscar setas al monte: «Vi una cerca del Puig de sa Creu, en sa Cova Calenta, de donde sale calor.Allí debe haber unos 20 grados. Había una justo a la entrada. Allí arriba no hay lagartijas, no sé qué deben comer. Se escapó ente las piedras».

Asegura que en su gallinero ya ha encontrado varias gallinas «con heridas en los ojos y en las crestas». Pero solo las que duermen en el suelo, aunque los expertos consultados por esta redacción dudan de que una culebra de herradura sea capaz de hacer algo semejante. Ha tenido que sacrificar ocho: «No fueron las ratas porque tengo una veintena de gatos y se las cargaron hace años». Cerca de su casa vio cómo «una gaviota se llevaba una serpiente muerta que había sido atropellada en la carretera». Otra entró en la casa de su vecino para cazar una rata: «Se la comió, pero como estaba tan gorda no podía salir de ese agujero. Mi vecino la mató».

Agustín Pérez captura «entre ocho y 15 serpientes cada verano en Can Musson», donde vive. El pasado mes de agosto encontró una de herradura en el cuadro de la luz. Frita. Solo quedaba la piel.