«Leo es un tauro testarudo, de una capacidad suasoria extraordinaria. Sería un buen político porque podría convencerte de lo que quisiera, pero su trayectoria anduvo por otros derroteros. Es un apasionado, una paradoja viviente, la contradicción en persona». Así definía la desaparecida catedrática Llanos Lozano a Leopoldo Irriguible durante el homenaje que recibió en 2003 en Ibiza con motivo de su retirada de la psiquiatría por motivos de salud. Una clásica mala salud de hierro con la que Irriguible fue tropezando durante dos décadas y que en los últimos años minaban los problemas coronarios -sufrió varios infartos- y el cáncer, hasta su muerte ayer en su piso de Barcelona.

Todos los que conocieron a Irriguible, que compaginó durante su vida la pasión por el arte y por su profesión como psiquiatra, saben que fue un hombre excesivo en muchos aspectos, hablador, guasón, generoso, divertido, lleno de talento, cultivador de la amistad, pícaro... un artista del arte y de la vida. Era un «iniciador» como le definía ayer el escritor Antonio Colinas tras conocer su pérdida, «tanto en la salud mental en Ibiza en aquellos años difíciles en los que llegó a la isla, como en su trayectoria artística, diferente, compleja, más allá de la pintura», resumió el autor leonés, gran amigo del artista desde la época en que ambos coincidieron en la isla.

Primer psiquiatra de Ibiza

Irriguible nació en Zaragoza en 1946. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de la capital aragonesa y compaginó los estudios universitarios de Filosofía y Letras y Medicina, aunque solo acabó la segunda y se especializó en Psiquiatría y Neurología en Oviedo. Comenzó trabajando en el manicomio de Zaragoza, pero harto de las dificultades de la profesión y de la oscuridad de la España franquista decidió, como otros creadores, dejarlo todo e instalarse en la luz de Ibiza «para pintar» -como confesó años después en una entrevista en este diario-.

Pero ya en la isla, en 1974 y con solo 28 años, dio vía libre a sus dos pasiones. Fue el primer psiquiatra de las Pitiüses, fundó el Patronato de Salud Mental del Consell tras convencer a las autoridades insulares de su necesidad y lo dirigió durante años. Los diez primeros él era el único trabajador y se ocupaba no solo de valorar a los enfermos, sino de trasladarlos esposados hasta el psiquiátrico de Palma si era necesario. La Guardia Civil siempre tenía su teléfono a mano para localizarle en caso de necesidad: «En esa época -aseguró años después- realicé 10.000 historias clínicas. Cada año protestaba ante el Instituto Nacional de Previsión y les mandaba unos informes terroríficos, pero no me hacían ni caso».

Pero la situación fue mejorando y ya en los años 80, con la incorporación también del psiquiatra Juan Larbán, logró que la isla tuviera «una de las mejores redes de salud mental de España», según sus propias palabras.

En la isla nunca dejó de lado su pasión por el arte, con una voz propia en la que siempre estuvo muy presente la abstracción geométrica, como buen hijo del informalismo. Enseguida tomó contacto con artistas, galeristas, escritores, promotores, músicos -era un gran experto sobre jazz-... en un círculo que no dejó de crecer.

«Ibiza era un espacio de gran libertad, que en el resto de España no existía -afirmó en una entrevista en 2005, antes de su exposición de carteles ´Ventanas a la historia´ en el Club Diario-. Un espacio de paz y tranquilidad. Tenías tiempo para verte con los amigos y para trabajar, para pintar... Y sin censura. Todo el mundo dejaba la puerta abierta porque era impensable que alguien entrara a robarte».

En aquellos años participó en innumerables exposiciones colectivas e individuales en la isla y fuera de ella, desde la primera en la galería Van der Voort en 1976, de la mano de Carl van der Voort y Don Kunkel. Colaboró con artistas como Tur Costa, Bechtold, Micus, Floris, Marca-Relli o Herreyns y con músicos como el pianista alemán Joachim Kühn, con el que compartía una admiración mutua.

«Fue un gran artista -recordaba ayer Erwin Bechtold tras conocer el deceso por este diario-. Tenía un gran talento y tuvo una vida muy complicada, siempre entre la medicina y el arte. Sé que mi obra le influyó, aunque discutíamos mucho, casi como hermanos. Era una persona muy cercana y su muerte es un gran golpe, espero que se haga algo para recordarle. En los últimos años sufrió mucho con su salud y ha sido una pena verle consumirse».

Colinas incide en este «aislamiento voluntario» al que se había sometido en los últimos tiempos. «Él lo eligió y había que respetarlo, pero mantuvimos la relación casi hasta el final. Uno de los recuerdos más bonitos que tengo fue durante el homenaje del pasado verano en Can Ventosa. De repente apareció una persona con un enorme ramo de flores que me había enviado Leo desde Barcelona».

«Era difícil no quererle»

Otro de sus amigos de toda la vida es el promotor cultural ibicenco Albert Ribas, con el que se solía ver a menudo en Barcelona y que ayer fue de los primeros en conocer la noticia. «Ha sido un golpe muy duro para todos, tenía el corazón muy tocado y estaba esperando un trasplante. Los últimos cinco o seis años han sido muy difíciles», dijo Ribas, que le definió como «un gran artista y un gran médico, que montó todo el servicio de asistencia psiquiátrica de la isla. Lo conocí en los años 70 y siempre estuvo ligado al arte. Era un gran creador y una persona muy entrañable a la que era difícil no querer».

Desde las instituciones tuvo un recuerdo para Irriguible el concejal de Cultura de Vila, Pep Tur, que mantenía una intensa relación con el artista desde sus años como periodista cultural: «Es uno de los nombres a tener en cuenta del mundo del arte en Ibiza -dijo un emocionado Tur-. Forma parte de una generación de creadores que mantuvieron el estandarte del arte en la isla, y con proyección exterior, tras el impulso de los grupos de dentro y de fuera de mediados del siglo XX. Es uno de esos nombres que hay que conservar en la mente, y ahora en el corazón, de todos los que amamos el arte».

Irriguible -que deja inacabado el proyecto de un gran libro antológico en formato triangular en el que iban a participar muchos de sus amigos- tenía un hijo, Guillermo, fruto de su matrimonio con Peña Loren, también una profesional de la medicina muy conocida en las Pitiusas. Luchó durante años contra sus enfermedades, aunque, como buen médico, siempre se reconoció «un mal paciente».

Leopoldo Irriguible Celorrio. Nacido en 1946 en Zaragoza, falleció este miércoles 11 de enero en Barcelona a los 71 años.