­La noche del domingo al lunes cayeron chuzos de punta en toda la isla. Pero en es Cubells, además de agua diluviaron las piedras, y no precisamente pequeñas: tres de ellas, gigantescas, de cuatro, cinco y 10 toneladas, se desprendieron desde lo alto del acantilado y no se detuvieron hasta topar con la carretera que une la parroquia con la urbanización situada en la ladera, cuyo paso bloquearon. Eran tan enormes que ni una grúa de grandes dimensiones especialmente trasladada hasta allí pudo retirarlas la mañana del lunes.

Numerosas avalanchas de rocas y tierra cortaron decenas de tramos de esa vía, que se caracteriza por su pronunciada pendiente y por los habituales derrumbes. A lo largo de los tres kilómetros de ese serpenteante camino asfaltado se sucedieron, además de los desprendimientos de rocas, los deslaves, masas gigantescas de tierra arcillosa que se deslizaron desde las paredes y arrastraron consigo tanto capas de terreno como las plantas (especialmente sabinas, matas y pinos) crecidas encima, obstaculizando el paso de los vehículos.

Intransitable

IntransitableDe hecho, esa vía fue prácticamente intransitable durante todo el lunes, de manera que muchos de los vecinos que allí residen no pudieron salir de sus viviendas con sus vehículos, según explicó a este diario una mujer que trabaja en uno de esos chalets y confirmó Alfonso Sáez, el maquinista que desde la madrugada del lunes y hasta ayer no paró de despejar ese vial con la pala de su excavadora.

El principal obstáculo con el que Sáez se encontró el lunes fue un bloque de 10 toneladas que cayó, prácticamente en vertical, desde la cornisa del acantilado (a unos 100 metros más arriba) hasta el asfalto. El golpe hundió la acera. Afortunadamente, la piedra quedó parada en medio de la carretera y la inercia de la caída no la empujó un par de metros más allá: desde el muro, que fue agujereado por varios impactos de rocas de 100 kilos, se ve Can Albión, la vivienda que hay 50 metros más abajo. Varias piedras de unos 30 kilos saltaron el muro y fueron a parar a la escalera de acceso.

El maquinista intentó mover la colosal piedra (de unos tres metros de largo por 1,5 metros de ancho) con su pala, pero al no poder levantarla decidió contactar con una grúa de cuatro ejes para que la retirara. Pero ni así. Es más, tal era su tonelaje que al intentarlo se elevó peligrosamente la parte trasera del camión. Ante el temor de que las cinchas se rompieran y el propio vehículo volcara, se optó por descartar esa solución. Tuvieron que traer un martillo para la excavadora, con el que picó poco a poco la roca, ayer esparcida a lo largo del camino.

Sáez cree que necesitarán un camión solo para retirar esos restos. En total, calcula que necesitará al menos una semana para realizar las tareas de limpieza y desescombro de los tres kilómetros de carretera.

No es el único bloque de grandes dimensiones precipitado sobre el camino privado que transcurre en paralelo al mar. Casi al final, cerca del Salt d´en Sit, hay otros dos pedruscos de cuatro y cinco toneladas de peso, respectivamente, que al desprenderse ladera abajo reventaron árboles y parte del terreno. Dado su volumen, tampoco pudieron ser retirados de una sola pieza, de manera que el maquinista tuvo que emplearse a fondo con el martillo para reducir ambas piezas a trozos. Solo para picar totalmente la roca de 10 toneladas necesitó dos horas. Saez también despejó el terreno de centenares de piedras más pequeñas (pero de entre 50 y 100 kilos) que alfombraron ese camino.