«Busco trabajo». A Sofía le darán este año las vacaciones un mes antes de lo normal y se tendrá que apuntar al paro hasta marzo, por eso pregunta medio en broma si puede aprovechar para ofrecerse para un empleo. Con los últimos días de solete del año, la pequeña vinacoteca donde trabaja vivía gracias a la terraza y a los clientes de la hora del vermú. Pero con las obras a un metro de la puerta, en la fachada sur de la plaza del Parque, no les cabe ni una silla. Así que la caja en los últimos días se ha desplomado «un 80%» y han preferido adelantar el cierre.

Esta mañana están haciendo los preparativos para bajar la persiana «hasta marzo». Cuando vuelvan a abrir ya no estará la hilera de tipuanas que hay frente al negocio. Tienen los días contados como las de la fachada norte, que se talaron hace dos días. A Sofía no le molestaban las flores resinosas que suelta este árbol, incuso decoraban el tronco del más cercano con luces y lo aprovechaban «para colgar el menú». Pero los propietarios del negocio se decantaron por la tala, «para evitar daños en la propiedad», porque las raíces pueden suponer un peligro para el edificio.

En torno a los troncos de las tipuanas más grandes el aglomerado de la plaza está abombado y agrietado. En la fachada norte, donde da más el sol, los árboles suprimidos eran algo mayores. En la fachada sur, el más cercano a la calle Avicenna supera los cuatro pisos de altura y sus hojas se meten en cada balcón del edificio más próximo.

«Para los vecinos tiene que ser un incordio. El verde es bonito, pero tenemos mucho», reflexiona Toni Riera, que recuerda que «antes no estaban». Este veterano vecino de Vila no vive en el barrio pero había jugado en esta plaza «de pequeño», cuando allí «no había ni un árbol». Se ha detenido a mirar cómo van las obras y, junto a él, Antonia Roig recuerda cuando la plaza estaba llena de pinos, hace más de 20 años: «Quizás hay demasiados árboles», dice. A Manuel Patricio le parece «bien» que se corten las dos hileras previstas, porque entiende las quejas de los empresarios y ve los desperfectos que empezaban a causar las tipuanas.

Paco espera que el Ayuntamiento se piense bien qué planta en la plaza, porque «da pena» cuando desaparecen ejemplares crecidos como los que se talan estos días. Espera que Vila «cumpla y replante un árbol por cada uno que tala». «Si levantan el asfalto y hacen daño...», concede Carmen, aunque tampoco le gusta que desaparezca el verde de la plaza. «A mí no me perjudican», añade. Como vecina, no le molestan los efluvios pegajosos de la tipuana.

Aunque le molestaba «tener que barrer las flores», la encargada de la tienda de Natura, María del Mar Sánchez, se decanta por respetar los árboles. Explica que en la franquicia venden la mitad de lo que sería habitual por estas fechas, unos 20.000 euros menos. Aguantarán abiertos aunque la mayoría de negocios de su entorno han cerrado (solo quedan otra tienda y el hostal abiertos). «Pondremos carteles explicando que seguimos aquí», asegura. «Veremos cómo queda», opina de la reforma.

Frecuentes averías

En la vinacoteca donde trabaja Sofía dicen que no era fácil llevar el servicio «con tantas disrupciones». Ella explica que en este último mes a menudo se les corta el agua o la luz, o las dos cosas a la vez. El martes ya se rompió una tubería y ayer, durante unas horas, de nuevo estaban sin agua a mediodía.

A Loli López, que regenta una tienda de alimentación ecológica, también le da «mucha pena» la tala de unos árboles tan grandes, pero asegura que la elección de las tipuanas fue «nefasta». Tenerlas cerca es «angustioso, sobre todo en verano, cuando las flores «sueltan una resina que deja todo el suelo negro» y les obliga a fregar varias veces al día la tienda, que queda «pegajosa», como todo lo que entra en contacto con la planta.

La recaudación ha bajado por las obras, aunque López espera que en unos meses el sacrificio «valdrá la pena». Sus clientes del barrio se quejan de las averías constantes que están sufriendo. Uno de ellos, en Dalt Vila, se lamentaba de que ha estado «seis días sin agua», aunque ella cree que «cuando pase el tiempo se agradecerá y todo sumará. Ahora todo es molesto». Si se cumplen las previsiones, esta será la primera parte de la reforma de Vara de Rey y su entorno en terminarse. Las vallas deberían retirarse allá por el mes de febrero.