Una niña de doce años muerta como consecuencia de un coma etílico. Ocurrió en Madrid. La niña había ido a un botellón de Halloween en el que estuvo bebiendo ron y vodka durante toda la tarde. A la directora del Centre d´Estudi i Prevenció de Conductes Addictives (Cepca), Belén Alvite, le parece «terrorífico» este caso, pero, por desgracia, no le sorprende. Los estudios que elabora regularmente el organismo que coordinadora llevan años alertando de que cada vez los menores empiezan antes a consumir alcohol.

La muerte de esta chica ha hecho que Alvite se replantee los talleres de prevención que imparten en los institutos de la isla: «En las charlas hablamos sobre consumo abusivo de alcohol, pero un tema que olvidamos o que a veces no tenemos en cuenta es que también tenemos que prepararles para dar respuesta cuando pasa algo». Alvite recuerda que, en el caso de Madrid, los amigos de la niña fallecida no llamaron a emergencias ni a ningún adulto cuando ésta se desvaneció, «sino que la trasladaron en un carrito de la compra» hasta un centro de salud, recorrido en el que emplearon más de media hora. La responsable del Cepca cree que, cuando se produce un incidente de este tipo, lo que más temen los adolescentes es que sus padres se enteren, «por eso esperan a ver si se pasa». En las próximas sesiones en los institutos, insistirán en la idea de que si un amigo que está bebiendo se empieza a sentir mal lo primero que tienen que hacer es llamar a los servicios de emergencia (112) o a un «adulto responsable».Consumo precoz

Alvite asegura que en Eivissa hay preadolescentes de doce años que consumen alcohol. «La precocidad siempre existe. Están los precoces y los más precoces», indica la responsable del Cepca, que destaca que si la media de edad de inicio en el consumo de alcohol entre los jóvenes de las Pitiusas se sitúa entre los 13 y los 14 años significa que los hay que comienzan a beber con doce años o, incluso, antes. A principios de año la institución comenzará de nuevo con las encuestas a los estudiantes de Secundaria de las Pitiüses para una nueva edición de su estudio.

La coordinadora del Cepca considera que una de las causas de este consumo tan precoz es la «normalización» por parte de la sociedad. De hecho, asegura que la mayoría de las familias que recurren al centro lo hacen preocupados porque sus hijos «fuman porros»; sin embargo, tiene la sensación de que el hecho de que sus hijos beban de forma regular genera menos alarma. Alvite cree que esto se debe a que el alcohol, a diferencia de otras sustancias, no es ilegal. En este sentido, opina que las instituciones deberían ponerse más estrictas con la venta de alcohol a menores. «No puede ser que les resulte tan fácil conseguirlo», insiste.

Botellón en Sant Antoni. J.A.RIERA

El papel principal, sin embargo, recuerda que lo tienen las familias. Vuelve a la niña de doce años fallecida en Madrid. «No era la primera vez que bebía y he leído que el día antes ya la habían llevado a su casa bebida», afirma Belén Alvite, que no entiende cómo, después de eso, esa niña estaba la tarde de Halloween en la calle bebiendo con sus amigos. «Debería haber estado castigada», reflexiona, antes de matizar que con eso no quiere decir que la pequeña seguiría viva si no hubiera salido: «Podría haber pasado lo mismo en otro momento, cualquier otro fin de semana».

Alvite alerta, además, de un cambio que han constatado en los últimos años: los menores beben ahora no para pasárselo bien o desinhibirse, sino que beben, directamente, con el objetivo de emborracharse.

La coordinadora del Cepca aconseja a los padres que estén atentos a los comportamientos de sus hijos. Y apunta que hay formas para intentar controlar, en lo posible, a los adolescentes. «Las familias siempre piensan que no ocurre nada», indica. Para empezar, recomienda extremar las precauciones en fechas señaladas como Carnaval, Nochevieja, Halloween... «Esos días en los que suelen pedir quedarse hasta más tarde», apunta.

Otro buen sistema para que ellos mismos se controlen con el alcohol es «ir siempre a recogerlos». Si saben que al final de la noche van a ver a sus padres no pueden llegar completamente bebidos. También aconseja burlar la excusa que busca la mayoría para no tener que volver a casa: el típico «me quedo a dormir en casa de una amiga». Hay que asegurarse de que, en ese caso, la madre o el padre de la amiga efectivamente va a ir a recogerles a una hora determinada. En el caso de que no sea así o de que los padres no se fíen de los padres de la amiga, sugiere ir a buscarlos y acoger a los adolescentes en la propia casa: «Tenemos que proteger a nuestros hijos».En Urgencias

«Si un niño de once o doce años consume alcohol de forma habitual lo que hay es un problema familiar», apunta Bartolomé Bonet, jefe de Pediatría del hospital Can Misses. Bonet explica que la atención a menores porque han bebido es «relativamente frecuente», especialmente en los servicios de urgencias de los centros de salud. Y sobre todo a las del ambulatorio de Sant Antoni, el más cercano a varios de los lugares de fiesta y de botellón predilectos por los adolescentes de la isla.

Sólo los casos más graves llegan a las Urgencias del hospital, donde, por lo general, les atienden los médicos del propio servicio: «Es mejor que lo hagan ellos, tienen un conocimiento superior al que podamos tener los pediatras sobre intoxicaciones por drogas y comas etílicos». En estos casos, explica que los menores únicamente llegarían al servicio de Pediatría en el caso de que existiera la sospecha de que hay un problema más allá del consumo abusivo de un día y requiriera un estudio más en profundidad y un tratamiento.

El médico recalca la parte «social» del problema de los menores que beben o consumen drogas y coincide con Alvite en que la primera en actuar debe ser la familia: «Si una familia no es capaz de controlar o de tener autoridad sobre sus hijos hay un problema de base». Con estos casos que acaban en Pediatría, lo primero que se hace es entrevistar a la familia para ver si detrás del consumo de alcohol hay un problema de salud mental, en cuyo caso se derivaría al menor a psiquiatría, o a los asistentes sociales si no hay ningún trastorno asociado, pero se constata que el consumo es habitual. Cuando, en esta consulta, comprueban que el adolescente es un buen estudiante, no han empeorado sus resultados y la intoxicación por alcohol fue algo «ocasional» simplemente se pide a las familias que estén un poco encima de él e intensifiquen el control.

Además, alerta de que comenzar a edades tan tempranas a beber de forma habitual implica un riesgo para la salud, ya que se adelanta también la posibilidad de padecer enfermedades relacionadas directamente con el alcohol, como es el caso de la cirrosis o una hepatitis derivada del hígado graso. «Cuanto antes se empiece a beber, antes sufre el hígado», añade. El jefe de Pediatría del área de salud pitiusa explica que un menor llega al coma etílico igual que un adulto, en función de lo que beba y de su altura y su peso. El problema para él, al igual que para Belén Alvite, es que «beben para emborracharse». El elevado estado de embriaguez al que llegan, recuerda, puede acabar causando que se ahoguen con su propio vómito si pierden la conciencia. Además, ese mismo estado es el causante de que la mayoría de las veces «pierdan la noción del peligro», lo que también supone un riesgo importante.