Unas cincuenta bolsas de basura, neveras y mochilas abandonadas por vendedores ambulantes, plásticos, botellas de cristal, gran cantidad de restos de embarcaciones (desde escalerillas, boyas, neveras y otros utensilios)... Una enorme montaña de residuos, pero «muchísimo más pequeña» que la que se formó hace cuatro años, cuando los trabajadores de Ibifor y los restaurantes de la zona hicieron esta limpieza por primera vez en el Parque Natural de ses Salines. «Fue brutal. Entonces sí que sacamos mierda porque era la primera vez que se hacía una limpieza a fondo de esta zona», comentaba ayer Antonio, que trabaja desde hace 26 años en el restaurante Malibú y que ha sido testigo del cambio experimentado en el parque. «Nada que ver con lo que había antes en esta playa; en los años 70 nos montábamos aquí unas buenas barbacoas», contaba mientras arrastraba una bolsa de basura por un camino de ses Salines.

Junto a él, un grupo de unos ochenta trabajadores de otros restaurantes de la zona y de Ibifor participaron ayer en una jornada de limpieza que además sirvió como despedida de la temporada, con una comida de confraternización organizada en la misma explanada del parque.

Joan Cardona, apoderado de Ibifor, controlaba en el parking los movimientos de los tres tractores que había facilitado la empresa para esta faena y que llegaban cargados de bolsas y desperdicios que otros voluntarios iban sacando de las entrañas del parque. «Va a salir una buena cantidad de basura, pero no como el primer año cuando empezamos con esta limpieza», recordaba también Cardona, una opinión corroborada por la mayoría de trabajadores. De todas formas, la basura que extraían de allí (gran parte provocada por los vendedores ambulantes) les sigue sorprendiendo e indignando. Uno de ellos traía una mochila que había encontrado enterrada en una cueva. En ella estaban todos los ingredientes y utensilios para preparar los mojitos que luego se venden de manera ilegal en la playa. «Son demasiados vendedores y nadie los controla», lamentaba Joan Cardona, que recordaba la labor que hace su empresa, propietaria de los terrenos, en controlar, vigilar y limpiar la zona. «La verdad es que no se ve mucha policía por aquí», apostillaba uno de los voluntarios.

Dos de ellos, Diego y Bárbara, trabajadores del Jockey Club, empezaron la mañana limpiando la playa y contaban que habían recogido un montón de papeles (la mayoría no biodegradables), toallas, tampones, latas, plástico y cristales. «Hay tanta basura que no podemos con todo; la zona está sucia y con la limpieza que hacemos nosotros no es suficiente, el Ayuntamiento o al que le corresponda la competencia de este lugar debería hacer una batida más seria con máquinas preparadas para ello», señalaba Diego, que ha participado en ediciones anteriores y que se indignaba con la poca conciencia medioambiental de la gente. «Creo que los turistas deberían ser más cuidadosos, porque muchos cuando salen de su país se creen que pueden hacer de todo», aseguraba.

Bárbara, por su parte, incidía en la necesidad de «mentalizar» a los turistas y a los residentes cuando visitan un paraje natural como éste, una labor muy necesaria, vista la gran cantidad de basura que se extrajo ayer.