-¿Que se imparta un taller de amor significa que no sabemos qué es el amor?

-Creo que no sabemos cómo es el amor sano, el amor del bueno.

-¿Y cómo es?

-Es importante entender que las mujeres estamos educadas para recibir mensajes contradictorios: para empoderarnos y ser autónomas por un lado, pero también, cuando estamos en pareja, para ser dependientes y adaptarnos a esa relación. Seguimos con los mitos del amor romántico. Han evolucionado, pero al fondo a la derecha siguen estando. Aunque las mujeres accedemos ahora a cuotas de poder, la realidad es que en las relaciones de pareja los hombres siguen teniendo un montón de privilegios. No sólo en cuanto a las tareas domésticas. Los hombres siguen, en general, sin saber cuidar de los demás porque las mujeres sobrefuncionamos.

-¿Se nos da peor amar o dejar que nos amen?

- [Piensa] Creo que se nos da peor dejar que nos amen. Lo digo sin pensarlo mucho. Las mujeres hoy, aunque parezca que no, siguen siendo las elegidas en las relaciones. Siguen esperando que sean ellos quienes las conquistan. Partimos de una mala base: no nos hemos parado a pensar qué queremos, qué nos viene bien y qué necesitamos. A veces nos quedamos con lo que nos deslumbra, lo que nos hace sentir especiales, lo que nos va a permitir tener lo que se supone que tenemos que tener...

-¿Qué se supone que tenemos que tener?

-El pack completo: una relación de pareja con una familia.

-¿La sociedad presiona a las mujeres que a cierta edad no tienen pareja?

-Es el mayor motivo de consulta en terapia. Hay mujeres que están desarrolladas profesionalmente pero no tienen pareja y se sienten solas. Es una sensación de desolación, más que de soledad. La sociedad no está preparada para construir otras redes, otras comunidades, la principal sigue siendo la familia y, además, heterosexual: relación hombre y mujer con por lo menos un hijo. A la hora de viajar, por ejemplo, es imposible reservar una habitación para una persona, tiene que ser una doble. Toda la sociedad está pensada para ser dos, una pareja. ¿De qué hablan las mujeres cuando se juntan? ¿Incluso las más modernas? De si han ligado. Y con quién. Sigue quedando en el inconsciente colectivo que una mujer triunfa no cuando se desarrolla profesionalmente, tiene ideas políticas o es muy feliz con sus amigas, sino en función del éxito que tiene con los hombres. Y si no tiene una pareja estable en función de cuántas relaciones sexuales tiene.

-Suena muy duro.

-Sí, pero es real. Trabajo mucho desde el sentido del humor, pero es la realidad. Lo ves en películas y series. Pienso en ‘Sexo en Nueva York’. Se supone que son mujeres estupendas que se ponen divinas y quedan para hablar de sexo, pero toda la serie y las dos películas están pendientes de si Carrie se casa o no se casa. ¡Todo el tiempo! En el inconsciente, ésa sigue siendo la meta suprema a la que tenemos que aspirar. Por eso son importantes talleres en los que podamos hablar, darnos cuenta de lo que pasa y construir otro imaginario centrado en una cosa: qué necesito, elegir si quiero una pareja o no y, en el caso de que sea que sí, cómo la quiero.

-¿Por qué nos cuesta saber qué tipo de pareja realmente queremos?

-Llegar a eso implica un camino largo porque asusta tanto a los hombres como a las mujeres. Una mujer que sabe lo que quiere y lo defiende coloca a los hombres en la posición de plantearse: ‘¿Qué hago?’. Este modelo está muy bien concertado porque ellas tienen un papel y ellos, otro. Si te sales de ahí no saben muy bien qué hacer. Las mujeres más activas a la hora de buscar pareja y que saben lo que quieren cuentan que hay chicos que salen corriendo.

-Hace años en una entrevista Pedro Zerolo me comentó que las mujeres buscaban un hombre que aún no ha nacido y los hombres una mujer que ya ha muerto.

-Sigue siendo así. Poco a poco vamos cambiando todos, pero la realidad sigue siendo así. Las mujeres estamos supeditadas a la triple jornada: la laboral, las tareas domésticas y el cuidado de la familia. No sólo de los hijos sino de los abuelos, la prima y recordarle a tu pareja que llame a su madre porque es su cumpleaños. Eso sigue pasando. ¿Nos damos cuenta de que así no nos vale? Sí, pero como aún no hay grandes modelos, no sabemos muy bien por dónde tirar. A ellos les pasa igual. Hay hombres que empiezan a cuestionarse cosas, pero tampoco hay otros modelos de masculinidad.

-O sea, que es un camino que debe hacer mitad la mujer, mitad el hombre.

-Está claro, pero el malestar que experimentamos nosotras tenemos que gestionarlo nosotras. No podemos echar balones fuera.

-¿Cómo se gestiona? ¿Cómo se lucha contra tu familia, contra la sociedad, contra la idea imperante de masculinidad, contra ti misma?

-La clave está en crear redes. Es fácil creer que cuando no eres feliz con el modelo impuesto la responsabilidad es tuya: ‘Yo tengo algo malo’, ‘estoy haciendo algo mal’. Pero si se trabaja colectivamente y se crean espacios de reflexión es más fácil ver que igual no sólo eres tú, que quizás hay una parte social que me están vendiendo y que no sé si quiero comprar. Además, si queremos salirnos del modelo, es muy fácil sentirnos solas, porque vamos a estar solas. Creando otras redes, otras relaciones, incluso para el ocio, la gestión de la vida diaria, viajar... Los estudios demuestran que están mucho más felices. Se sienten menos solas, consumen menos psicofármacos y el cuadro ansiosodepresivo disminuye.

Al curso están apuntadas cerca de una decena de alumnas. Foto: Juan A: Riera

-A todo esto que arrastramos ahora se añaden las nuevas tecnologías. ¿En la sociedad del sexo fácil el amor es difícil?

-No sé, es algo que tengo que pensar, pero creo que es repetir lo mismo, pero más rápido. Hay que hacerlo todo muy deprisa y las aplicaciones para ligar permiten hacerlo mucho más rápido. Antes tenías que invertir más tiempo y energía y ahora es como hacerlo a la carta. Eso genera que los hombres tengan más facilidad para obtener sexo fácil. No digo que las mujeres no, o que no lo quieran, pero ellas tienen más facilidad para creer que están eligiendo y para poner unas exigencias. Pero son teóricas, porque muchas veces no saben lo que quieren de una forma profunda, relacionado con el día a día, con la intimidad, con conocerse, acompañarse en el camino de la vida y enseñarse mutuamente. Eso se construye con el tiempo y las personas, en este tipo de espacios, van muy deprisa, no se conocen y las relaciones están abocadas al fracaso. La imagen que proyectan, que no deja de ser un espejismo, sumado a que todo va muy deprisa, da pie a que en relativamente poco tiempo eso no funcione. Además, a las mujeres nos cuesta mucho romper, porque tenemos la sensación de que pierdes todo lo que tenías y, además, piensas que la culpa la tenemos nosotras. Siempre digo que a la mayoría de las mujeres el último año de relación nos sobra.

-¿Qué idea nos ha hecho más daño?

-Quizás suene un poco fuerte, pero que las mujeres hemos aprendido a pagar con servidumbre la protección. Cuando una mujer se siente sola, se siente desvalida, desprotegida. ¿Dónde están los leones? ¡Como si hubiera que saber defenderse de una fiera! De alguna manera hemos aprendido que para que todo vaya bien tenemos que adaptarnos, que ceder, ser sumisas. A cambio de eso vas a tener un hombre que te protege, te permite pensar en plural y sentirte a salvo. Es una protección psicológica. Muchas mujeres, cuando se separan, sienten que no pueden hacer determinadas cosas por sí mismas cuando en realidad él no se encargaba de ninguna de esas cosas. La sensación de tener un apoyo, un soporte para el día a día, es más imaginaria que real.

-¿Qué hacemos con la idea del amor romántico, del príncipe azul?

-Sigue estando ahí, en películas infantiles o en Bridget Jones. Hay que construir otros modelos y aprender a reírse. Hay que ser más críticas. ¿De verdad va a venir un señor y te va a dar todo lo que no tienes? Llega y compensa tus carencias, hace que no te sientas sola, a partir de entonces sabes qué hacer los fines de semana, te enfrentas a tu madre, te va mejor en el trabajo... Es mentira. Hay que construir espacios para cuestionarse esto y crear modelos alternativos en la educación y los medios de comunicación.

-Eso no depende de una pareja.

-Exacto, depende de nosotras. Además, hay cosas que no tienes por qué hacer sola, es verdad, pero tampoco tienes que hacerla con un señor y que además sea tu pareja. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y miedos. No es malo que te dé miedo irte sola a la otra punta del mundo si no lo has hecho nunca. Para empezar se lo puedes decir a una amiga, o buscar un grupo, pero no, la primera opción que nos viene a la cabeza es una pareja.

-¿Estar enamorada del concepto del amor es un peligro a la hora de desarrollar una relación real que nunca alcanzará el ideal?

-Es un peligro cuando ves que no es como imaginabas, pero es muy fácil que caigas en la idea de que la culpa la tienes tú. Las mujeres tendemos a cuestionarnos. Somos culposas por naturaleza. Nos sentimos culpables por todo y eso sí es un peligro porque te impide ser más crítica con lo que ocurre en esa relación.

-En los talleres hay mujeres solteras y en pareja. ¿Quién se da cuenta de más cosas?

-Depende del trabajo que haga cada una. A todas les permite entender sus historias anteriores. En las que tienen pareja se provoca otro tipo de revolución. La que no la tiene llega a casa y reflexiona de forma individual. La que la tiene llega cabreada y le monta el pollo. La reflexión les lleva a reivindicar desde otro sitio. O a decir: ‘Mira, me he dado cuenta de que esto lo hago mal’.

-Hablamos todo el rato de hombre-mujer. ¿Estas formas no adecuadas de amar también se dan en las parejas de mujer y mujer?

-Sí, al no haber modelos sanos, tampoco los hay en las relaciones lésbicas. Piensa que se juntan dos personas culposas. A los talleres vienen mujeres que están con otras mujeres y aunque surgen otras dificultades, el modelo que maman es el mismo.

-¿Se puede aprender a amar?

-Sí. ¡Hay esperanza! Es imposible que este modelo funcione sin que sea a costa nuestra. Eso provoca tanto malestar... España es el mayor consumidor de psicofármacos del mundo. Esto demuestra que si no te cuestionas, te sientes mal. Hay mujeres que hacen mucho trabajo personal, que están creando redes, que buscan otro tipo de parejas. Hay cosas que van cambiando. Este tipo de talleres tienen mucho éxito.

-¿Es esta idea de preferir estar con las amigas que con la pareja?

-Tener un espacio propio es importante aunque estés muy bien con tu pareja. Pero supongo que te refieres a cuando te aburres tanto con la pareja que quieres estar con los amigos. Eso se ve mucho en los viajes. Estás en un sitio idílico, tienes al lado a una pareja y no se hablan. Eso es porque no hay una intimidad, una relación profunda, una relación de igualdad, un compañerismo... Ahora las parejas no son amigos. Y cumplen con los mandatos de la sociedad patriarcal y el consumismo.

-¿Qué manda la sociedad a una pareja?

-Lo que se espera de una pareja es que trabajen mucho, que paguen sus facturas, que cuando lleguen a casa vean una serie, que ella lleve el peso de la casa y le diga a él cómo ayudar, que él tenga su espacio personal y ella también pero menos porque tiene que hacer la triple jornada, que viajen de vez en cuando y que alguna vez vayan al cine y a cenar. No hay un compartir, un crecer, un nutrirse, un apoyarse y reírse y tener charlas como al principio de la relación. Con una amiga sigues teniendo esas charlas, pero en la mayoría de las relaciones, no. No se ha construido la intimidad, el calorcito del bueno como le llamo yo.

-Eso requiere tiempo. Antiguamente las parejas tardaban meses en conocerse.

-Claro. Yo lo digo un poco de broma, pero es así, hay que ser novios antes de ser pareja. En algún grupo he dicho que hay que ponerse el portalillo, meterse mano en el portal, antes de una noche en la que pase todo. No lo digo por nada moral, soy muy abierta de mente, sino para poder construir una relación con otra base. Ahora todo es fastlove. Hay que conocer a la otra persona, ver cómo te sientes con ella y para eso hay que tomarse tiempo.