Algo trascendental quedó en el tintero o no se tuvo en cuenta cuando se escribió la historia de las Pitiüses: su miel de frígola. Marzia Boi, doctora en Biología, profesora asociada de la UIB y palinóloga (disciplina dedicada al estudio del polen y las esporas), cree que la singularidad de la que se extraía en estas islas fue fundamental para su conquista y conversión en colonia. La que más gustaba a griegos, púnicos y romanos era la que producían las abejas a partir del Thymus vulgaris, el tomillo, como la que tenía su origen en los panales de Ática, una región del Peloponeso griego. Y ese dulce y picante ingrediente podría ser la excusa perfecta, afirma Boi, para que las culturas clásicas decidieran asentarse en las islas, según explica en ´La mel d´Eivissa´, un libro que la doctora presentó ayer en la Sala Ebusus dentro de las jornadas organizadas por el Institut d´Estudis Eivissencs tituladas ´Art i mel´.

La miel de frígola es «totalmente distinta a la de otros sitios», según Boi: «En tiempos de las civilizaciones griegas y romanas era considerada la mejor de todo el Mediterráneo. Quién sabe si la colonización de Ibiza por los púnicos y por los romanos se pudo deber a la abundancia de tomillo. Esa planta estaba muy presente en la isla. Eso también podría explicar que la isla de Ibiza fuera conquistada por los púnicos y Mallorca no. Es algo muy interesante a nivel histórico», explica la doctora.

La mejor del Mediterráneo

La miel, afirma, era en la Antigüedad algo muy importante: «Aparte de como alimento, era utilizada en medicina y en los rituales religiosos. Había muchísimos usos, para libaciones, para ofrendas a los dioses». Ese, sugiere, «podría haber sido uno de los motivos para conquistar la isla», pues la miel de frígola era «adorada por los griegos y por los romanos». La de tomillo «era la mejor de todo el Mediterráneo y estaba presente en la cuna de la civilización: la favorita era la de Ática. Peleaban por obtenerla, hasta se desplazaron por el Mediterráneo occidental para buscar más. Córcega y Cerdeña tampoco tenían abundancia de tomillo, como Mallorca, así que fueron a Ibiza. Podría ser una teoría que se debería tomar en consideración», indica Marzia Boi.

La palinóloga afirma que su producción «llevaba aparejada su exportación». La producción de sal y de vid en la isla «era muy importante, pero la de miel de frígola también», asegura. Y debía ser considerable «si se tiene en cuenta el número de colmenas antiguas que aún existen».

A Boi le parecen fascinantes las típicas colmenas ibicencas, las particulares y ancestrales caseres d´abelles, que fueron explotadas hasta la llegada de las colmenas móviles en los años 80 del pasado siglo: «Lamentablemente, hasta ahora no se han estudiado mucho. Se les debería prestar mucha atención porque a lo mejor habría que escribir otra vez la historia de toda la apicultura en el Mediterráneo a partir de ellas. No están presentes en otros lugares de este mar. Ni siquiera se parecen a las que hay en Mallorca», indicó ayer. Cree que «se deberían proteger todas las que aún existen en la isla, hacer un censo, describirlas».

A partir de su estudio se podría «entender la tipología de la vegetación que había en la isla antiguamente, pues ese tipo de colmenas se ubicaban solamente en bosques, quizás para esconderlas, para que no se vieran desde el mar». Boi cree que retomar ese tipo de apicultura antigua (con caseres) «permitiría obtener una miel única, al estilo de los romanos. Hay que tener en cuenta que no existe en otra parte del Mediterráneo un patrimonio arqueológico explotado de forma natural».