Renata Jacobs es una de las mujeres más influyentes del mundo de los negocios. Dirige el imperio empresarial creado por su difunto marido, Klaus Jacobs, que lidera el mercado del cacao a través de marcas de chocolates como Suchard, Milka o Toblerone, y el de los recursos humanos en todo el mundo, a través de la empresa Adecco. Tiene además un alto compromiso social y desarrolla importantes acciones filantrópicas; gestiona activamente dos fundaciones de ayuda en las ciudades argentinas de Buenos Aires y Bariloche, y próximamente pondrá en marcha una tercera en Jujuy. Estas fundaciones se dedican a gestionar y facilitar el acceso a la educación a muchos niños y jóvenes en riesgo de exclusión social. Es una apasionada de Ibiza, donde posee desde hace años una casa en la zona de Porroig.

- ¿Cuál fue su primer contacto con Ibiza?¿Cómo la conoció?

- Todo comenzó al visitar hace tiempo a una amiga que tenía una casa aquí. Luego vine dos veces sola. Con mi amiga conocí también Formentera, salimos a navegar para recorrer las calas y en ese viaje me quedé impactada por su belleza y me dije «este lugar me gusta». Luego conocí a mi marido, Klaus Jacobs, con quien tuvimos una maravillosa historia de amor, nos casamos, y tuvimos cuatro hijos. Los primeros años pasábamos los veranos en una casa que teníamos en Florida (EEUU), pero estaba muy lejos de Europa; fue pasando el tiempo y nuestros hijos se hicieron mayores, pero aún no tenían la edad de salir a bailar, se aburrían mucho y sus amigos estaban lejos. Todo eso influyó para que pensáramos en tener una casa de verano en otro lugar, más cerca de nuestro hogar y de Europa. Pensamos en muchos sitios, aunque a mí me gustaba muchísimo Ibiza. Siempre me rondaba por la cabeza tener una casa aquí, y un día le dije a mi marido que iba a viajar a buscar una casa en la isla. Vine, recorrí muchos lugares, vi muchas casas, pero cuando conocí esta casa, me enamoré de ella. Fue inmediato, dije: esta será nuestra casa.

- ¿Conoce algo de la cultura ibicenca?

- Sí, claro. La isla de Ibiza es muy auténtica y para mí tiene dos partes: una que es como fue hace 100 años, con sus casas, sus campos y sus costumbres, y después otra que es muy moderna, con todas las discotecas, los restaurantes... Es una mezcla que a mí me gusta mucho. También he leído y he aprendido de todas las culturas que han pasado a lo largo de los siglos por Ibiza. Cuando uno ve estas piedras y rocas piensa todo lo que ha sucedido aquí en los últimos siglos y es realmente muy interesante. Todas esas culturas han forjado su identidad actual, y la multiculturalidad que tiene ahora también la hace especial. También conozco a ibicencos que son pescadores y mantienen sus raíces, hablo mucho con ellos, me cuentan cómo es su vida. Hay muchos payeses que siguen viviendo de la venta de sus frutas y verduras o de lo que pescan, y mantienen sus tradiciones. Por suerte aquí no todo cambió en todos estos años. La amabilidad de la gente distingue a Ibiza de otros lugares del mundo. Los ibicencos han recibido gente desde hace siglos y son muy abiertos a los visitantes. Además disfruto mucho de la comida típica de aquí, de las hierbas ibicencas, del pescado...

- ¿Cómo son sus días en la isla?

- Estoy siempre con amigos, con la familia, con los amigos de mis hijos, con los que disfruto mucho porque me gusta la gente joven. Aprovechamos para organizar grandes comidas familiares y de amigos. Disfruto también yendo al centro de Ibiza a comprar. Me gusta mucho la moda ibicenca, la ropa de aquí, el estilo propio que tiene y las tendencias que impone. Creo que la isla es un referente en ese sentido. Lo bueno de Ibiza es que tú puedes vivir muy tranquila en tu casa, en silencio total, mirando el mar, y luego puedes salir a lugares donde hay mucha gente o a otros donde estás muy tranquilo. Esa dualidad la hace muy atractiva.

- ¿Tiene lugares preferidos?

- Lógicamente, me muevo mucho por la zona donde tengo mi casa, en Porroig. Elegí este lugar por su belleza, pero en verano voy mucho al Jockey Club de ses Salines, cuando quiero pasar un día de playa con amigos y familia. Tengo mi mesa fija, conozco a la gente y es un lugar que me encanta para comer, allí me siento muy cómoda. También salgo a navegar con una amiga que tiene barco y me dejo llevar por sus consejos de experta: ella me recomienda a qué cala o playa debemos ir, según el tiempo. Estos paseos en barco alrededor de la isla son mis favoritos. También he conocido bastante el interior de la isla, pueblos como Santa Gertrudis o Sant Carles, pero al viajar tanto durante el año, me gusta pasar mucho tiempo en mi casa o ir a visitar a amigos que viven cerca. Una de mis hijas se casó hace poco en Formentera, por lo que también es un lugar muy especial para mí, al margen de su belleza natural. Es uno de los lugares más bonitos del mundo.

- Usted vive entre Zurich, Malta, Londres, Bariloche e Ibiza. ¿Que lugar ocupa en su vida esta casa de Ibiza?

- Desde que falleció mi marido, me siento un poco vagabunda, un poco de cada lugar. Ya llevo ocho años así, pero la casa de Ibiza es una casa que amo muchísimo, es una de mis favoritas. Es una mezcla de dos estilos, el Santa Fe, que conocí cuando vivía en Los Ángeles (EEUU), y el modernismo catalán. El resto de mis casas son clásicas, pero esta no, esta es muy diferente: esa mezcla de estilos la hace especial, el diseño es un poco alocado, pero me gusta mucho. Es la casa que más se parece a mi forma de ser. Para decorarla traje objetos de arte y muebles que teníamos con Klaus de nuestros viajes alrededor del mundo y pude lograr una mezcla muy atractiva. Además me gusta Ibiza porque está muy cerca de todo, de Suiza, de Alemania, de Inglaterra... Estoy casi al lado del resto de mis casas.

- ¿Qué parte del año pasa en Eivissa?

- Hasta ahora voy y vengo, pero el año próximo quiero pasar más tiempo aquí, eso va a depender de muchos factores, pero el clima me gusta mucho: el sol, la playa? Durante años fuimos de vacaciones a la montaña a esquiar, con 20 grados bajo cero, pero eso ya no lo quiero más, a mí me encanta el Mediterráneo.

- ¿Cuáles son, a su juicio, los principales problemas que tiene la isla?

- Creo que uno de los problemas graves que tiene son las drogas. La policía controla mucho que la gente no consuma drogas, que conduzca bien, veo que hay controles, pero a pesar de todo es un problema muy grande de aquí. Una noche un amigo mío se encontró mal y tuvimos que llevarlo de urgencia al hospital Can Misses. Fue un shock para mí ver lo que sucedía esa noche. Mientras los médicos y enfermeras no daban abasto atendiendo a intoxicados por drogas y alcohol, tuvimos que esperar cuatro horas para que nos atendieran. Luego está el tema de la seguridad. Últimamente se respira un poco de inseguridad. Aquí en Porroig, en agosto robaron en seis casas y sé que también hubo muchos robos en otras partes de la isla, Creo que la seguridad es un tema a mejorar. Los yates que llegan a la isla no se controlan debidamente, cuando bajas a la bahía de Porroig ves una gran cantidad de barcos con mucha gente a bordo, y nadie sabe quiénes son. Con esa sobrepoblación de barcos, también se multiplica la basura en la zona, creo que el lugar no está preparado para tanta gente. Habría que controlar todo esto. También creo que el turismo incontrolado satura los servicios y carreteras de la isla. En el turismo siempre hay cosas buenas y malas, en todos los países es así. Es un equilibrio delicado.

- Hace ocho años, al fallecer su marido, decidió ponerse al frente de sus negocios y continuar la labor filantrópica que él realizaba. ¿Por qué tomó esa decisión?

- Mis padres tuvieron que trabajar para que yo pudiera estudiar, tuve una buena vida, pero no con cubiertos de oro. Creamos la Fundación Jacobs, que es la fundación privada que más dinero aporta a la educación en todo el mundo. En uno de mis viajes a Argentina, en Buenos Aires, me conmoví al conocer la situación de cientos de personas que trabajaban recogiendo de la basura el cartón que luego vendían para poder comer. Se les llama ´cartoneros´. Decidí ayudarlos creando una fundación, llamada ´Cartoneros y sus chicos´, que brinda acceso a la educación a los niños hijos de esos cartoneros. Hoy en día todos los chicos a los que ayudamos aprueban el curso, hecho que me llena de orgullo, ya que llevo cinco años trabajando con ellos. Creo que cualquier persona debe tener la posibilidad de tener una buena educación. También realizo subastas benéficas para recaudar fondos; en ellas colaboran grandes deportistas como Rafa Nadal, Leo Messi o Roger Federer. Y también tengo la suerte de tener amigos empresarios que me ayudan en esta cruzada benéfica. En Bariloche ayudo a los hijos de los gauchos de mis propiedades a que terminen sus estudios y muchos de ellos hoy son profesionales en distintas disciplinas. Ayudando a los jóvenes y niños a estudiar, sus vidas mejoran y eso me genera mucha felicidad. La educación es la base de todo.

- Teniendo que ocuparse de las empresas, las fundaciones y la familia, ¿cómo organiza su tiempo?

- Trabajando mucho por la noche, ya que durante el día no tengo tiempo porque estoy en la oficina, tengo reuniones, vida social... Pero por las noches me quedo trabajando en el ordenador hasta tarde para terminar mi trabajo. Por la noche no suena el móvil, y puedo concentrarme más en mis tareas. Es mi momento de calma para trabajar tranquila.

- ¿Cuál es el legado más importante que le dejó su marido desde el punto de vista personal?

- [Hace una pausa] Yo puedo vivir una buena vida y puedo ayudar a otras personas. Mi marido era muy inteligente, era un hombre muy especial, creó tres multinacionales. Ambos teníamos una unión muy especial y pensábamos más o menos lo mismo, y cuando no era así, yo hacía que él cambiase de opinión [risas]. Aprendí mucho de él. Ambos sentíamos siempre una gran responsabilidad hacia las personas. Pero a mí me gusta mucho también el mundo de los negocios, soy la presidenta del consejo de administración de las empresas y junto a dos de mis hijos nos encargamos de llevar todo adelante. Cuando empecé en la empresa, los hombres no confiaban en mí por mi aspecto, rubia y con falda corta, pero poco a poco me fui ganando respeto y confianza. Una vez leí en un libro que una mujer cuando va a una reunión de trabajo con hombres debe usar zapatos de tacón alto para que los hombres levanten su vista al verla llegar; desde ese día siempre lo hago y me ha dado resultado.