Ni mandaban yihadistas a Siria ni entrenaban a chavales para ser mártires del Daesh ni siquiera las cajas que sacaban de sus casas los guardias civiles contenían material informático o sensible sobre sus actividades supuestamente delictivas. Familiares y amigos del imán Abdelkrim E. M. y de Jalal R. negaban ayer rotundamente todo, incluso que ambos se hubieran radicalizado y usaran las redes sociales para exaltar a grupos de fanáticos terroristas.

«Mi esposo no enseñaba la yihad ni a luchar a los niños, solo les entrenaba para jugar al fútbol», afirmaba ayer S., esposa de Jalal R. Lo hacía cada domingo por la mañana (de 11 a 12 horas) en el polideportivo de Can Coix, para lo cual pidió un permiso al Ayuntamiento. Jalal jugaba de portero en el equipo de balonmano HC Eivissa, recuerda orgullosa su mujer: «Es un portero muy rápido y explosivo», dijo de él su entrenador, Félix Mojón, cuando lo fichó a finales del 2015. Aseguraba que era «muy trabajador y disciplinado» y que estaba en buena forma pese a llevar dos temporadas parado.

«Es totalmente falso que mandaran a nadie a Siria», subrayaba L., cuñada del imán Abdelkrim E. M., que se quejaba de que ya había empezado a ser «señalada» en las redes sociales por su parentesco. «No es un radical, solo se dedica a su trabajo», explicó L., que estudia Administración: «Si fuera un integrista, ¿podría yo estudiar? ¿O su esposa podría estudiar Educación Infantil? Eso no lo aceptan los radicales», dijo.

«Si Jalal hubiera sido un integrista no habría trabajado en un kebbab atendiendo a esas mujeres inglesas que llegan semidesnudas», aseguraba M., su cuñado. «Ni se juntaría con españoles en los bares», añadió. Jalal solía acudir al bar Guay, en la avenida Isidor Macabich, en compañía de su esposa, mientras Abdelkrim desayunaba cada mañana en el Pollos Pando un café con leche y churros, según contaba ayer Rosa María Camacho, esposa de Joaquín, con quien el imán tenía, al parecer, una buena relación. «Se relacionaba aquí con todos, con marroquíes y españoles, como cualquier cliente. Era un muchacho simpático», señaló Camacho.

La esposa de Jalal negó además que los guardias civiles se llevaran los ordenadores de su vivienda en cajas: «Siguen en mi casa. Lo que se llevaron en esas cajas de cartón eran las botellas de agua y los restos de lo que comieron durante las diez horas que permanecieron en mi casa», aseguró. Afirma que lo único que se llevaron con ellos fueron los móviles. En su caso, los agentes no rompieron la puerta para entrar en su hogar, sino que esperaron a que su marido llegara a las seis de la madrugada para, con sus propias llaves, abrir. S. asegura que debido al susto tuvo que ser trasladada al hospital, donde permaneció varias horas tras sufrir un ataque de ansiedad. De su marido, que reside en Ibiza desde hace nueve años (hace ocho que está casada con él), indica que «no es auxiliar del imán, solo abre la puerta de la mezquita Maslid al Fath cuando alguien se lo pide cuando no está el imán», una función similar a la de los obreros de las parroquias. Ella trabaja limpiando: «Si mi marido fuera un radical no me dejaría», alega.

«Nadie ha ido a Siria»

Entre los congregados ayer a las puertas de la casa del imán, en la Travessera del Mar, también había unanimidad a la hora de afirmar que «nadie de Sant Antoni ha partido hacia Siria para luchar». «Nadie ha salido de aquí. Lo sabríamos. Nos conocemos todos. Si saliera uno solo lo sabríamos», recalcaba M., el cuñado del imán: «Ninguno -subrayó- tiene nada que ver con el terrorismo. Solo intentaban ayudar a los niños. Yo voy a la mezquita a rezar, luego voy al gimnasio y después a trabajar, y cuando regreso a mi casa quiero pasear con mi mujer. Los marroquíes que vivimos aquí tenemos nuestros proyectos de vida, que ni remotamente pasan por ser terroristas».

A Soufiane E., también familiar del imán, le preocupaba las consecuencias en la convivencia de lo sucedido el lunes: «No paran de dar mala imagen sobre nuestra comunidad. Llevo 10 años aquí, estoy integrado. Tengo amigos españoles. No somos como muchos piensan. Somos normales».