Son fáciles de identificar en el mar por su perfil, la forma ahorquillada de su gran aleta caudal, la banda longitudinal dorada que les da el nombre de peces limón y la raya oscura oblicua, como un antifaz, que tienen sobre los ojos y que se oscurece cuando el animal recibe algún tipo de estímulo. Se cuentan entre los peces teleósteos más grandes del Mediterráneo (pueden alcanzar más de metro y medio y 60 kilos de peso) y son comunes en aguas de las islas; los bancos de juveniles se dejan ver, voraces, persiguiendo pequeños peces, y cuando descubren buceadores a menudo los rodean. Y, sin embargo, a pesar de que su presencia no es rara, la sobrepesca está menguando sus poblaciones.

«En los últimos diez años, se han multiplicado las incursiones de barcas de cerco peninsulares a la plataforma balear, a la captura de especies demersales divagantes, en particular cirvioles. Dado que estas barcas no tocan puertos isleños, no hay ningún registro de su actividad (más allá de observaciones esporádicas en el mar y las quejas de los pescadores locales), pero el declive de la cirviola en Balears podría estar relacionada con ello». Esta conclusión puede leerse en el recientemente revisado Libro Rojo de los Peces de Balears, un trabajo elaborado por un equipo de expertos del Govern balear.

La pesca de cerco arrasa con los grandes ejemplares, habitualmente cuando se reúnen para desovar, en el mes de junio, por lo que la intervención de estos pesqueros puede truncar la reproducción de la especie. No obstante, no es la única explicación del descenso de poblaciones del pez limón (Seriola dumenii y cirviola en las islas), de que los ejemplares de más de 20 kilos escaseen y de que haya sido incluido en la categoría de especie 'casi amenazada' del catálogo balear. Si la disminución del número de reproductores se ha reducido por las capturas masivas de la flota foránea de cerco, los ejemplares jóvenes resultan muy vulnerables a la pesca artesanal y recreativa.

Hay que tener en cuenta que existe, desde el año 2000, un periodo de veda para los juveniles de este pez (modificada al mismo tiempo que la del raor), que -en Ibiza y Formentera y hasta seis millas náuticas de aguas exteriores- se extiende desde el 1 de julio hasta el 30 de septiembre. Al finalizar la veda, la presión sobre la especie se hace muy intensa y, «durante unos meses, el curricán, la fluixa, la pesca submarina y, muy especialmente, las nuevas modalidades de pesca recreativa son un auténtico flagelo que aprovecha la voracidad y la ingenuidad de los peces jóvenes», según el Libro Rojo de los Peces de Balears. En el mes de octubre, además, los juveniles siguen muy cerca de las costas, a las que suelen aproximarse más a partir del mes de julio.

Francesc Riera, jefe de la sección de Ecosistemas Marinos de la conselleria balear de Medio Ambiente, incide especialmente en la presión que ejercen para la especie lo que denomina «nuevos pescadores recreativos», que se desplazan «en pocos minutos, con semirrígidas o lanchas, con potentes fuerabordas, a lugares antes poco accesibles por su distancia a los puertos base o por su complicada ubicación, o que lo hacen en piraguas y kayaks, echándose al mar en cualquier lugar, y que además van dotados de tecnología puntera, con sondas y GPS. Usan, asimismo, nuevas técnicas de pesca muy eficientes (spinning, jigging o inchikus) y suelen tener un menor respeto por el mar que los 'pescadores antiguos' o tradicionales de llaüt, que basan su actividad en la fluixa y el curricán, que pescan cerca de puerto y que buscan un recurso alimenticio y entretenimiento».

La normativa entiende como juveniles (conocidos popularmente como verderols por su vistoso color y en referencia al pájaro homónimo) los ejemplares de menos de 30 centímetros, que son los que es más habitual encontrar formando bancos mayores, persiguiendo castañuelas y otros peces pequeños en aguas abiertas. Estos ejemplares, a pesar de la ingenuidad que muestran al caer en la trampa de los pescadores recreativos, desarrollan en ocasiones una curiosa y astuta estrategia de caza; se unen a grupos de salpas (un pez herbívoro, inofensivo) para que otros peces no muestren temor. Cuando están suficientemente cerca de las presas potenciales, surgen del grupo de salpas y atacan.

Por otra parte, vale la pena apuntar una singular relación de esta especie con los plásticos flotantes. Los juveniles de cirviola se asocian a objetos que flotan para protegerse en la inmensidad pelágica. De hecho, se considera que su intensa coloración disruptiva, con franjas de amarillo limón, se debe a que intenta mimetizarse con las algas pardas que se desprenden de los fondos a mediados del verano para acabar flotando a la deriva y sirviendo de protección a diversos peces. Según explica Francesc Riera, en el caso del Mediterráneo, estas algas son del género Cystoseira. Resulta, sin embargo, que su presencia se ha reducido considerablemente, al tiempo que aumenta la basura flotante, así que los peces han aprendido a usar esa basura para ocultarse debajo de ella en mar abierto. Con esos plásticos, o también trozos de madera, no sólo viajan los peces limón, sino también peces piloto, llampugues, peces ballesta y juveniles de salmonete, besugo y jurel, por ejemplo.