María (nombre ficticio), de 16 años, está harta de que la miren por encima del hombro y de que la discriminen sólo por el hecho de vivir en el centro de menores ´Padre Morey´, en sa Coma. Esta adolescente también está cansada de los prejuicios y de la ignorancia de las personas que creen que los jóvenes que viven en un centro de menores es por mala conducta. «Yo no soy una delincuente. Vivo en sa Coma por circunstancias de la vida, pero yo no he hecho nada malo», insiste la joven, que ha tenido que explicar mil y una veces que su lugar de residencia no es un castigo por mala conducta, sino un techo. «Los que estamos en un centro de acogida no tenemos otra opción», remarca la joven.

María se define como una niña «normal y corriente, responsable y que estudia para tener un futuro mejor». Ella entró en 2011, entonces tenía doce años, en ´Padre Morey´. Este centro es para adolescentes de entre 12 y 17 años y tiene una capacidad para 20 menores.

Desde entonces, cuenta que soporta malas caras o miradas de desprecio solo por el hecho del lugar en el que duerme. Tampoco comprende que le pregunten qué ha hecho para vivir donde vive y suele contestar con indignación y con impotencia. Con el paso de los años, se ha acostumbrado a escuchar esas cuestiones e intenta que le afecten lo menos posible, ya que más de una vez le han insinuado que «por algo estará allí». «El de sa Coma es para personas que están desamparadas, es un techo, no un centro correccional», insiste María.

Sin embargo, la gota que ha colmado el vaso ha sucedido este verano. Como ya tiene 16 años, la joven pensó que sería buena idea trabajar unos meses y así poder ahorrar algo de dinero para continuar sus estudios.

Discriminación laboral

Le llamaron para hacer varias entrevistas e incluso en una de las empresas casi la contratan. «Hace poco abrieron una perfumería, a los entrevistadores les encanté y estuvieron a punto de contratarme. Cuando ya me habían explicado las condiciones e informado del día que comenzaba, yo les dije que necesitaba que el Consell me firmase el contrato de trabajo porque vivo en un centro de acogida. De repente les cambió la cara», cuenta apenada la joven.

Ella ya se temía lo peor: a falta de una firma para conseguir un trabajo, su oportunidad se esfumó sólo por su situación personal. «Esto es un motivo de discriminación laboral. La única razón por la que no contaron conmigo finalmente fue por el lugar donde vivo», se queja esta menor, que recuerda como si fuera ayer el día que rompió a llorar en el Consell. «No quería explicar mi situación y me negaba a tener que contar que dormía en un centro de menores», señala María.

Aunque en el centro de menores no le falta de nada, comenta que le gustaría vivir con una familia de acogida. «Me gustaría recibir cariño y afecto de una familia. Los profesionales del centro me ayudan mucho, pero cuando acaban su turno se van a casa», lamenta. Por suerte, en Padre Morey ha encontrado a unos compañeros que se han convertido en su familia. Es un grupo que entró en el centro el mismo año que ella, así que son como una piña.

Apoyo del instituto

Además de estos amigos, que son casi como sus hermanos, también cuenta con el apoyo de los compañeros y del profesorado del centro de Secundaria en el que estudia. «En este instituto todos me apoyan y me dan muchas facilidades. Si me ven mal, se preocupan por mí y enseguida me preguntan qué me ocurre», cuenta la joven.

Su futuro es una cuestión que le preocupa. De hecho, este será el último año que resida en el centro de menores de sa Coma. «Hablé con el director para preguntarle qué podía hacer para aprovechar al máximo el tiempo que me queda y saber si dispondré de alguna ayuda cuando salga de aquí», relata.

En cuanto a su futuro, su objetivo es estudiar Educación Infantil y un curso para trabajar con niños con necesidades especiales, pero confiesa que siente miedo cada vez que piensa en cómo será su vida cuando abandone el centro. «Me tiemblan las piernas cuando pienso en el futuro, pero mi sueño es salir de sa Coma con mis estudios acabados, tener un trabajo que me permita hacer mi vida y tranquilidad», concluye.