­En las playas de Sant Josep sigue habiendo más hamacas de las autorizadas, al menos en las cuatro que ha visitado este diario: Cala Bassa, es Jondal, ses Salines y Platja d´en Bossa. Especialmente sangrante es el caso de es Jondal, donde el 19 de agosto por la mañana había un 60% más de tumbonas. En ninguna de ellas, además, se cobran los 10 euros establecidos por el Ayuntamiento. La mayoría reclaman 15 euros de alquiler por hamaca alegando que incluye un colchón, aunque los precios alcanzan los 30 euros e, incluso, llegan a exigir que los clientes se queden a comer si quieren tumbonas.

Cala Bassa

Una de cada tres tumbonas no están autorizadas

Prácticamente una de cada tres tumbonas desplegadas en Cala Bassa la tarde del 19 de agosto se alquila de manera irregular. Según los datos del Ayuntamiento, los siete lotes no pueden superar las 226 hamacas y las 110 sombrillas, pero cerca de las tres de la tarde se podían contar 325 tumbonas y 159 parasoles. El espacio está delimitado por una cinta naranja, pero fuera de esa zona los concesionarios tienen apiladas varias mesas. Es la hora de la comida y frente a buena parte de las hamacas hay mesas de tamaño considerable en las que los camareros están sirviendo champán y comida. En ellas cabe una cubitera, varios platos, una aceitera, el bote de salsa de soja, cubiertos, varias copas, la bandeja del pan, servilletas, un cenicero... Estas mesas se suman a las auxiliares, pequeñas, que están autorizadas. En esta playa no hay concesión para hamacas dobles, pero se ven algunas. Pasan prácticamente desapercibidas, pero si se mira la estructura de algunas hamacas, se pueden ver somieres grandes sobre los que descansan hasta tres colchones.

Frente a las concesiones cabe una fila de toallas, aunque la mayoría de los bañistas de la superpoblada playa (apenas se distingue la arena) se concentran en los espacios libres de concesiones. La saturación de la playa es tal que los socorristas han tenido que crear un improvisado pasillo con palos de sombrilla atados con unas cuerdas para evitar que la gente se tumbe frente a la torre, impidiéndoles salir corriendo en caso de emergencia.

Varios bañistas locales celebran con gritos y palmas que alguien esté contando las hamacas. «Esto es una vergüenza», opina uno de ellos. «Lo primero que preguntan cuando vas a ocupar una hamaca es si vas a quedarte a comer, y si respondes que no lo sabes no te dejan quedarte», explica otro.

Es JondalMás de cien hamacas de más

Apenas pasan de las diez de la mañana y en es Jondal ya están colocadas las hamacas y sombrillas de todas las concesiones. El exceso aquí es aún mayor que en Cala Bassa. No puede haber más de 178 tumbonas, pero hay 285, sin contar las dobles, que contabilizan aparte. Esto supone 107 más, un 60% más de lo permitido. Eso sí, todas ellas están bien pegadas y dentro del espacio delimitado con cinta naranja, cuerda o, simplemente, còdols que marcan la frontera entre el espacio de arena de las concesiones y el de piedras para las toallas.

Hay tótems informativos de cada una de las concesiones, pero sólo pueden leer los detalles quienes ocupan las hamacas, ya que están colocados dentro. Justo al lado de la placa que indica que el precio de cada tumbona es de 10 euros descansa una pareja de italianos. Les han cobrado 15 euros por cada hamaca. Ella explica que ha preguntado por qué les cobraban cinco euros de más: «Me han dicho que era por el colchón, y que sin él no nos dejaban ocupar las hamacas. Cuando me lo han dicho me hubiera ido a la playa [señala el espacio que ocupan varias personas], pero él [señala a su acompañante] no se encuentra muy bien y preferimos quedarnos aquí». Asegura que ha pedido varias veces el tique, sin éxito.

En esta playa están autorizadas 44 hamacas dobles, hay 56. Varias camas balinesas, prohibidas, permanecen aún en la parte de atrás de uno de los locales. En ese mismo espacio se pueden contar decenas de estructuras de hamacas dobles, colchones de matrimonio, mesitas auxiliares y más tumbonas. En uno de los aparcamientos hay más de 200 hamacas acumuladas. Son iguales que las que están colocadas en la zona de baño, pero sin colchoneta.

Una visitante habitual de la playa denuncia que no se puede acceder a la playa sin pasar por el espacio ocupado por alguno de los establecimientos y reivindica que haya accesos claramente públicos.

Ses SalinesEspacio para toallas frente a las tumbonas

Hasta dos filas de bañistas en sus toallas ocupan la primera línea de playa a lo largo de ses Salines. Obligados a delimitar su espacio, los concesionarios no se han atrevido este verano a no respetar el mínimo de seis metros de arena libre de elementos entre el mar y tumbonas y sombrillas. El único espacio pegado al agua en el que los usuarios no pueden colocarse son los metros que ocupa la concesión de velomares, en cuyo acceso por mar está prohibido el baño. La zona está delimitada con boyas para garantizar la seguridad de los bañistas.

En esta playa también se supera el número de hamacas. Están autorizadas 441, según el Ayuntamiento, pero el viernes 19 de agosto a las once y media de la mañana hay 515 sencillas y 70 dobles, lo que suponen 214 de más. El precio establecido por el Ayuntamiento de Sant Josep (10 euros), tampoco se respeta en la mayoría de las concesiones. En una de ellas, delante de un restaurante, una clienta italiana asegura que han pagado 15 euros. Unos metros más adelante, frente a otro establecimiento, un turista francés indica que ha pagado 25 por cada tumbona. Cuando se les pregunta si no han visto las placas en las que se indica claramente el precio de 10 euros, en ambos casos se encogen de hombros. La italiana señala que le han explicado que ése es el coste de una «hamaca básica» y que en el local «sólo tienen tumbonas premium». Está de vacaciones y no le apetece discutir por unos «pocos euros». El francés lo encuentra «lógico»: «Incluye la mesa para comer y un colchón grueso, muy cómodo».

En las concesiones que hay frente a varios restaurantes están ya preparadas las mesas para el mediodía. Son del mismo tamaño que las de Cala Bassa, aproximadamente el doble de grandes de las que están permitidas.

Al final de la playa, el espacio de las concesiones está delimitado, pero no sirve de nada. Las hamacas, sombrillas y mesitas auxiliares campan a sus anchas fuera de esa zona. Algunas están realmente pegadas a la orilla.

Platja d´en bossaHamacas de más, pero lejos del agua, y seguridad agresiva

Platja d´en Bossa ha mejorado este verano. Si en 2015 había casi 700 hamacas más de las autorizadas, este año sobran 101 individuales y 37 dobles. Además de todas las mesas prácticamente de comedor en las que varios establecimientos sirven la comida a sus clientes. En algunas de ellas, recién finalizado el ágape, aún descansan vasos, copas, platos vacíos, botes de aderezos y especias, cubiteras no precisamente pequeñas... El año pasado, fue precisamente una de estas mesas la que disparó la polémica sobre las concesiones de playa, ya que el empleado de uno de estos establecimiento quitó las toallas y pertenencias de unas bañistas para ubicarla.

Los (malos) modos siguen siendo los mismos este verano. Uno de los empleados de seguridad de uno de los beach clubs sale corriendo cuando ve a la fotógrafa y la redactora de este diario, fuera del espacio marcado, contando elementos y comprobando las condiciones de la concesión. «¡No puede! ¡No puede! ¡No puede!», grita con marcado acento alemán. Al recordarle que es espacio de dominio público y negarse las periodistas a abandonar la labor, pone la mano frente al objetivo, chilla, insulta, se echa encima y amenaza con «tirar la puta cámara al mar» antes de levantar el brazo como si se dispusiera a dar una bofetada. Dos trabajadores de seguridad más, un español y un italiano, se suman al alemán. Los tres continúan con insultos, gritos y amenazas en un intento de disuadir a las periodistas, que, vista la agresividad de estos empleados, recurren a la Guardia Civil, momento en que el responsable de seguridad del local, hasta ese momento apoyando a sus tres trabajadores, rebaja el tono, les pide que se marchen y reclama comprensión a las reporteras. Sólo al saber que la Guardia Civil está en camino pide disculpas y cuando llegan los agentes asegura que se ha tratado de un «malentendido». Los guardias animan a las periodistas a seguir «con el trabajo» y se quedan en el local.

Varias de las concesiones no respetan el espacio, que ni siquiera tienen delimitado, y prácticamente ninguna ofrece hamacas a diez euros. Los precios oscilan entre los 15 y los 30 por tumbona. Uno de los locales cuenta con camas balinesas, prohibidas por el Ayuntamiento. Otro de los principales cambios respecto al año pasado es el relativo silencio. La música sobrepasa los decibelios del mar en un par de puntos de la playa, sobre todo frente a un bar, donde bailan, beben y fuman decenas de turistas borrachos. También es ahí donde las hamacas casi se echan sobre el agua y no mantienen los metros mínimos para extender toallas y el paso de bañistas.