­Eva y Alicia Cardona, hermanas y vecinas de es Cubells, llevan toda la vida bañándose entre los cantos rodados de sa Caixota. Decenas, centenares, de chapuzones. El de ayer por la tarde, sin embargo, fue un poco especial. Las olas, las salpicaduras del mar, el tacto de las piedras, los gritos de la familia, tenían cierto aire de victoria, de batalla ganada. Y es que ayer por la tarde, estas dos hermanas eran parte de la quincena de residentes en es Cubells que, con un berenar de senalló y un baño en la pequeña cala, reivindicaron que la costa es de todos y celebraron la retirada de las puertas con las que la propiedad de la urbanización Vista Alegre había vetado el acceso al mar.

La cita de la asociación de vecinos de es Cubells es a las cuatro y media. Eva y Alicia, acompañadas de Antonio Escandell y Carlos Antoranz, son las primeras en llegar. En sus senallons llevan patatas fritas y agua bien fría. «Y bolsas de basura», matizan. Ya que están, aprovecharán para limpiar un poco la zona, que le hace falta, opinan. A la sombra de la enorme adelfa que hace de arco sobre las escaleras que bajan a la playa comentan el «estado de shock» en el que se quedaron los vecinos cuando vieron que habían puesto unas puertas para impedir el acceso a la costa. No se lo podían creer: «Suerte que estamos muy unidos en el pueblo».

Celebran que las puertas hayan desaparecido, pero piden que la propiedad retire también el marco metálico en el que se apoyaban. No sólo para evitar que las puertas vuelvan a aparecer sino por seguridad. El marco está combado y rajado por las esquinas. Ignoran qué ha pasado, pero exigen que lo eliminen ya. Los vecinos recuerdan que no es la primera vez que se han encontrado con gente que ha cerrado los accesos a la playa. Ya les pasó en sa Pega, un pequeño rincón cercano a Cala Llentrisca donde también pusieron puertas. «Tenía hasta cerradura», recuerdan las hermanas, que explican que, después de que los vecinos lo denunciaran, quitaron el cierre. «Ahora no está cerrado nunca», apuntan mientras esperan a otros vecinos que, a través de whatsapp, han confirmado su asistencia al berenar de senalló.

Las fotos de Pepita

La siguiente en llegar, Pepita Marí, a la que acompaña su sobrina Rocío, es quien hizo las primeras fotos de las puertas: «Nadie podía venir, y lo hice encantada. Ni me escondí». Pepita, que también lleva patatas fritas en su cesto playero, explica que sus antepasados eran, originalmente, los propietarios del terreno en el que están. Hicieron una permuta y en las antiguas escrituras, destaca, se especifica que la familia, a pesar de eso, seguía manteniendo el derecho a acceder a la costa. El mismo día que colocaron las puertas se puso a buscar los documentos. Por si acaso.

Para los vecinos, el problema es que «muchos extranjeros» desconocen que en España la costa es pública. Todos están convencidos de que las propias inmobiliarias y promotoras convencen a los clientes para que compren dejándoles caer que tienen acceso a una playa privada.

A las cinco y media de la tarde, con sus senallons colgando del brazo, una decena de vecinos baja las empinadas escaleras que conducen a la playa, caminan por las grandes rocas hasta llegar casi al final de la cala, donde hay un pequeño recodo con piedras más pequeñas y algo de arena. Extienden sus toallas, se desvisten y entran en el mar. Todos. Desde Rocío, la más pequeña, hasta Joan, el más veterano.

Pasados unos minutos se les suma el presidente de la asociación de vecinos, Vicent Marí Palermet, que llega navegando en su propia barca desde Porroig, donde ha pasado el día con su familia. El que la quincena de vecinos disfrutan en ese momento no es su último baño reivindicativo. Tienen en mente otros. Como recuperar uno de los accesos al Niu de s´Àguila.