La roja (Scorpoena scrofa) es a la gastronomía pitiusa, y salvando las distancias, lo que el pez globo a la cocina asiática. Si bien no puede decirse que la roja (cabracho en castellano o cap-roig en Mallorca) sea tan venenosa como el pez globo, lo cierto es que este pez con coraza de espinas posee unos amenazadores radios espinosos que van unidos a glándulas venenosas capaces de provocar una desagradable inflamación local acompañada de mareos y fiebre. Nadie que haya crecido en las Pitiusas desconoce el riesgo de pincharse con una roja. Probablemente, tampoco desconozca su sabor. Y si el veneno del pez globo se sortea con una hábil y compleja cercenadura de las partes peligrosas, la simple cocción hace desaparecer el veneno de la roja, que sigue activo incluso cuando el animal está muerto.

El cabracho es una especie clasificada como de ´preocupación menor´ en el Libro Rojo de Peces de Balears. Sin embargo, su alto valor comercial, el hecho de que se capture con prácticamente todas las artes pesqueras existentes y sus costumbres, que la convierten en presa fácil, impelen a no bajar la guardia. La pesca ilegal, sobre todo la pesca submarina ilegal, representa una de las mayores amenazas de este pez tan conocido en las islas.

El biólogo Carlos Barceló, autor de un trabajo sobre la pesca de la Scorpaena scrofa en Ibiza, está de acuerdo con esa apreciación sobre la pesca submarina, sobre todo cuando a la ecuación se suma la venta del pescado obtenido de la pesca recreativa, que además supone una competencia desleal que perjudica a los pescadores profesionales. De hecho, para intentar evitar la venta ilegal de pescado procedente de una actividad recreativa, ésta es una de las especies para las que el Govern balear ha establecido la obligación de marcar las piezas capturadas con un corte en una aleta.

Una ´roja´ fotografiada en los fondos de la zona de sa Conillera. Foto: Joan Costa

Barceló, que escogió la roja para su trabajo por la importancia que tiene este pez en las Pitiusas y también por su resistencia a la exposición al aire, centró su estudio en las modalidades de pesca, la supervivencia de los ejemplares descartados y devueltos al mar y la incidencia del estrés fisiológico asociado a la captura. Sus conclusiones apuntan a que «la gran presión pesquera que sufre esta especie hace que en muchos casos la medida de las capturas sea cada vez más pequeña» y sostiene que debe hacerse un esfuerzo mayor en la concienciación «de que las especies de bajo valor comercial se tendrían que devolver lo antes posible al mar para que puedan crecer y reproducirse llegando a triplicar su precio en el mercado» (de 9 euros el kilo a 28 ó 29 euros). Los ejemplares más pequeños suelen acabar mezclados con la morralla en el mercado, a un precio muy inferior al que obtendrían si se dejara que esos individuos crecieran. Y este simple factor económico y práctico puede ser un buen incentivo para una pesca más sostenible del cabracho.

Desde este punto de partida, la pregunta que Barceló ha querido contestar en su estudio es si los ejemplares pequeños descartados por los pescadores sobreviven al estrés y las condiciones de la pesca al ser de nuevo liberados en el mar. Para ello, y contando con la colaboración de los pescadores, algo que el biólogo destaca especialmente, se embarcó en pesqueros de las diferentes modalidades de pesca para seguir todo un proceso de captura, estabulación y liberación de ejemplares, incluyendo toma de muestras de sangre para poder analizar su respuesta fisiológica al estrés y la oxidación.

La zona de estudio se concretó especialmente en las aguas de las reservas naturales de es Vedrà, es Vedranell y los islotes de Poniente. De todo ello, y resumiendo, concluye que las tasas de supervivencia son muy diferentes según las distintas artes de pesca y que en la pesca de arrastre, la menos selectiva, la posibilidad de supervivencia de los descartes es prácticamente nula, por lo que propone aumentar la abertura de las mallas para que los peces más pequeños no queden atrapados en ellas. «El porcentaje de descartes con esta modalidad pesquera puede alcanzar hasta el 45 por ciento», explica, y «las capturas de S. scrofa asociadas son inferiores en medida y valor comercial respecto a la pesca con trasmallo".

En la pesca de trasmallo, la tasa de mortalidad se reduce al 23,66 por ciento de los individuos en el momento que suben a bordo de la barca. Y en la pesca recreativa se dan los mayores porcentajes de supervivencia. Resalta Barceló, asimismo, la importante variable que significa el hecho de que los peces puedan permanecer por más tiempo dentro de las redes, lo que aumenta el nivel de estrés, una variable que no condiciona a los ejemplares pescados con volantín. «En el caso del trasmallo, se observa que hay muchos ejemplares que se estropean dependiendo de la zona o del tiempo que han estado caladas las redes. Los peces capturados dentro de la red están expuestos a depredación por nematodos, crustáceos, morenas, congrios o incluso delfines. Esto hace que el pez no pueda ser comercializado y, por tanto, se vuelve a lanzar al mar», señala.

La talla mínima para la pesca del cabracho, una de las especies más demandadas en los mercados pitiusos, está situada en 25 centímetros; esta especie puede alcanzar entre los 30 y 50 centímetros y unos tres kilos de peso. Además de la Scorpaena scrofa, en aguas pitiusas pueden encontrarse de forma habitual otros dos escorpénidos, la S. porcus (rascassa) y la S. notata (tinyós), que suele hallarse a mayor profundidad.