Hubo una época en la que la mayoría de edad de los hombres no se alcanzaba con el derecho a voto o un permiso para poder conducir un vehículo, sino cuando padre, abuelo o padrino les hacía entrega de un arma. Cuando en Ibiza no se podían comprar pistolas por correo pero tenerlas era cuestión de vida o muerte, o al menos de honor, y casi todas las que entraban en la isla llegaban de talleres de Ripoll y el País Vasco, en esa época, en el siglo XIX y bien entrado el XX, hubo en Ibiza una producción armamentística local que hoy está representada principalmente por el catxorrillo o cotxorrillo, un arma de fuego con sistema de percusión (o pistón) y de avancarga.

El cotxorrillo (según la grafía que han preferido emplear en el Museu Etnogràfic d'Eivissa) es la denominación pitiusa derivada del tipo de arma conocida en el resto del país como cachorrillo, muy popular en España y otros países europeos en el siglo XIX. Conocida también porque con un cachorrillo, precisamente, se quitó la vida el escritor Mariano José de Larra el 13 de febrero de 1837.

´Catxorrillo´ de fabricacio?n ibicenca. Foto: Joan Costa

El nombre hace referencia a unas pistolas de pequeño tamaño y que, al estar prohibidas, no solían incluir la marca del fabricante. Sus dimensiones permitían ocultarlas con facilidad. Sin embargo, parece que la cuestión del tamaño no era tan determinante en las islas para que una de estas armas de pistón estuviera catalogada en tal denominación, ya que el museo guarda en sus vitrinas un cachorrillo casi tan grande como alguno de los primeros revólveres fabricados por Colt. Es una pieza de fabricación tosca pero efectiva, y eso sí es una característica de las obras de los talleres locales, que además preferían las maderas de parra, por ser ligeras y fáciles de trabajar. Aunque también usaban con frecuencia el nogal y el cerezo.

Los pueblos de Sant Llorenç y Sant Carles descollaron en la fabricación de armas, donde, hasta mediados del siglo XX, conocidos herreros ibicencos aprendieron también el oficio de armeros. Los nombres de las familias March, Armat y Mossons figuran entre las de los artesanos armeros de la época y son los que cita el Museu Etnogràfic d'Eivissa en el folleto con el que presenta una de las exposiciones que tiene actualmente abiertas: 'Armes a la pagesia. La defensa de la terra', en la que se muestran tanto armas de fuego (la mayoría fabricadas en la Península, incluidas las conocidas como fluixes, pero que fueron propiedad de payeses ibicencos) como también cuchillos.

Pistola Lefaucheux del siglo XIX. Es una ´fluixa´ con bayoneta, probablemente fabricada en el País Vasco. Foto: Joan Costa

Las primeras armas civiles, de propiedad particular, documentadas en la isla son armas blancas, lanzas, espadas y puñales de los inicios del siglo XVIII. Algunas de las armas de las que dispone el museo para esta exposición son adquiridas y donadas por particulares y otras están expuestas como donaciones temporales. Son todo armas de fuego y cuchillos, aunque los expertos consideran que antiguamente también debió ser muy habitual el uso de estoques y bastones que muchos pitiusos todavía deben conservar y de los que el museo aún no posee ninguno en su catálogo.

Disparos con pólvora en los bailes

A pesar del título de la exposición, cabe añadir que, en los campos pitiusos y desaparecida la piratería, las armas pasaron de ser necesarias para la defensa de la tierra a representar un uso más relacionado con la defensa del honor y la reafirmación del valor del hombre. Y en este contexto se entregaban armas a los jóvenes adolescentes, que no perdían ocasión de demostrar que iban bien armados. Cuestión distinta era que supieran usar adecuadamente sus pistolas o revólveres; en la edición del 27 de diciembre de 1915 de Diario de Ibiza puede leerse el siguiente suceso: «Ayer fue conducido al hospital un joven natural de San Mateo que llevando una pistola en el cinto tuvo la desgracia de que se le disparara ocasionándole una herida gravísima. El infeliz falleció por el camino a causa tal vez de una gran hemorragia que le sobrevino».

Cuchilla con funda. De manufactura ibicenca. Foto: Joan Costa

Las armas eran habituales en los bailes, en los que se disparaba sólo con pólvora a los pies de las mujeres como saludo, y eran usuales los domingos en la iglesia. En las plazas de todas las parroquias existía una gran piedra, el mac de fer trons (que aún se puede ver en Sant Miquel), destinada a que los jóvenes disparasen sobre ellas sus pistolas. Las excusas para tal derroche de pólvora fueron variadas, desde mostrar alguna ofensa o descargar agresividad hasta rendir homenaje al Santísimo tras la Eucaristía.

Hasta mediados del siglo XX, y a pesar de la prohibición de portarlas que existía ya entonces, las armas fueron complemento habitual de los payeses pitiusos, de tal forma que en la edición del 31 de octubre de 1902 de El Porvenir puede leerse, en una noticia con el titular ´Aumentan los crímenes´, que «pronto veremos en pleno día al campesino dirigiendo el arado con una mano y con la escopeta cargada en la otra. Si es que queda alguno fuera de la cárcel o del cementerio».