­Antes de que Vicent Torres presidiera el Consell de Ibiza, en la isla no había ni una sierpe que amenazara la existencia de la venerada sargantana. Es lo que opina la bancada popular de la máxima institución pitiusa. Teoría que choca con la que esgrimió ayer el equipo de gobierno durante las cerca de ocho horas (la intérprete de signos seguro que acabó con agujetas en las manos) que duró el pleno de debate del ´estado de la nación´ ibicenca. Torres, De Sans and cia están convencidos de que en tiempos de Vicent Serra los ofidios ya campaban a sus anchas en la isla, pero el equipo de gobierno del PP prefería ignorar al temido reptil. Dedicaron bastantes minutos al bíblico animal, pero no llegaron a ponerse de acuerdo. ¿Quién fue antes, las serpientes o Vicent Torres?

No fueron las únicas bestias que desfilaron por el soporífero debate. Aunque en su discurso de más de una hora el presidente del Consell obvió el polémico exterminio de las cabras de es Vedrà, ahí estaba el portavoz de la oposición, Mariano Juan, para recordárselo. «Lástima que no tuvieran el mismo acierto cazando serpientes», ironizó Juan, que protagonizó uno de los momentos más tensos del debate. El portavoz de la oposición tuvo que recordarle a Viviana de Sans, vicepresidenta primera, que a quien debía dar la réplica era al discurso del presidente del Consell y no a él, por más ganas que le tuviera. «Dan mucho de sí las intervenciones de Juan con sus términos náuticos, excepto para hablar de prospecciones, refugiados...», comenzó De Sans antes de que la oposición la cortara y comenzaran un rifirrafe en el que Juan pidió respeto, De Sans dijo que si les gustaba o no su exposición le daba igual y papá Torres se limitó a un «esperemos a que acabe su intervención». Por un segundo pareció que los populares pensaban abandonar la sala, pero al final se quedaron. Dándole la espalda a la vicepresidenta primera, eso sí.

Mutables e inmutables

Cosa que no ocurrió cuando habló la otra vicepresidenta, Marta Díaz, que nombró tanto a Mariano Rajoy, los recortes y la ley Montoro que más de uno entre el público (numeroso, todos los grupos estaban apoyados por su tuitera claca) pensó que se había equivocado de pleno. A Díaz no se le descompuso el gesto en ningún momento, más parecía una efigie que una consellera. Bueno sí, al final de su segunda intervención subió el tono. Le habían mentado el incremento en los gastos de personal y Díaz acusó al anterior equipo de gobierno de haber dejado Fecoef «en quiebra» (el conseller Vicent Roig negaba con la cabeza). A punto estuvo de despeinarse también cuando Juan le recordó, tras su insistencia y la de Torres en cómo mejoraron la espera de la ITV a los pocos días de llegar al Consell, que en la anterior legislatura, la que llegó a acumular siete meses de demora para una cita, ella era la «jefa de servicio». El miedo a salir descompuesta en una foto contuvo la niña del exorcista que en ese momento pugnaba por manifestarse en su cuerpo.

El que ni negó ni afirmó ni se inmutó cuando lo nombraron fue el director insular de Deportes, Fernando Gómez. Tan concentrado estaba en su smartphone que no pareció enterarse de cuando Juan aseguró que él, al igual que los directores de Transparencia, Movilidad y Territorio, parecen estar «de año sabático». Él siguió ahí, dándole a la tecla. Los otros se limitaron a sonreír con desdén.

Nada comparado con las negativas de David Ribas, conseller de Cultura, cuando Juan le acusó de ser poco menos que el faraón que expulsó a los alumnos de la UNED de Cas Serres y a los motoristas de sa Coma «sin ningún consenso». El presidente salió en su defensa y le preguntó a Juan cómo es posible que si tan preocupados están por el tema del agua, su partido no nombrara al líquido elemento «ni una sola vez» en el «último debate» del estado de la isla. Esa misma que, según Viviana de Sans, va camino de convertirse en una Venecia «sin habitantes», una «supraurbanizada» Malta o una Singapur «sin zonas rurales» si no se pone freno al turismo no sostenible. De Sans mira en su bola de cristal y ve Ibiza como «un parque temático», como una isla que «tiene muchos números para morir de éxito». En eso sí que coincidieron todos, los tres partidos: Ibiza está «al límite».