­Cáritas de Ibiza repartió 74.000 kilos de alimentos durante el pasado año entre más de 3.000 beneficiarios, según detalló ayer el coordinador de la entidad, Gustavo Gómez, cuando dio a conocer la memoria de actividades que llevó a cabo la entidad en 2015. Gómez destacó que el 20% de esas tres mil personas, unas 600, eran menores de 16 años. A su juicio, ese dato demuestra «que muchos niños pasan hambre en Ibiza» y que esta sociedad «no es tan bonita como parece, pues a solo 100 metros de los yates de lujo que amarran en el puerto de Vila viven chavales que no tienen nada para comer».

Lo sangrante es que la entidad realiza esa y otras muchas labores sociales (que no cubre la Administración) sin que los ayuntamientos y el Consell de Ibiza estén al día en sus pagos. Por ejemplo, a fecha de hoy Cáritas no ha recibido aún ni un euro de los 350.000 que figuran en los convenios suscritos para este año con los consistorios pitiusos y con la principal institución insular. Dos ayuntamientos (Vila y Sant Josep) ya los han firmado, pero todavía no han transferido un solo céntimo a la entidad. El resto ni siquiera ha rubricado todavía sus respectivos convenios, que les fueron entregados en diciembre.

Póliza e intereses

Y eso tiene penosas consecuencias para las arcas de Cáritas, que cada año debe suscribir una póliza bancaria (como otras muchas asociaciones ibicencas cuyos presupuestos dependen en buena parte de las instituciones) para seguir cubriendo sus actividades, pagar salarios, alimentar a personas en su comedor (sirvieron 30.000 menús a lo largo del año) e impartir formación. Solo en intereses pagó 10.000 euros en 2015, un dinero que se podría haber destinado a la ayuda a los más desfavorecidos.

Miguel Ángel Sánchez, delegado episcopal de Cáritas señaló que su organización está al límite: «Con este sistema de funcionamiento no podemos tener más recorrido. Pensando en el futuro habrá que replantearse las cosas», advirtió. Para Sánchez «no tiene justificación que las limosnas sirvan para pagar 10.000 euros de intereses». Entre feligreses y donantes reciben unos 180.000 euros al año.

Porque pese a la aparente mejora de la situación macroeconómica, esos brotes verdes que aparecen en las estadísticas laborales y financieras, en Cáritas no observan una sustancial mejora de los problemas sociales que atienden a diario. Así, en 2015 dieron ayuda a unos 1.500 individuos, sólo un 4% menos que en 2014. Para Gustavo Gómez, ese descenso porcentual no es significativo, pues se trata únicamente de 70 personas menos que un año antes, que quizás correspondan a emigrantes que han regresado a sus países de origen. «Nosotros no vemos esos brotes verdes. Cuando hay una crisis es fácil caer en la pobreza, pero luego cuesta mucho salir de ella, como estamos comprobando», afirmó Gómez.

Otro dato que confirma que la economía no es tan boyante como se pregona: un 20% de la población pitiusa se encuentra en riesgo de exclusión social, según los datos que manejan en Cáritas. Es un porcentaje que está por encima del de otras comunidades. De hecho, Balears está a la cola (puesto 16) de las 17 autonomías en cuanto a desigualdad entre ricos y pobres. «Hay otra Ibiza, la que está al límite de la exclusión», recalcó Gómez.

Ayudas para pagar la luz

Durante el pasado año Cáritas repartió como becas 130.000 euros en «ayudas puntuales y necesarias» para pagar la luz o el teléfono, una cifra «muy alta, tanto como en 2014», apuntó Gómez. Es decir, para muchos la crisis persiste.

Es algo que se observa en el programa de acogida, encaminado a ofrecer espacios de escucha, orientación y asesoramiento. Por él pasaron 594 personas, un 10% más que un año antes. Se repartió entre ellas 30.000 euros en ayudas económicas, además de encauzar sus necesidades.