Casimiro Martínez, conquense de 85 años, tenía ganas de conocer Space por dentro. Con una máquina excavadora allanó hace 27 años el terreno sobre el que se levantó la famosa discoteca y lo libró de matorrales y cardos borriqueros. «Esto era un erial», recuerda. Luego nunca entró: «No tenía tiempo porque de día trabajaba y de noche, agotado, dormía». Conoció en persona a Abel Matutes, para quien construyó su primer hotel, pero no a Pepe Roselló, al que ayer quería estrechar la mano. Y tanto que se la dio, como todos y cada uno de los 180 miembros del Club de Jubilados de Sant Antoni a los que el dueño de Space invitó a pasar una tarde en su sala, conocerla por dentro y bailar en su terraza.

Roselló, el anfitrión perfecto, los esperó a la entrada y saludó y besó a cada uno de ellos, sin excepción y después de recibir un sonoro aplauso por parte del agradecido grupo, que llegó en tres autocares y varios coches privados. Entre los que sí habían estado antes en Space se hallaba Juan Torres, teniente de Artillería de 76 años: pero no para bailar, sino para asistir a los mítines del PP.

«Le he dicho a mi nieto que no espere que llegue antes de las cinco de la madrugada», soltó un abuelo a uno de los guardias de seguridad de la entrada, que se tronchaba. Ayer, los responsables de vigilar el comportamiento en Space, en vez de mostrar bíceps para infundir respeto, tenían un papel más amable: ayudar a algunos de los jubilados que tenían dificultades motrices, ya que algunos llegaron con bastón. «En la vida habéis visto algo así, eh», bromeó una abuela con uno de ellos.

«Muchos de los que están hoy aquí iban a mi primera disco, el Play Boy, como aquel, que es carnicero en Sant Antoni. Y muchos saltaban la pared, bien para no pagar o porque no tenían aún 18 años», contaba Pepe Roselló, que accedió inmediatamente a que los miembros del Club de Jubilados de Portmany visitaran la sala de fiestas en cuando se lo pidió su presidenta, Pepita Roselló. Esta le obsequió, en nombre de todos, con algo muy especial: «Tienes de todo, menos esto», Y le dio una foto enmarcada en la que aparecen su abuela junto a la madre de Pepita.

Roselló intentó entonces contar una parte crucial de su biografía: «Éramos cinco hermanos y sa padrineta...», pero se emocionó y tuvo que parar. Eran cinco hermanos que se quedaron huérfanos. El mayor tenía ocho años, la menor un mes. Su madre, María Prats, se quedó viuda a los 27 años, cuando su marido falleció como consecuencia de un accidente de moto. «Mi madre era una mujer muy fina que tocaba piano», rememoró poco después, tras calmar la emoción. Pero tras morir su marido «el piano dejó de sonar en esa casa en señal de duelo. Era como la casa de Bernarda Alba».

Quién sabe si porque aquel piano enmudeció, Pepe Roselló decidió entonces dedicarse a la música y abrió, en 1963, la discoteca Play Boy en la avenida Doctor Fleming y, en 1973, el Play Boy 2, en el West End. Este año, tras 27 como referente de las discotecas de Ibiza, Space cerrará: «Y no sé qué haré yo», comentaba Roselló, que pedía consejo al respecto a los expertos jubilados. Y no vale visitar obras.

Joan Trias, de 69 años («la mejor edad, eh»), y Pep Pilot, de la Asociación Retro, se encargaron de pinchar la música que los abueletes bailaron en la terraza de Space: «Suave, de los años 70, que tampoco se les puede pedir mucho movimiento», según Pilot. Pero bastó pinchar el ´Mamma mia´ de Abba para que los jubilados se despendolaran. Los de seguridad no daban crédito. Ni en una sesión de La Troya hay tanto meneo de caderas.