El Programa Erasmus+ ofrece una oportunidad única y casi impagable a los alumnos de Formación Profesional: completar la mitad de sus prácticas laborales en distintos países de la Unión Europea. Cuatro alumnos de grado medio de Cocina y Gastronomía y Servicios en Restauración del Instituto Isidor Macabich han vivido la experiencia inolvidable de residir y trabajar durante cinco semanas en Finlandia, Alemania o Italia entre mayo y junio de este año gracias a este programa. Son Claudia Marí, Rafael Arruga, Maria del Mar Roig y Duval Pincay, cuatro alumnos afortunados que no solo se han llevado en la mochila un gran aprendizaje laboral sino una experiencia vital para atesorar.

Claudia Marí, de 21 años y estudiante del grado medio de Cocina, está tan contenta de su experiencia en Alemania, concretamente en Kiel, que no le habría importando quedarse allí una larga temporada. «Es una ciudad bonita, muy verde, con gente súper amable y simpática que te ayuda si tienes algún problema. No hablan mucho inglés pero se intentan comunicar con la gente que no es de allí», relata sobre el aspecto más personal de su Erasmus +.

Del ´currywurst´ a la merluza

En su lugar de trabajo, un restaurante tradicional típico alemán, le han enseñado a cocinar platos típicos, sobre todo pescados, porque es una ciudad a orillas del Báltico, pero también carnes «y las típicas salchichas o el currywurst». Ella también dejó su impronta enseñándoles a preparar merluza en salsa verde. «Les gustó mucho», asegura Marí, que durante su estancia en el restaurante tuvo «libertad total» para hacer y deshacer. Su trabajo ha consistido sobre todo en ayudar a los cocineros, decorar los platos y elaborar postres.

Para conseguir la plaza del programa, tanto Marí como el resto de sus compañeros de aventura pasaron por un examen de inglés, y además se valoró la media de las notas, su comportamiento y la opinión del profesorado sobre su idoneidad para esta expedición.

Rafa Arruga, de 32 años, regresa de Finlandia fascinado por sus paisajes y sus gentes. «He estado en Jyväskylä durante un mes y como experiencia ha sido fantástica. Primero pasé dos semanas en las cocinas del centro escolar donde impartían ciclos formativos y dábamos de comer a más de 1.500 personas. Tuve la oportunidad además de hacer un curso de cocina finesa en el que me enseñaron a cocinar diferentes tipos de pescados y carnes al horno, hacer ahumados, repostería...», relata Arruga que, como no podía ser de otro modo en un país que siempre encabeza las clasificaciones en educación, se ha quedado encantado con su forma de impartir teoría y práctica. «Tienen un método que está muy bien para aprender», valora.

Su experiencia ha sido de las más completas porque las últimas tres semanas de estancia las pasó en un hotel con una jefa de cocina que venía de los Emiratos Árabes, de la que aprendió mucho, sobre todo porque rotó por todos los servicios y aprendió desde preparación de alimentos, a envasados, bufés y cenas a la carta.

«Además Finlandia como país es un pasada, ¡hasta tuve la oportunidad de bañarme! El agua estaba congelada, eso sí», admite. Arruga incluso ha volcado en un blog sus experiencias finesas, que se pueden consultar dentro de la web del instituto Isidor Macabich.

«Yo me hubiese quedado pero creo que los profes se habrían cabreado conmigo», bromea Rafa Arruga, que solo puede calificar la experiencia de «increíble y súper recomendable».

Por su parte, Duval Pincay y María del Mar Roig han coincidido en Italia, concretamente en la maravillosa región de la Toscana, donde, además de conocer sus bellezas, han trabajado duro.

María del Mar Roig, de 22 años, está en segundo curso de Servicios de Restauración. Explica que ha completado la mitad de las prácticas en un bar de Ibiza y la otra mitad en un bonito hotel de Marina di Massa, concretamente el Excelsior, que cuenta con cuatro estrellas.

«Mi trabajo ha consistido principalmente en atender a los desayunos bufé reponiendo material, elaborando cafés y zumos y, a mediodía, en dar servicio de restaurante normal, tanto a la carta como de menú, y banquetes, dependiendo del tipo de cliente y del día», relata. El trabajo de hotel le ha gustado mucho más que el de bar, porque está en sintonía con su carácter. «En el hotel, por mi experiencia, el ritmo no es tan apresurado como en un bar. Tienes más tiempo para elaborar el café por ejemplo, que allí es muy importante. Ahora sé hacer lo que se conoce como ´cremado de la leche´ para los capuccinos, los latte macchiato... es la espuma finita, hay que evitar que salga de burbuja grande», explica la alumna.

Aunque en un principio el examen de idiomas que les hicieron valoraba solo el inglés, tanto María del Mar como Duval Pincay han podido aprender mucho italiano. «Además pudimos seguir un curso online de Erasmus que ayuda al aprendizaje del idioma, el italiano en este caso», explica Roig.

Pincay, de 20 años, ha trabajado en el restaurante La Péniche, también en Marina di Massa. «Desde el primero momento le he echado mucho morro, no me daba vergüenza el trato con los clientes y traté de chapurrear el italiano con tres o cuatro muletillas», relata sonriente. El trato con sus compañeras de sala fue un poco tirante en un primer momento por los problemas para comunicarse pero poco a poco consiguió ganarse su simpatía e incorporarse al grupo.

Pincay no solo ha aprendido mucho italiano y otro tanto de su oficio de restauración, sino que aprovechó que Marina di Massa es un paraíso para los patinadores, por su orografía plana y sus carriles bici, para hacerse con una longboard, y echarse a la calle en sus ratos libres. «Me enamoré del suelo porque es muy plano», afirma el estudiante entre risas. «No me hubiese importado en absoluto haberme quedado allí, hasta llegué a pensarlo pero finalmente regresé», asegura.

Duvay y Roig han estado alojados en el mismo piso con otros chicos y chicas de Balears.

La experiencia ha sido un poco diferente para Claudia Marí, que vivió en Kiel un piso muy pequeño y compartido. «Tres chicas dormíamos en una habitación con tres camas apretujadas y con un solo armario y el chico en un sofá cama. La nevera era muy pequeña y el baño muy pequeño también», relata divertida. A pesar de las apreturas y el «calor humano» se lo ha pasado muy bien y está encantada de hacer vivido la experiencia.

Rafa Arruga se alojó en una residencia de estudiantes donde estuvo «muy cómodo» y, como le sucede a Duval Pincay, se ´enamoró del suelo´ porque Jyväskylä cuenta con cientos (y no es exagerar) de kilómetros de carril bici así que no se bajó de las dos ruedas en todo el tiempo de estancia. «Los conductores están muy concienciados de que lo primero son las personas y las bicicletas, así que vas muy tranquilo», subraya.

Para que estas cuatro experiencias hayan sido posibles no hay que olvidar que hay alguien detrás de una montaña de papeleo. En este caso es Juan Ramírez, el profesor del Isidor Macabich que ha coordinado todo el programa para solicitar las becas de prácticas. Los testimonios de los alumnos y su aprendizaje «compensan con creces» todo el trabajo previo, afirma.

Recuerda además que «estas cuatro movilidades han sido cofinanciadas mediante fondos del programa Erasmus+ de la Unión Europea adjudicados al proyecto EuroFP Balears de la dirección general de Formació Professional i Formació del Professorat», explica.