En las primeras inmersiones de temporada del mes de mayo, con las aguas aún a menos de 20 grados y a menos de 20 metros de profundidad, los buceadores se sorprenden un año más de la gran cantidad de langostas rojas (Palinurus elephas) que se dejan ver en los balcones de sus guaridas, en los agujeros de las rocas, mostrando al exterior sus impresionantes, inconfundibles y largas antenas acorazadas, que son sensores para orientarse y también armas para defenderse de sus enemigos. Habitualmente, a 30 metros pueden encontrarse los individuos juveniles, mientras que las langostas adultas, esas bestias con blindaje que pueden alcanzar más de medio metro de longitud, prefieren profundidades más allá de los 40 metros y hasta los 100 o incluso cerca de los 200 metros de profundidad.

La primera Lista Roja de los Invertebrados Marinos del Mar Balear, presentada este año por el Servicio de Protección de Especies de la conselleria de Medio Ambiente, destaca que la mayor amenaza para este crustáceo sigue siendo la sobrepesca, «que ha hecho que las poblaciones de determinadas zonas no se recuperen». Su elevado valor comercial, con larga tradición pesquera y gastronómica en las islas, unido a su distribución en aguas someras convierten a las langostas en una presa tan codiciada como fácil «y ha contribuido a que sean objeto de captura ilegal de buceadores». De hecho, no hay verano en el que la Guardia Civil no sorprenda a pescadores furtivos usando botellas e incluso hidrodeslizadores para capturarlas; el año pasado, un francés fue sorprendido con langostas vivas en su barca en plena Reserva Natural des Vedrà, es Vedranell i es illots de Ponent, concretamente en ses Bledes.

Sin embargo, a pesar de la presión constante de la pesca, tanto legal como ilegal, y a que las poblaciones de langosta roja o europea se han visto reducidas en toda su área de distribución mundial, «se considera que en Balears las poblaciones se han mantenido estables durante los últimos decenios, a diferencia del resto de poblaciones mediterráneas y atlánticas, donde sufren un descenso». Y ante tan alentador y excepcional panorama, Balears ha decidido clasificar a esta especie en un nivel de amenaza menor al establecido por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN); mientras en el catálogo internacional es considerada como 'vulnerable', la categoría para Balears se sitúa en un escalón inferior de riesgo como 'casi amenazada'.

Salen por la noche para alimentarse, sobre todo de moluscos y equinodermos. Foto: Joan Costa

De las 51 especies de invertebrados incluidas en este libro rojo, otros tres crustáceos se encuentran en estas dos categorías, el bogavante (Homarus gammarus), el centollo (Maja squinado) y la cigala grande (Scyllarides latus). A la estabilidad de una especie que sufre tal presión pesquera como es la langosta ha contribuido la delimitación de áreas protegidas como la reserva marina de es Freus o la zona de protección marina asociada a las reservas de es Vedrà, es Vedranell i es illots de Ponent, que se crearon en 1999 y 2002 y que empiezan a revelar su enorme utilidad. En las áreas protegidas, se señala en la Lista Roja, «las poblaciones pueden llegar a ser ocho veces más numerosas que en las áreas sin protección».

Prohibido capturar hembras con huevos

El 75 por ciento de la flota artesanal balear se dedica a la pesca de la langosta durante los meses en los que ésta está permitida, lo que en Ibiza y Formentera, concretamente, se traduce en más de veinte embarcaciones. El plan de gestión pesquera para esta especie establece un periodo de veda desde septiembre a marzo, una limitación del tipo de arte con el que debe pescarse y una talla mínima de captura que se fija en nueve centímetros del cefalotórax del animal. Asimismo, está prohibido capturar hembras con huevos.

Y, desde el año pasado, las cofradías de pescadores de Ibiza etiquetan sus langostas con la marca 'Sabor d'Eivissa', una iniciativa para potenciar el valor de la langosta como producto local, frente a la entrada de crustáceos procedentes de Túnez o de la Península y de especies distintas a la langosta Palinurus elephas. En el Mediterráneo, apunta el biólogo marino Xavier Mas, puede encontrarse también la langosta blanca (Palinurus mauritanicus), de color rosado, mayor tamaño y que vive más allá de los 50 metros de profundidad, aunque es más habitual a partir de los 200 metros.

Un estudio sobre la langosta roja publicado hace tres años por el Instituto Español de Oceanografía (Centro Oceanográfico de Baleares) señala que en el periodo de 2002 a 2013 el esfuerzo pesquero sobre las poblaciones de langosta se ha mantenido estable en las Pitiusas y en Menorca. Ibiza y Formentera mantuvieron un número de capturas de alrededor de dos toneladas anuales respectivamente, muy lejos de las 10 y 11 toneladas que se descargan en la isla de Menorca.

Para el conjunto de las islas, las capturas anuales, en el periodo de estudio, oscilaron entre 24 y 33 toneladas. El mantenimiento de las capturas año tras año y con igual esfuerzo pesquero es una de las pruebas de que las poblaciones no disminuyen. La langosta roja, que combina colores como el violeta, el amarillo, el marrón y el rojo, fue descrita por primera vez en 1787 con el nombre de Palinurus vulgaris, que aún se mantiene como sinónimo de Palinurus elephas. Si de día los buceadores pueden descubrir su presencia en las rocas gracias a las largas y vistosas antenas, es de noche cuando salen a alimentarse, principalmente de moluscos y equinodermos y pueden verse nadando en fondos de arena. Se estima que pueden vivir hasta 15 años, y esta gran longevidad y su baja tasa de crecimiento suman un factor más en contra de las poblaciones de la especie, ya que se ven más afectadas por altas tasas de mortalidad que especies con ciclos de vida más cortos.