Las noches en el paso de es Freus eran oscuras para los navegantes en el año 1854. Ese invierno, según los datos que el ingeniero Emili Pou notificaba a las autoridades, se registraron cinco naufragios en la traicionera zona marítima comprendida entre las Pitiusas. En esos momentos, en Baleares sólo se habían levantado tres faros, y ninguno de ellos estaba en Ibiza o Formentera. A decir verdad, la situación del alumbrado marítimo del país entero 2era de bastante retraso con respecto a otras naciones europeas», en palabras del técnico en sistemas de ayudas a la navegación de la Autoridad Portuaria Javier Pérez de Arévalo, que recoge estos datos en ‘Historia de los faros de las islas Baleares’. Ese mismo año, se iniciaba la construcción del faro de s’illa des Penjats, una obra para la que no se presentó ningún licitador a la subasta y que tuvo que realizar la propia Administración.

Finalmente, la primera señal luminosa de las Pitiusas se inauguraba en mayo de 1856 para convertirse pronto en uno de los peores destinos para cualquier farero del siglo XIX. Más allá del romanticismo con el que en la actualidad pueda imaginarse la vida de un antiguo torrero, vivir en una roca de algo más de un kilómetro cuadrado, con el funesto nombre de illa des Penjats, para mantener encendido un faro alimentado con aceite de oliva y sometido a las inclemencias del tiempo, en pleno paso de es Freus, no debía ser el mejor trabajo que un hombre pudiera desear.

Cuentan que los condenados eran ajusticiados allí, pero tal vez solo es una leyenda. Foto: Joan Costa

El 11 de febrero de 1881 fue, además, un día de niebla. A pesar de que los dos faros que ya entonces existían en es Freus, el de s’illa des Penjats y el de s’illa des Porcs, funcionaban a la perfección, un vapor inglés, el ‘Flaminian’, que navegaba desde Gibraltar a Génova, embarrancó en las cercanías del primer islote. A media tarde, los dos torreros, Gabriel Riera y José Tur, se hicieron a la mar con una lancha para ayudar a la tripulación del barco inglés, pero, de pronto, su pequeña embarcación desapareció entre las olas, mientras la esposa de Riera contemplaba el naufragio desde el faro. Desde el ‘Flaminian’, donde, al parecer, no se corría peligro inmediato, observaron las señales de la mujer y mandaron dos barcas en busca de los torreros. El mar se los llevó para siempre.

La tragedia tuvo como consecuencia que el faro se quedó sin fareros que lo atendieran, lo que esa noche se solucionó enviando a es Penjats a un alumno que viajaba en el ‘Flaminian’ para que encendiese el faro. «El cual lo efectuó teniendo la luz algunas interrupciones durante la noche a causa de la falta de práctica», según puede leerse en un telegrama enviado días después al ingeniero jefe por el ingeniero encargado, en el que se advierte de la urgente necesidad de enviar nuevos torreros a s’illa des Penjats y que también se recoge en el libro de Pérez de Arévalo.

La primera señal luminosa de las Pitiusas se inauguraba en 1856, para convertirse pronto en uno de los peores destinos para cualquier farero del siglo XIX. Foto: Joan Costa

Naufragio del ‘Vicenta’

Otras intervenciones de los torreros destinados a es Freus tuvieron mayor éxito. Y tal vez el caso más recordado sea el del llaüt ‘Vicenta’, naufragado cerca del islote en mayo de 1926. Los pescadores salvaron la vida gracias a los fareros, Santiago Azcarreta y Celedonio Mendía, a los que las autoridades rindieron toda una suerte de homenajes, que incluían un par de medallas, cenas de gala y ser recibidos por la banda municipal de música en el muelle de Ibiza. El faro de s’illa des Penjats, además de ser el primero construido en las Pitiusas, fue también el primero que pasó a ser automático, en 1929 y con un sistema que usaba el gas acetileno para el funcionamiento de una maquinaria que encendía automáticamente la linterna mediante una válvula solar. A él le siguió el faro d’en Pou, en s’illa des Porcs, en 1935. No fue, sin embargo, hasta los años 60 (con Tagomago en el 63) y sobre todo en los años 70 cuando todo los faros fueron automatizándose y los torreros fueron abandonándolos.

Tras la desaparición de los últimos fareros des Penjats, hace 87 años, los únicos habitantes del islote volvieron a ser, fundamentalmente, gaviotas y otras aves marinas y algunos invertebrados. Un año después, en 1930, se describió una subespecie propia de lagartija, la Podarcis pytiusensis ahorcadosi. Y respecto al nombre del islote, que es de titularidad pública, cuentan que los condenados eran allí ajusticiados para, a modo de ejemplo, quedar a la vista de los piratas que frecuentaban la zona. Incluso Vicente Blasco Ibáñez hace referencia a este uso del islote en la novela ‘Los muertos mandan’.

Las crónicas de los primeros ahorcados se remontan al siglo XIII y eran, al parecer, piratas apresados por marinos españoles. Ya en el siglo XVI, la historia de la isla de los ahorcados continúa situando allí los ajusticiamientos de al menos cinco sublevados de la revuelta de las Germanías, llegados de Mallorca para atacar al virrey desterrado y trasladando así una de sus batallas a la isla de Ibiza. Sin embargo, la mayoría de los historiadores consideran que los ahorcamientos de los agermanados tuvieron lugar realmente en s’Illa Plana y que es probable que los ahorcamientos de s’Illa des Penjats formen parte de la leyenda.