Es la pieza más preciada del catálogo de los bienes de la Iglesia en las Pitiusas. El canónigo de la catedral, Francesc Xavier Torres Peters, no tiene ninguna duda al respecto, porque aunque en este inventario puedan existir cuadros y retablos importantes, este tipo de obras, y muy similares, abundan entre los bienes eclesiásticos, mientras que «la custodia es única. Es, por su originalidad, nuestra obra más valiosa».

La custodia de la Catedral, que data por las fechas en las que se inventó la rueda de hilar, exhibe, como pueden hacerlo pocas piezas, la suntuosidad con la que la Iglesia católica ha dotado a todos sus ornamentos, teniendo en cuenta que la torre dorada de 84 centímetros que es la gótica custodia se trata, en esencia, de la caja en la que se guardaban las hostias que se reparten en la Eucaristía. Aunque, claro está, todo parece poco si lo que hay que custodiar es el cuerpo de Cristo, que, a fin de cuentas, es lo que representa la sagrada hostia; un sacerdote preferiría llamarla la sagrada forma.

Es una torre de 84 centímetros que servía para guardar las sagradas formas que se reparten en la Eucaristía. Foto: Joan Costa

La reliquia más significativa del Museo Diocesano es mucho más que la caja de las hostias consagradas. Es una custodia procesional que cada año, el día de Corpus Christi, recorre en procesión las distintas parroquias de Dalt Vila, empezando por el altar de la parroquia del Roser de la Catedral, y baja hasta las iglesias de Sant Elm y Santa Cruz. Sólo el año 2011 tuvo que ser sustituida en su paseo anual por la ciudad amurallada, porque se encontraba en el Instituto del Patrimonio Cultural, sometida a una restauración de varios meses.

Fue el platero mallorquín Francesc Martí el encargado de realizar esta pieza, entre el año 1399 y 1400, y lo hizo inspirándose en la arquitectura gótica para elaborar una compleja torre de base octogonal, de plata dorada y con ocho fachadas de falsos vitrales de esmalte que representan los principales misterios de la vida de Cristo. En una de las caras se abre la puerta del sagrario. En un segundo bloque o piso, se representan siete santos y la Virgen con el Niño. Un chapitel o aguja piramidal corona la obra.

En la ficha sobre la custodia en el libro 'Set segles fa. Catàleg de béns mobles d'interès historicoartístic de l'Església d'Eivissa i Formentera', editado por el Consell, se explica que fue el investigador Gabriel Llompart quien encontró, en el fondo notarial de la catedral de Palma, el contrato por el cual se encargó la custodia, firmado el 20 de junio de 1399 entre el procurador que actuaba en nombre de la Universidad de Ibiza y el platero mallorquín, que se comprometía a finalizar en un año «una custodia de plata de peso de veintinco marcos», que costaría alrededor de 300 libras. En realidad, el peso no se corresponde con la obra existente que, además, debió contar originalmente con más piezas.

La ‘herba de Sant Ponç’ adornaba y perfumaba las calles el día del Corpus. Foto: Joan Costa

Francesc Xavier Torres Peters asegura, en un infome sobre la historia de la custodia procesional publicado en la serie Estudios de Platería de la Universidad de Murcia y que puede encontrarse en internet, que la obra destaca del conjunto de piezas de plata conservadas y que ha sido objeto de particular atención «por parte de prestigiosos estudiosos especialistas, y ha merecido por ello figurar en lugar eminente en las principales publicaciones sobre custodias españolas».

Parece ser que ya en el siglo XIV se convirtió en costumbre sacar las custodias de las iglesias y, más allá del acto de la misa, mostrarlas en procesión el día de Corpus Christi, que este año se celebra el 26 de mayo. En la actualidad los niños suelen lanzar pétalos de flores al paso de la procesión; antiguamente, en la isla, la tradición era que la flor escogida fuera la de la hierba de Sant Ponç (Teucrium capitatum). Es una especie abundante en toda la isla y que puede hallarse en zonas arenosas en el parque natural de ses Salines, habitual de matorrales y pinares cercanos al mar. Tremendamente perfumada, es por ello que antaño esta planta se esparcía por el suelo, en la procesión del día de Corpus Christi, para que, al pisarla, desprendiera su aroma en el recorrido. Lo confirman unas breves líneas escritas por el escritor Marià Villangómez recordando el día del Corpus de 1937, 27 de mayo, y antes de pasar a relatar 'Cuatro días en tiempos de guerra': «En la plaza que hay al lado de casa -la Plaça de Vila- habían levantado una capilla; desprendía el olor de la hierba de Sant Ponç que esparcían por delante».