Hacía décadas que los muelles de la Marina no olían a brea, destilado del pino del que emana un intenso aroma. Javi Gómez, técnico de Medio Ambiente de Santa Eulària y un apasionado de la navegación, llevó ayer a propósito un bote de esa sustancia viscosa al último Feim Barri de esta temporada en Vila, que estuvo dedicado a la pesca tradicional. Lo hizo con la intención de despertar, a través del olfato, los remotos recuerdos de los antiguos mestres d´aixa y de los trabajadores de los varaderos que visitaran la muestra. Precisamente, a escasos metros de donde Gómez instaló una mesa repleta de objetos (muchos ya en desuso) relacionados con la pesca y la marina mercante pitiusa funcionó hasta hace medio siglo el varadero de sa Riba, que situado junto al muro disponía de una rampa por donde se sacaban las embarcaciones para ser calafateadas o reparadas.

Gómez heredó su pasión por el mar de su abuelo, Paco Ribas, maquinista del ´Burlón´. De pequeño le llevaba en el vapor hasta Formentera, pero no en cubierta sino en la sala de máquinas: «Eso me caló», reconoce. Lo hizo hasta el punto de que lleva ocho años dedicando cada tarde a recuperar el llaüt ´Reina del Mar´, con el que Benjamí Costa Bailach transportó áridos desde 1953, así como a coleccionar instrumentos de navegación y a rescatar pequeñas embarcaciones tradicionales, como el llaüt ´San José´, de un siglo de antigüedad y que ayer fue expuesto en los andenes: «Es típicamente ibicenco», asegura. Se nota, según explica, por su popa, plana en vez de redondeada y porque allí cuenta con una característica pieza maciza. Como otras muchas barcas, se estaba pudriendo bajo un algarrobo hasta que acudió a su rescate.

Un chaleco del ´Reina del Mar´

A quien se acercó ayer a su puesto, Gómez le dio explicaciones prácticas de cómo los calafates usaban sus hierros, sus aixes o sus mazas para introducir la estopa entre las juntas de las maderas para que fueran estancas. También mostró una maqueta de la mitad del casco que los mestres d´aixa elaboraban en madera para que el armador se hiciera una idea de cómo sería el barco que había encargado y para sacar de ahí los planos para su construcción.

Y entre los objetos curiosos, un chaleco salvavidas del ´Reina del Mar´ que, oculto en un paño del fondo, no descubrieron los ladrones que saquearon la embarcación cuando estaba varada en Sant Antoni; un escandallo, una sonda con la que se medía (en brazadas) la distancia hasta el fondo y si este era de arena o roca (para lo que pringaban el plomo con sebo), un compás de una patrullera de la Royal Navy, y una vigota de madera (para tesar los obenques) fabricada por Alfredo Marí, del grupo Pota Lait.

«Dinamizar el barrio»

«Dinamizar el barrio» y, de paso, «recuperar y visibilizar la pesca tradicional» eran dos de los objetivos que la edil de Participación Ciudadana de Vila, Carmen Boned (que ayer repartía delantales diseñados para la ocasión a diestro y siniestro), se propuso conseguir en esta edición, que para 2017 quiere adelantar al mes de abril. Una de las novedades fue la convocatoria del primer concurso de arroz a la marinera, en el que participaron cinco colles. Al frente de la que resultó ganadora estaba Emilio Benítez, patrón de la ´Joven Antonia´, que preparó dos «típicos arroces de pescadores, los que cocinan en sus casas». Uno de ellos era a banda cocido con caldo de pescado, y el otro con coliflor y gerret. «El que hacemos en la barca es el arroz bailao. Primero nos comemos el pescado y luego, con el caldo resultante de su cocción, hervimos el arroz».

Pescador y músico místico

A su lado, cortando ajos y pimientos, estaba Mustafá Tlidi, marroquí enamorado de tres cosas: de la isla, de la pesca y del gnawi, música mística (que lleva al trance) que canta e interpreta con un sintir, una guitarra de tres cuerdas. Dice que se sabe de memoria las letras y acordes de 7.000 canciones. Cuando salió de Marruecos , donde ya era pescador y armaba redes, recaló en Madrid: «Pero no puedo vivir si me sacas del agua», comenta. Dice que se le iban los ojos a los charcos o al lago del Retiro, así que se decidió a venir a Ibiza, donde vivían sus parientes. Uno de sus temores es que se pierda la pesca tradicional.

También concursó la peña de ´Es Rall´, nombre de un arte de pesca y de la barca de inspección del Consell. Virginia Marí, exalcaldesa de Vila e inspectora de Pesca de la institución insular, no se perdió, cómo no, esta ocasión para mostrar sus habilidades en la cocina y para promocionar el pescado ibicenco. «Yo lo voy a hacer marinero, no paella, que es lo que parece que van a preparar los demás, pese a que desde el principio se habló de arroz marinero, no de paella. Y lo voy a hacer caldoso», zanjó. Alternó el fogón -improvisado en medio de los andenes- con un taller que impartió a los niños sobre la preparación de las albóndigas de pescado o de la raya frita.

A bordo del ´Cala Millor´

Otro de los atractivos del Feim Barri de ayer era poder visitar el ´Cala Millor´, botado en 1946. Fue el último pailebote construido por Naviera Mallorquina en Palma. Lo compró la familia Matutes, que lo destinó a transportar material de construcción para edificar sus primeros hoteles. Lo traían desde la Península, pero a la ida solía cargar sus bodegas con sal, almendras, patatas o algarrobas, según explicó Toni Sendic, su capitán y técnico de Cultura de Santa Eulària. En los años 70 fue abandonado, primero, y luego vendido en Alemania, donde fue utilizado para un programa de reinserción social que, incluso, programaba travesías hasta el Caribe, en parte a vela, en parte a motor. De nuevo fue abandonado, hasta que sus actuales armadores, Nicole Legler y Gerald Delgado, lo rescataron y lo trajeron de nuevo a Ibiza a finales de los años 90. Según Sendic, costó más repararlo (la cubierta no estaba en buen estado debido a los efectos de la nieve y del hielo) que comprarlo.

Construido con madera de pino, Sendic descubría a quien lo visitase los secretos de su enorme bodega, que tiene un forro de madera de ocho centímetros, amén de las cuadernas de 15 centímetros y de otro forro interior de siete, para evitar que la carga (sal, almendras...) se metiera entre las juntas. Uno de los objetivos de Sendic es que este barco mercante de 42 metros de eslora y ocho de manga sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC), algo que les facilitaría su mantenimiento, pues tiene un elevado coste de conservación: solo sacarlo del agua para pintarlo y limpiarlo les sale por 20.000 euros, el precio de la pasión por el mar.