Es rojo con lunares blancos y aunque su tamaño es pequeño, de unos 15-20 centímetros, sus tentáculos irregulares son muy largos; pueden medir más de un metro y determinan su peculiar forma de moverse sobre las rocas o la arena, además de ser el origen del nombre de la especie. Es el pulpón, Callistoctopus macropus, y macropus significa precisamente eso, 'pies grandes', una de las características que mejor distingue esta especie de otras, si su coloración de zapato de baile flamenco no fuera suficiente para identificarlo.

El pulpón, pulpo de manchas blancas o pop trobiguera no es tan conocido ni tan abundante como el pulpo común o pulpo de roca (Octopus vulgaris), pero es la segunda especie de pulpo que puede encontrarse en aguas de las islas y es apreciado por los submarinistas, que suelen encontrarse con él en inmersiones nocturnas, ya que sale a cazar al ponerse el sol. «A veces se puede ver nadando en la superficie del mar», apunta el biólogo marino Xavier Mas. «De día es muy difícil verlo, pero puede encontrarse en zonas rocosas que están a la sombra de los acantilados. Y aunque su estado de conservación es favorable, su captura está prohibida en la reserva marina de es Freus», destaca.

Es rojo con lunares blancos y de pequeño tamaño. Foto: Joan Costa

El Octopus (Callistoctopus) macropus se encuentra en la lista de especies protegidas de Balears, revisada por el Servicio de Protección de Especies del Govern en 2015, junto al delfín mular, la tortuga boba o varios tiburones; no obstante, en su ficha se señala que su estado de conservación es favorable. En esta lista aparecen hasta 15 especies de moluscos, pero sólo una de ellas es un molusco cefalópodo. El pulpón, además, no es una especie comestible, por lo que no hay que temer su sobrexplotación pesquera. Sin embargo, a este dato hay que añadir que, según explica Mas, los pulpos «tienen un ciclo de vida corto y son muy sensibles a los cambios ambientales, por lo que la abundancia y distribución de las poblaciones puede variar en poco tiempo».

Como todos los pulpos y la mayoría de los cefalópodos, puede variar su coloración según su estado de ánimo y gracias a unas células llamadas cromatóforos, por lo que el rojo puede transformarse en pardo, pero difícilmente puede confundirse con alguna otra especie. El Octopus vulgaris y el pop trobiguera son los dos pulpos más comunes en las islas, si bien el biólogo Xavier Mas añade que existen otras dos especies, el pulpo blanco (Eledone cirrhosa) y el pulpo almizclado (Eledone moschata), que viven a mayor profundidad. El pulpo blanco es una especie pesquera habitual de la flota de arrastre y con un alto valor comercial.

El pulpo común o de roca es muy abundante en las islas. Foto: Joan Costa

Respecto al Octopus vulgaris, el más fácil de ver en el litoral pitiuso, es, junto a la sepia (Sepia officinales) y el calamar (Loligo), uno de los moluscos cefalópodos más habituales en la dieta humana. Los buceadores pueden ver pulpos en casi todas la inmersiones, sobre todo cuando han aprendido a identificar las evidentes señales de su presencia; las entradas de sus cuevas, en las que se amontonan restos de conchas y cantos rodados, son muy características. Aunque las poblaciones no corren peligro, sí existen ciertas restricciones a sus capturas y es una de las especies para cuya protección se establecen paros en la pesca de arrastre como los que ha mantenido, a principios de este año, la flota balear, compuesta por más de 40 barcos. Esta reducción del esfuerzo pesquero se ha llevado a cabo de acuerdo con los informes del Instituto Español de Oceanografía, como medida de protección para las poblaciones de especies de pequeños pelágicos como la merluza (Merluccius merluccius), el salmonete (Mullus barbatus), el pulpo de roca, la gamba (Aristeus antennatus) o la cigarra (Scylarides latus); las principales capturas de esta flota se centran, sobre todo, en las citadas especies.

Tampoco resulta extraordinario que la Guardia Civil denuncie a pescadores recreativos que exceden los límites de pesca permitidos, que en Balears se limita a diez cefalópodos al día y por licencia o una pesca total de un máximo de cinco kilos.