Hasta el pasado mes de abril, Lucía Calderón Serrano apenas sabía nada de sus orígenes, salvo el nombre de sus padres. Desconocía si estaban vivos. Pero lo que a ella más le interesaba conocer era por qué había sido abandonada nada más nacer (el 19 de julio de 1955) y, según creía entonces, por qué nunca se habían preocupado por ella. Pero Lucía, la niña 1212/55 que fue depositada por su madre en la Casa de la Maternitat de Barcelona y adoptada inmediatamente por sus didos ibicencos (Catalina Colomar y Joan Torres, que previamente habían acogido al expósito Lluís Álvarez entre 1935 y 1941), ha podido rellenar buena parte de ese agujero de su pasado gracias al centenar de documentos que la Diputació de Barcelona le remitió a mediados de abril. Lo que más le ha consolado saber es que su madre, Nieves Calderón Serrano, sí se había interesado por ella desde que la dio a luz. Es más, envió 57 cartas a la Casa de la Maternitat en la que pedía fotos e información sobre ella e incluso solicitó en varias ocasiones que se la devolvieran. Pero las circunstancias personales de Nieves no ayudaron a que ambas se conocieran. Lucía también ha sabido que tiene parientes en Palencia y que pese a que su progenitora quiso recuperarla le pusieron tantos impedimentos que finalmente desistió.

La vida de la madre de Lucía no fue sencilla. Hija de Bernardino Calderón (Pina del Campo, Palencia) y Juana Serrano (Madrid), también fue despositada en una casa de acogida junto a su hermana Lucía, con la que en 1934 fue ingresada en el madrileño Colegio de Nuestra Señora de las Mercedes, un centro para menores desamparados. Veintiún años más tarde, el 19 de julio de 1955, daba a luz a las siete de la tarde a Lucía.

Tras parir, Nieves abandona la Casa de la Maternitat el 3 de agosto de 1955, pero deja allí a Lucía, que poco después es adoptada por sus didos ibicencos. Solo un año más tarde, el 6 de julio de 1956, Nieves manda una carta a la Maternitat para saber cómo se encuentra su retoño.

Aporta su número, el 1212/55, el que aparece en la medalla metálica que colgaba del cuello de Lucía cuando era un bebé y que esta aún conserva. Escribe desde Palencia, desde la plazuela de Carmelitas, 4, donde vive entonces, aunque cambiará de dirección en esa ciudad varias veces a lo largo de los años. Desde Barcelona, la respuesta es escueta: «La niña Lucía actualmente sigue bien». Siempre le contestarán lo mismo, sin variación, sin más información o pistas. Con frialdad.

A los pocos días, el 28 de julio, Nieves les ruega que le envíen una foto de su pequeña. «Escriban pronto», les insta. Da sus nuevas señas: «Pues me he mudado de casa». Más que vivir, sobrevive.

Entonces reside en la calle Mayor, 52 de Palencia. Luego pasará a la Fonda Comercio (que actualmente está siendo demolida), en esa misma calle pero en el número 44. Su escritura delata a una persona con escasa formación. El 22 de agosto envía a Barcelona 10 pesetas para que retraten a su niña: «Para que me la manden enseguida». En el margen de ese documento escriben en lápiz que «la foto ha sido encargada». No se la envían hasta el 2 de noviembre, para su desesperación, pues no para de mandar cartas pidiéndola.

Tras leer estos documentos, a Lucía no le queda duda alguna de que su madre siempre estuvo pendiente de ella y de que debió pasar momentos angustiosos. El 5 de diciembre de 1956 le envía unos pendientes que le ha comprado «por su santo», que celebra el día 13 de ese mes. Pide que se los den, pero desde la Casa de la Maternitat le contestan una semana después que no los han recibido y que, aunque les lleguen, no se los darán a la pequeña: «De recibirlos quedarán depositados en esta Institución, por no considerar oportuna la entrega a la niña».

«¿Le pasa algo a la niña?»

En junio de 1957, Nieves, que trabaja como sirvienta en la barcelonesa calle Balmes, sigue rogando que le manden fotos de su hija. Desde la Casa de la Maternitat le comunican el 17 de septiembre de 1957 que «la niña sigue bien, según últimas noticias recibidas» y que la fotografía se la enviarán «tan pronto esté hecha». El 8 de diciembre, Nieves les pregunta: «¿La foto no me la mandan porque a la niña le pasa algo?». Al menos consigue que le aporten un dato que desconocía entonces: Lucía se encuentra fuera de la Casa de la Maternitat, «a crianza externa», le detallan en una carta remitida el 18 de diciembre de 1957. Por eso no le llega la instantánea: «La tenemos solicitada desde ya hace algún tiempo y volveremos a insistir en ello». Eso sí, no le aclaran dónde está siendo criada. Nunca se lo dirán, pese a que en el margen de muchas de las cartas anotaron con lápiz grueso «está en Ibiza».

El retrato no le llega hasta el 15 de enero de 1958. Le acompaña una advertencia: «Como verá -señalan en la misiva desde Barcelona-, Lucía va creciendo y por lo tanto sería conveniente que nos manifestara los planes que tiene con respecto al porvenir de la niña». «Está muy guapa», describe Nieves en una carta que, tras ver la foto, les devuelve el 6 de febrero de 1958. Respecto a los planes sobre su futuro, comenta cuáles son sus intenciones: «Tengo echada una instancia para un colegio porque yo no la puedo tener, pues estoy sirviendo». Se supone que interna.

El 13 de febrero de 1959, Nieves da un paso importante para intentar recuperar a su hija: «Hagan el favor de informarme para ir en el verano a ver a la niña. Díganme qué es lo que tengo que hacer». Pero la respuesta desde Barcelona es un escueto «sigue bien». Nunca se lo ponen fácil. Pero la madre insiste el 10 de abril: quiere verla ese verano y espera que le contesten al respecto. La respuesta desde la Casa de la Maternitat se repite: «La niña sigue bien». Un mes después, el 19 de mayo, al fin recibe el retrato de Lucía que había pedido en julio de 1958.

En Irún «con los señores»

Ante la falta de respuestas concretas por parte de la Maternitat barcelonesa, Nieves desiste de verla: «Este verano me voy a Irún con los señores [con los que servía]. Escriban enseguida cómo se encuentra la niña», indica en una carta remitida el 17 de junio.

A lo largo de 1960 cambia poco el panorama: continúa enviando cartas, siguen dándole largas a la hora de remitirle las fotos de su hija y las respuestas de la Casa de la Maternitat sobre su estado son las de siempre: «Sigue bien». El 28 de noviembre de 1960, Nieves habla por primera vez de que tiene un novio, Gregorio Izaguirre. Ahora vive en San Sebastián, pero su situación económica sigue siendo precaria, según describe en las misivas.

Curiosamente, casi dos años después de que Nieves manifieste su intención de ver a la niña y de ser ninguneada, la Casa de la Maternitat se pone en contacto con ella: «Sería conveniente que nos manifestara a qué fecha aproximada tiene el plan de reclamar a su hija», le piden el 9 de enero de 1961. «Pues para últimos de año o a primeros de año, que es cuando nos casamos», les responde a los pocos días la madre de Lucía, que no debía de entender por qué la mareaban de esa manera.

La Casa de la Maternitat insiste el 18 de mayo de 1961: «Sería conveniente nos comunicara si desea reclamar pronto a la referida menor, la cual cumplirá ya seis años próximamente». No hay carta que recoja la respuesta de Nieves, que el 1 de octubre de 1961 envía una carta en la que avisa de que se casará en abril de 1962: «Me dirán si está la niña fuera». La Casa contesta cinco días más tarde: «La referida menor está confiada a crianza externa [no especifica dónde], pero cuando usted desee reclamarla ingresará de nuevo en esta Casa».

«Hay que resolver esta situación»

La correspondencia se corta durante un año, hasta el 21 de mayo de 1962, cuando desde Barcelona se recuerda a Nieves que Lucía está a punto de cumplir siete años. Debe comunicar en el plazo de un mes si desea reclamarla «pues es conveniente resolver esta situación a beneficio de la niña lo más pronto posible». Lo curioso es que tres años antes no les corriera tanta prisa. Nieves les explica sus planes, que comenzaban por vivir en Barcelona desde noviembre, algo que no se cumplirá: «[Entonces] reconocerá mi futuro marido a la niña». Es decir, aún no estaban casados, pese a que la boda estaba prevista en abril. «Siendo sus deseos que le sea entregada [su hija] es mejor lo decida lo más pronto posible», manifiesta la Casa de la Maternitat el 30 de mayo.

Hasta el 2 de mayo de 1963, un año más tarde, no hay más cruces de cartas. Entonces el hospicio barcelonés vuelve a recordar a la madre que hay que resolver la situación de la pequeña: «Procediendo a su reclamación lo más pronto le sea posible o bien manifestarnos si por circunstancias personales no puede hacerse cargo de ella y la deja a disposición de esta Casa». El 30 de mayo de 1963 Nieves detalla que se ha casado ya «con un obrero», Gregorio: «Como pueden pensar, a la niña sí que la queremos, pero las circunstancias, el problema, es no tener dinero para ir a por ella. Si por carta pudiéramos reconocerla enviaríamos los papeles que hiciera falta para luego mandarla ustedes, pues cuesta mucho el viaje y no tenemos dinero». En Barcelona no atienden a la súplica de enviar a Lucía a San Sebastián. Sospechan algo, no se creen que la pareja viva en condiciones tan precarias. El 4 de junio de 1963 la Casa recomienda a Nieves que puede encargar a alguien que recoja a Lucía en Barcelona para evitarse gastos de viaje. Además, su marido puede reconocerla desde Guipúzcoa.

Cinco años en silencio

No hay más cartas hasta 21 de marzo de 1968, cinco años más tarde. Ese día Nieves escribe desde San Sebastián una carta en la que vuelve a solicitar que le entreguen a su hija y explica que si en ese lustro han perdido el contacto es porque tenía poderosas razones: «Ahora tenemos piso, o sea, vivienda nuestra concedida por el Ayuntamiento de San Sebastián, que era el mayor obstáculo para tenerla con nosotros». Pide de nuevo que la Casa pague los gastos del viaje de Lucía. Pero en Maternitat siguen sospechando. La institución inicia el 23 de marzo una investigación para saber si la niña sigue siendo cuidada por sus didos ibicencos en Can Rei, si asiste a la escuela, si es bien atendida...

Responde Antonia Verdera, la mujer que durante casi medio siglo se encargó de traer a Eivissa niños dejados en custodia o abandonados en la Maternitat de Barcelona y de repartirlos entre parejas ibicencas: «Sigue con el matrimonio al que fue confiada. Personas muy buenas, la quieren como a una hija, le dan muy buena educación escolar y religiosa. Es muy buena niña», expone en una carta.

Tras dos meses sin recibir respuesta, Nieves vuelve a insistir el 6 de mayo de 1968. Quiere recuperar como sea a la niña: «Notifíquenoslo lo más pronto posible para nuestra mayor tranquilidad», ruega a la Maternitat. Pero pocos días más tarde la Casa frena los deseos de la madre: «Nos ha sorprendido el recibo de sus cartas solicitando la entrega de su hija Lucía después de transcurrido cuatro años [cinco en realidad] sin tener noticias de usted con referencia a la misma y hemos de rogarle nos comunique el motivo de su silencio. Una vez recibidas sus noticias procederemos en consecuencia». El 16 de mayo Nieves explica cuáles habían sido las razones para mantener ese largo silencio: «En estos cuatro años hemos vivido con derecho a cocina y sin hijos porque no hemos tenido otro recurso de vivir con ella y otro [año] ha sido en espera de la vivienda que hoy poseemos». Además recuerda que años atrás había sido la Maternitat la que no le había respondido a muchas de sus cartas, cuando no lo hacía con vaguedades: «Y eso es muy extraño». Les advierte de que si desde la Maternitat no están dispuestos a enviar a Lucía, ella la recogerá en Barcelona.

«Difícil solución»

Pero el 11 de junio de 1968, el orfanato, a través del jefe de los servicios administrativos, les avisa de que si pasan por allí deben hacerlo en horario de oficina, «de 11 a 13 horas», y de que lo tienen difícil para llevarse a la chica: «Como puede comprender [el asunto] es de difícil solución. La niña ya tiene 13 años [...] Por tanto no es fácil ni justo cambiarle su familia sin motivos muy justificados. Las circunstancias que expone de haber transcurrido cuatro años sin interesarse por Lucía son muy débiles y además durante los años anteriores tampoco demostraba usted un interés vital». No menciona, sin embargo, cómo le dieron largas o la ignoraron en dos ocasiones anteriores.

Nieves no ceja y responde el 26 de junio que en la segunda semana de agosto irán a recogerla, pues entonces tenían vacaciones: «Antes nos es imposible como trabajadores». Ella trabaja en esa época en el Consistorio de San Sebastián. Pero hasta Antonio Torres Tur, Secorrat, alcalde de Santa Eulària (porque los didos vivían entonces en Cala Llonga), pone reparos. En una carta enviada el 22 de julio de 1968 se opone explícitamente a que Lucía vuelva con su madre: «La tratan muy bien [...] [Lucía] hizo la primera comunión y se gastaron una fortuna en ella.

Por tanto creo que sería una gran equivocación quitarla de los que en realidad la han criado y se han desvelado por ella y han sufrido todos los sinsabores para que fuera una mujer de bien».

Se acaba ahí la correspondencia de Nieves con la Casa de la Maternitat, quizás porque la madre debió entender que después de tres intentos fallidos tenía pocas posibilidades de que le entregaran a su hija, que creció pensando que sus padres se habían despreocupado por ella desde que nació.