Refugio para pastores y ganado y alojamiento temporal para los payeses en tiempo de siembra, la païssa es una construcción propia de Ibiza, circunscrita fundamentalmente al municipio de Sant Josep y pensada como una casa auxiliar para aquellos que tenían huertos y fincas alejados de su vivienda habitual. En ocasiones era poco más que un almacén para las herramientas con un corral para los animales, pero su singularidad ha convertido a las païsses, construidas desde el siglo XVIII y hasta mediados del XX, en interesantes muestras de la arquitectura pitiusa.

Y aunque en la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera se ha empleado la versión catalana y normativa de pallissa, lo cierto es que más acertado parece el uso, más popular, de la palabra païssa, que Josep Marí Ribas, Reiala, instaura en el libro 'Païsses, un món per a no oblidar', con planos y dibujos del arquitecto Salvador Roig. Mantiene Reiala que una pallissa, en Ibiza, es una paliza y que ses païsses ibicencas no se usan para guardar paja, que para eso está el paller. Por ello, para no crear confusión, prefiere el término dialectal. En total, el autor ha identificado 238 païsses en Sant Josep, localidad en la que, según sostiene, esas construcciones adquirieron una funcionalidad que no tuvieron en otros lugares de la isla. Y es que si bien hubo païsses en todo el territorio (de ello parece dar fe el actual barrio con tal nombre que existe en Sant Antoni), parece ser que sólo en el municipio josepí tuvieron ese carácter de viviendas temporales construidas en terrenos de cultivo alejados de la casa familiar.

La ‘païssa’ d'en Sorà, reconvertida hoy en museo etnográfico. Foto: J. Costa

El historiador Antoni Ferrer Abárzuza, en 'Arquitectura rural eivissenca' (de la colección 'Quaderns d'Arqueologia pitiusa'), resalta que los topónimos referentes a estas construcciones son normales en la zona de Poniente (Sant Antoni y Sant Josep), «mientras que en la parte de Levante no tenemos conocimiento de que haya ninguno». También mantiene este autor la tesis de que si las païsses fueron más comunes en Sant Josep que en otros lugares fue porque en ese municipio los terrenos de cultivo eran mucho más extensos y ello hacía más necesaria la construcción de refugios ocasionales. Con el paso de los años y cuando se fueron partiendo las grandes fincas, muchas païsses se convirtieron en residencias habituales.

Y si Sant Josep es la localidad con más païsses, el fenómeno aún puede concretarse más sobre un punto determinado de la geografía pitiusa, porque es en Cala d'Hort donde se concentran las más destacadas construcciones de este tipo. Además, también en esa zona encontramos ses Païsses como topónimo, en el lugar, en el puig des Tossal, en el que actualmente se encuentra uno de los yacimientos más interesantes de las islas, con un asentamiento rural, una necrópolis púnica y tumbas bizantinas. Y donde se ha conservado, convertida en museo etnográfico y con un observatorio astronómico, la païssa d'en Sorà, que antes de convertirse en museo, tras ser cedidos al Consell construcción y terreno, ya había sido ampliada para ser una casa pagesa.

Una de las ‘païsses’ más antiguas de la isla, la d'en Marc. Foto: J. Costa

Una de las más antiguas de la isla es la païssa d'en Marc, que, además de destacar por su antigüedad, lleva asociada una interesante historia de piratas y payeses valientes que también explica Reiala en su libro sobre estas formas de la arquitectura tradicional. Cuentan que, un buen día, unos piratas visitaron la païssa y robaron de ella un cordero, proponiéndole a sus propietarios que, si querían recuperarlo o cobrar por él, se acercaran hasta la embarcación pirata, fondeada en la bahía de Cala d'Hort. Y es de suponer que ninguno de los filibusteros en ella embarcados podía esperar que alguien aceptara tal propuesta. Sin embargo, el pastor cogió una xalana y se acercó en ella hasta el barco enemigo para reclamar lo que en justicia era suyo. Ante tal muestra de valor, cuentan, los piratas ladrones, si es que tal adjetivo no resulta en exceso redundante, pagaron el valor del animal. Nadie antes, explicaron, se había atrevido a aceptar el reto, por lo que tal acto de valentía bien merecía cumplir con lo comprometido. A principios del siglo XX, también esta païssa fue reconvertida en casa, aunque hoy no está habitada.