No eres ibicenco si nunca has usado la expresión «això és mel de magraneta», una forma particular de manifestar la excelencia o que algo es muy delicado. Sin embargo, no todos los ibicencos conocen el origen de tal expresión, que se encuentra en el sabor dulzón de una planta parásita que permanece escondida bajo tierra durante casi todo el año hasta que, al llegar la primavera, sus vistosas, repolludas y pequeñas flores se abren paso hacia la superficie y se dejan ver al pie de los tallos de las especies de las que viven. Y se muestran para ser polinizadas por las hormigas.

En las Pitiusas pueden encontrarse dos especies del género Cytinus y con características muy similares, la conocida como magraneta d'Estepa o gerreta de mel (Cytinus hypocistis subsp. macranthus) y la magraneta de mel (Cytinus ruber). La primera tiene flores amarillas, de un llamativo amarillo limón, y la segunda destaca por el color rojo carmesí de sus hojas exteriores, dentro de las cuales se hallan piezas florales blancas. La magraneta de mel es rara en Formentera.

Estepa blanca, la planta huésped de las ´magranetes´. Foto: Joan Costa

Existen más de diez especies dentro del género Cytinus, y no todas son comestibles; de hecho, algunas incluso pueden ser tóxicas. Las dos magrenetes habituales en Ibiza, sin embargo, son comestibles y dulces, aunque sus posibles cualidades gastronómicas no son muy conocidas ni extendidas, tal vez porque no son tan frecuentes ni fáciles de recolectar como los espárragos. Neus Prats, portavoz del Grup d'Estudis de la Naturalesa (GEN), recuerda que su abuela les preparaba platos de galletas María «chafadas y con mel de magraneta. Estaba exquisito. Cuando yo era niña, el bosque estaba lleno de estas plantas y normalmente las comíamos allí mismo, chupando las flores». Las flores tienen que estar bien maduras, pero hay que tener cuidado porque las hojas son muy amargas, advierte.

A pesar de la expresión sobre las delicias de la mel de magraneta y de los recuerdos de infancia de personas como Neus Prats, hay ibicencos que desconocen cómo son estas plantas e incluso hay quien cree que el dicho hace referencia a la granada (magrana), el fruto del granado. Lo cierto es que, si se recurre a la etimología, parece ser que el nombre de las magrenetes se debe a la similitud con las flores del granado. Pero ahí acaban las semejanzas.

La denominación científica, por su parte, hace referencia al género Cistus, las plantas de las que viven. Aunque existen otras especies del género Cytinus, las dos citadas son propias del Mediterráneo y se desarrollan a la sombra de las jaras, principalmente las blancas, la estepa blanca (Cistus albidus), muy abundante en tierras pitiusas. Durante el invierno, el tallo de la magraneta se enrosca en la raíz de la jara y, al llegar la primavera, crece, escama a escama, mientras se va ensanchando como un cucurucho.

Finalmente, los pequeños capullos levantan la tierra y se abren paso para mostrar sus flores a los polinizadores, blancas o amarillas según el caso, y en manojos que teóricamente se considera que llegan a ser de hasta trece flores (en la práctica, se pueden ver inflorescencias con un par de piezas más).

«Hurgando en el suelo para descubrir la raíz de la hipocístide pronto nos damos cuenta de que la piña de flores se atenúa inferiormente y forma un tallito de 2 a 5 cm de largo, carnoso y cubierto de escamas pardas o rojizas». Así se describe la Cytinus hypocistis en 'Plantas medicinales. El Dioscórides renovado' de Font Quer, toda una referencia en el campo de la botánica. Sobre el fruto, puede leerse que «es carnoso, repleto de una viscosidad transparente e incolora, sumamente pegajosa y de sabor gomoso, con numerosas semillas».

Las magranetes, además, cuentan con algunas propiedades que han sido usadas por la medicina tradicional y han sido empleadas en el pasado incluso para tratar la disentería y tumores como el de garganta. En 'El Dioscórides renovado' se asegura que «es mejor usarla fresca. Se recoge en primavera y se prensa; se emplea el zumo, que se toma a cucharadas, cuantas se quiera, para contener los cursos diarreicos y para reprimir las menstruaciones demasiado copiosas. Si este zumo no hay que utilizarlo fresco, se puede desecar al sol, exponiéndolo al calor solar en cazuelas de mucha superficie y poco fondo. Se recoge el extracto desecado y se pone en tarros o se forman magdaleones que, envueltos en papel de estaño, se guardan para cuando son menester».

En castellano, las magranetes reciben nombres como chupamieles, chuperas, colmenitas, granadillas, meleras e hipocístides. Y no hay que confundir estas especies con la orquídea conocida como magraneta borda (Neottia nidus-avis) ni con la magraneta de corb (Cynomorium coccineum), dos plantas que también pueden encontrarse en las islas y son, asimismo, parásitas.