Cáritas está recibiendo «un aluvión» de desesperadas peticiones de ayuda de trabajadores (tanto de la isla como llegados a ella para hacer la temporada) que pese a disponer de un contrato laboral no tienen posibilidad de alquilar una vivienda, ni siquiera una habitación, debido a los elevados precios que les exigen los arrendadores.

Los denominan trabajadores sin techo y padecen las consecuencias de los alquileres abusivos que diversas asociaciones, algunos partidos políticos y la propia Cáritas denuncian desde hace tiempo. «Nos estamos encontrando con un montón de gente que viene a Ibiza desde la Península con contratos y nóminas de 1.200 euros pero que se tienen que ir porque no encuentran un alojamiento a un precio normal. Les piden unos alquileres abusivos con pago por adelantado de varios meses», explicó ayer Gustavo Gómez, coordinador de Cáritas. La institución ya alertó en 2015 de este grave problema: «Pero está empeorando. El pasado año nos encontramos con muchos casos, fue bastante serio, pero este va a más. Ya no solo resulta imposible encontrar un lugar donde vivir a la gente que vive en riesgo de exclusión social, sino también para aquellos que tienen una nómina. Y la inserción social empieza por tener un lugar digno donde poder dormir», recuerda.

Expulsados en mayo

En ese sentido, señala que «hay personas en riesgo de exclusión a la que están echando de sus casas o habitaciones porque ya llega el verano. Tienen alguna ayuda social, que no es mucho, y hasta ahora alquilaban una habitación de la que ahora los echan al llegar mayo».

La situación se ha vuelto insostenible tanto para ellos como para el resto de ciudadanos de Ibiza. La mayor parte de los inmuebles ya no se alquilan enteros, sino a porciones, por habitaciones, para sacarles el máximo rendimiento. La gran mayoría se destinan al alquiler vacacional.

Ante ese troceo de las viviendas, la web Airbnb ha añadido a la posibilidad de alquilar una casa o un apartamento la de residir en una habitación privada... o compartirla. Y en esos últimos casos, los más tirados y cutres, los precios no son baratos: alquilar una habitación compartida (en la que se puede llegar a dormir junto a otras siete personas en una misma habitación repleta de literas) cuesta en agosto a partir de 50 euros al día, 1.500 euros al mes por individuo.

«Gente con pensiones no contributivas de apenas 400 euros, antes se apañaban para encontrar una habitación por 200 euros. Ahora les resulta imposible. Esa gente va directamente a engrosar las listas de personas sin hogar», advierte Gómez. «Ese es ahora el principal problema que afecta a las personas en exclusión y en riesgo de exclusión en Ibiza», apunta. Como tal fue tratado en la última Mesa de Exclusión Social a propuesta de Cáritas, en la que participaron los ayuntamientos, Cruz Roja, Deixalles, y el Consell: «Son los políticos -indica el coordinador de Cáritas- los que deben ponerse las pilas. Vale que estamos en una sociedad de libre comercio, pero esto está siendo un problema muy serio.

Hay que actuar, no se puede seguir así».

Cáritas alerta de la existencia de numerosos pisos patera, que incluso se anuncian (con fotos, sin pudor alguno) en Airbnb a precios desorbitados. En algunos caben 16 inquilinos, de manera que en agosto pueden ganar hasta 24.000 euros por cada inmueble: «Nos encontramos con individuos que comparten la misma habitación con personas a las que no conoce. Hay mujeres a las que proponen dormir en habitaciones con hombres de los que no saben nada».

La mayor parte de los que están padeciendo esos problemas «llevan más de cinco años viviendo en la isla», según las estimaciones de Cáritas.

No es solo gente nueva, hay también empleados que están siendo expulsados de sus viviendas alquiladas por la codicia de quienes se los arrendaron. «Suelen ser mujeres con cargas familiares. Familias monoparentales, con lo que eso conlleva, es decir, niños pequeños que pueden quedarse en la calle. Los echan o les piden precios abusivos». La mayor parte de esos trabajadores con contrato que viven la pesadilla de encontrar un hogar en el que vivir, solos o con sus hijos, tiene de 35 a 50 años.

Se trata de un problema que, a juicio de Gustavo Gómez, «se ha agravado mucho desde hace un año. Antes solo sucedía en verano, pero ahora ocurre durante todo el invierno». Alquilar una casa a un precio razonable es desde hace unos meses misión imposible. Incluso hay inmobiliarias que han colgado el cartel de que no alquilan viviendas, copadas para hacer el agosto. «La exclusión social -alerta Gómez- empieza por no tener una casa, más que carecer de trabajo. La ausencia de un empleo podemos paliarla desde Cáritas con alimentos. La de un hogar, no: no podemos pagar alquileres de 1.500 euros».

Camas calientes en Ibiza

Para Miguel Ángel Sánchez, delegado episcopal en Cáritas y párroco de Sant Miquel, «es una situación que se ha descontrolado». «La exigencia de una cantidad económica por una cama o, incluso, un sofá no tiene límites. Cada cual puede pedir lo que quiera y eso no lo controla nadie. Los que vienen de fuera a trabajar se encuentran en inferioridad de condiciones respecto a otros que vienen con un poder adquisitivo más alto. Con frecuencia, todo lo que ganan se les va simplemente en la habitación que puedan alquilar», critica.

Le han llegado denuncias no solo de pisos patera, sino también de ´camas calientes´: «Duerme uno, se levanta y se va; otro ocupa esa cama, duerme, luego se va y la ocupa un tercero. Y así sucesivamente. Nos lo están contando, está ocurriendo».