El empresario de Gran Canaria Mahy Marrero causó sensación ayer en su participación en la subasta de lotes de playa de Sant Josep. Esa misma mañana Periódico de Ibiza publicaba que está pendiente de sentencia por el hallazgo de 450 kilos de cocaína ocultos en un yate de su propiedad y muchos se preguntaban quién era el licitador señalado.

Marrero defendió su inocencia. Fue un primo suyo quien le compró el barco. También admite que durante el juicio confesó unos ingresos de 120.000 euros a pesar de que solo declaraba 30.000 al fisco. Dijo que lo hizo para desbaratar las acusaciones de blanqueo de la Fiscalía. Además, el delito fiscal ya estaría prescrito.

En el juicio, celebrado hace un mes en Las Palmas, los otros 13 acusados alcanzaron acuerdos con el fiscal, mientras que él y su suegra -a nombre de quien está su casa- se negaron a aceptar los cargos. Se enfrenta a una petición de cárcel de 13 años y la sentencia podría llegar en alrededor de un mes. De todas formas «no sería firme» porque podría recurrirla en el Supremo.

Marrero dijo que pretende instalarse en Ibiza, al menos para la temporada. Aquí «se gana lo mismo que en Canarias con menos trabajo», dijo.

Ayer no se hizo notar hasta que empezó a pujar. Se enzarzó en varias licitaciones largas, tratando de llevarse lotes en Cala Tarida y Cala d´Hort, se adjudicó toda Cala Carbó y saltó la caja de los truenos cuando en un descuido se hizo con un lote ante el Nassau. Mucki Braun, que representaba a este establecimiento, alegó cansancio y trató de que se reabriera la subasta. Paquita Ribas, en funciones de moderadora de la subasta, la conminó a mantener las formas, y Marrero retó: «Yo también vine a las ocho de la mañana y por mí podemos pasar al siguiente lote».

Braun se levantó como un resorte seguida por media docena de hombres con aspecto de personal de seguridad, varios con camisetas del local. Dos de ellos, a los que Braun hizo una señal, flanqueaban a Marrero. Este, tras percatarse, soltó: «Si esta noche me encuentran flotando en el mar ya saben quién fue».

El canario provocó caras de estupor y rechazo al pujar por una mesa y una silla que salían a subasta por 500 euros. Se las llevó por 8.000 ante sus anteriores adjudicatarios, un padre y su hijo, sentados justo delante de él y totalmente desconcertados. Explicaban que las usaban para estar a la sombra en la entrada del canal de navegación de Platges de Comte. Marrero no dijo para qué las quería. Un policía local le acompañó hasta el taxi.