Informar, pero no de cualquier manera. Ese es el objetivo de la reflexión conjunta que propone la directora del Institut Balear de la Dona, Rosa Cursach, a los medios de comunicación de las islas, a los que ha convocado para revisar entre todos el Decálogo sobre el tratamiento de la información sobre violencia machista que se aprobó en 2003 por iniciativa del Sindicat de Periodistes de les Illes Balears y que firmaron en 2004 la mayoría de los periódicos, radios y televisiones de Balears. Esa recopilación de criterios y precauciones a la hora de informar sobre este delicado asunto se ha quedado ya desfasado, como coincidieron en destacar tanto Cursach como la mayoría de los asistentes a la primera reunión que se celebró el pasado 18 de marzo en la sede de la conselleria de Presidencia, en Palma.

A este encuentro, al que Cursach había invitado a todos los medios de las islas, solo acudieron representantes de nueve, pese a que hacía solo dos días que un hombre había asesinado a su pareja en Mallorca: El Mundo, Canal 4, IB3 (estuvo la directora de IB3 Ràdio, Mar Cerezález, en representación del ente), Cope, Ara Balears, Grupo Serra, el Sindicat de Periodistes, Ona Mediterrània y Diario de Ibiza (el único medio que asistió de Ibiza). De Menorca no fue nadie.

También estuvo presente, además de Cursach, Andreu Grimalt Rosselló, director de la Fundació Gadeso, que expuso las conclusiones del estudio que hizo esta fundación en 2015 por encargo del Institut de la Dona sobre si los medios de Balears estaban cumpliendo el decálogo que suscribieron en 2004. La principal conclusión es que se incumple de forma generalizada. El estudio se realizó solo sobre los medios escritos porque el Institut de la Dona recoge todas las noticias de los periódicos, pero no tenía un archivo de las difundidas por radios, televisiones y medios digitales.

Huir del sensacionalismo

«Dada la influencia de los medios, es conveniente que el tratamiento informativo que se hace de la violencia de género sea el adecuado, alejado de sensacionalismos y de reduccionismos contraproducentes, tratando la violencia como un problema social y evitando cualquier justificación del agresor», expone la Fundació Gadeso en el estudio. Precisamente ese es el punto de partida de Cursach: la influencia de los medios y su poder para sensibilizar y contribuir al cambio hacia una sociedad más igual y en la que haya tolerancia cero hacia la violencia machista.

«La representación pública de la imagen de las mujeres (y más si se trata de mujeres maltratadas) que hacen los medios puede ser una de las principales armas para acabar con la tradición de la sumisión femenina», continúa el informe de Gadeso, que advierte de que «mal utilizado, este poder puede convertirse en una justificación del dominio del hombre sobre la mujer, es decir, de la desigualdad, causa última de la violencia de género».

El estudio analizó si las noticias publicadas en periódicos durante 2014 cumplían el Decálogo para el tratamiento informativo de la violencia de género. «Desafortunadamente, es frecuente que tanto en las noticias como en la publicidad se sigan reproduciendo estereotipos y roles sexistas que, de forma clara o encubierta, contribuyen a perpetuar situaciones de desigualdad, de prevalencia de un sexo sobre otro, raíz última de la violencia de género», añade el informe, que coordinó Grimalt.

Los medios de comunicación tienen un impacto social tal que son «una herramienta perfecta para denunciar las agresiones contra las mujeres, a la vez que son la tribuna para concienciar a la sociedad sobre que esta violencia es un delito que se debe erradicar».

El estudio analizó más de 600 noticias publicadas en 2014 por Diario de Mallorca, Última Hora, Ara Balears, El Mundo, Diario de Ibiza y Diari de Menorca, así como una pequeña muestra de medios digitales como Mallorcadiario e informaciones de diarios nacionales, como El País, que hacían referencia a Balears.

«La práctica totalidad de las noticias no hacen referencia a su dimensión social. Es decir, se circunscriben al hecho puntual sin considerar el problema en su globalidad», agrega el estudio, que critica que normalmente solo son noticia las manifestaciones más extremas de la violencia machista, como los asesinatos o graves palizas, «con una subrepresentación de las formas más habituales de agresión e ignorando el resto de problemas de la discriminación por género».

Tampoco los medios se habían ocupado en «investigar lo que no se ve», otro de los puntos del decálogo de 2003: se limitan a publicar noticias de hechos, pero no «el análisis y la explicación profunda de las causas, el contexto y las consecuencias de estos hechos».

Dependencia emocional

Asimismo, Gadeso advierte de que «la no presentación o la retirada de denuncia también se presenta como un hecho culpa de la mujer», cuando esto se explica porque la víctima de malos tratos tiene una tremenda dependencia emocional y a menudo económica de su maltratador, que a veces es el padre de sus hijos y con quien convive, por lo que lo único que quiere es que pare la violencia, no que se le castigue.

Además, siempre se repite el mismo patrón: él asegura que será la última vez y ella se lo cree porque esto es lo único que quiere, no que lo metan en la cárcel.

Un círculo muy difícil de romper, que se complica aún más con la baja autoestima de la víctima, su sentimiento de vergüenza y de fracaso, que la paralizan a la hora de buscar salidas. De hecho, se trata de las únicas víctimas que se culpan a sí mismas para exculpar al agresor. Esto no ocurre en ningún otro tipo de delito, y explica las especiales circunstancias y los complejos mecanismos que concurren en las víctimas de violencia machista, y que los medios de comunicación deben conocer para poder explicarlo bien a la opinión pública.

Escoger bien las fuentes, que sean expertas en el tema y no se limiten a difundir prejuicios y especulaciones, también es importante, puesto que no siempre quien proporciona la información (policía, jueces, fiscales, abogados, portavoces municipales, vecinos o testigos, entre otros) conoce la espiral de la violencia machista.

No es raro oír en juicios en Ibiza a una jueza regañar a una mujer que ha retirado una denuncia y reprocharle que está haciendo perder tiempo y dinero a los demás. Un comportamiento así pone de manifiesto la nula formación en este tema y el desconocimiento sobre la complejidad del problema y las particularidades del ciclo de la violencia machista. Esa mujer que reunió fuerzas para presentar una denuncia, perderá la confianza en que el sistema judicial pueda ayudarla en un futuro. Y su horizonte se cerrará todavía más, cuando el mensaje que se debe transmitir desde todos los ámbitos es que «hay salida a los malos tratos», como insisten las campañas de concienciación.

Así, que las denuncias no siempre acaben en condenas penales no equivale a que sean falsas, otro de los bulos más extendidos y que el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) niega con un dato contundente: solo son falsas el 0,4%. Y cuatro de cada cinco mujeres asesinadas no había denunciado a su agresor. Es decir, los casos que llegan a un juzgado son la punta del iceberg. A veces faltan pruebas o la mujer ha retirado la denuncia o hay alguien (policías, trabajadores judiciales, servicios sociales, funcionarios...) que no ha hecho bien su trabajo, como ocurrió en el caso de Sara Calleja, que se suicidó tras presentar dos denuncias contra su maltratador en el juzgado de Ibiza, que no las tramitó.