­José Gonzalvo, ingresado en el Hospital Can Misses, iba por la tercera cucharada de la sopa que le habían servido, como primer plato, cuando se encontró un tropezón. En un primer momento, pensó que en la cocina se les había «colado un trozo de pollo», pero cuando lo miró más de cerca no podía creerse lo que tenía en la cuchara: «No era un pedazo de pollo, era un chicle. Y bien masticado». Gonzalvo no se lo pensó. Cogió su teléfono móvil e hizo una foto de la sopa, la cuchara y el chicle.

«Algo así no es un accidente. Una mosca vuela y puede acabar en el plato. O puedes encontrarte un gusano en una ensalada, pero un chicle masticado no aparece porque sí», apunta el paciente, que está convencido «de que no fue un despiste» del personal de la cocina.

Ni él ni su compañero de habitación podían creérselo. Gonzalvo dejó «automáticamente» de comer. Lo mismo que el paciente de la otra cama. Sin tocar nada avisó al personal de la planta: «El chico que trae el catering nos dijo que él sólo repartía, que no entraba en la cocina». El resto de los trabajadores del hospital no le dijo ni le ha dicho nada: «Ni me han pedido disculpas, por la reacción que han tenido parece que lo que me ha pasado sea un caso habitual». El afectado afirma que encontrar un chicle en un plato es una «negligencia muy grave».

Como era jueves por la noche, el enfermo esperó al viernes por la mañana para exigir que le subieran el formulario para poner una reclamación en el servicio de Atención al Usuario del hospital Can Misses. En el documento el paciente explica el «asco» que sintió al encontrar el chicle e informa: «Me niego a comer nada más durante mi hospitalización por desconfianza tras los hechos sucedidos».

Y así ha sido. Desde entonces tanto a él como a su compañero de habitación sus familiares les llevan la comida preparada de casa. Ayer por ejemplo, Gonzalvo comió «unas lentejitas con verduras y poca sal». Lo único que come de lo que viene en las bandejas desde la cocina del hospital es la fruta. Por las mañanas, por ejemplo, se toma la naranja, pero el café va a buscárselo a la máquina: «La leche viene destapada y tampoco me fío».

En cuanto salga del hospital el paciente denunciará el caso también a Consumo. «No puede ser que pasen estas cosas», insiste Gonzalvo, que considera que el hospital podría adoptar medidas y controlar más la cocina de Can Misses si fuera un servicio propio. Precisamente se trata de uno de los servicios que gestiona la concesionaria, Gran Hospital Can Misses, que, a su vez, lo ha subcontratado con otra empresa.

El paciente lamenta que estos días no haya pasado a visitarle su médico. Quería explicarle lo que ha pasado y pedirle una pauta de cómo debe alimentarse durante su estancia en el hospital para que en casa sepan cómo deben prepararle la comida. Gonzalvo está afectado de una infección pulmonar, pero la única que ha pasado por la habitación es una reumatóloga. «No hay un control médico, sólo vigilan la medicación», indica el paciente, que confía en que estar comiendo alimentos preparados en su casa no perjudique su recuperación: «La preparan sin sal, no tomo azúcar, pero no creo que los análisis salgan igual que con la comida del hospital».

El paciente asegura que, después de lo que ha pasado, no volverá a probar nada preparado en Can Misses y pide a los responsables del hospital y a los inspectores que investiguen qué ocurre en la cocina de las instalaciones.