Frente a la Punta de sa Torre y entre la de sa Creu y la de sa Ferradura, la planicie elevada de s´Illa Murada se extiende hacia el Norte desde el Cap Gord hasta el Cap Prim. Es un islote sobre acantilados de más de 25 metros que, tanto en su llanura como en sus escarpas, guarda tantos tesoros naturales -y también algún misterio- que puede resultar sorprendente a primera vista que una roca dé tanto de sí.

En la explanada de s'Illa Murada se encuentran las ruinas de una construcción tal vez de época fenicia que representan uno de los misterios arqueólogicos de las islas sobre los que más se ha especulado. Son los restos de unos muros de piedra y mortero de cal a los que el islote debe su nombre (isla amurallada o protegida por muros) y cuya función se desconoce, al igual que la época en la que se levantaron; el único material datable del lugar son unos fragmentos de cerámica musulmana. Los expertos se han planteado la posibilidad de que la fortificación, cuya entrada se encontraba en el lado sudoeste, protegiera algún poblado, sin embargo no se ha hallado vestigio alguno de tal aldea, aparte de las últimas piedras en pie de unos habitáculos en la zona Norte.

Existe mayor unanimidad en la teoría de que el recinto amurallado fuera construido para encerrar ganado y evitar que éste se despeñara. Y puede parecer una idea poco práctica que los pobladores de antaño, fueran fenicios o sus descendientes o musulmanes, quisieran guardar sus animales domésticos en una roca en el mar, pero si hace tan sólo veinte años los dueños de es Vedrà portaron allí cabras, qué impide pensar que en siglos anteriores a Cristo no pudieran tener las mismas ideas supuestamente descabelladas.

Tal vez la intención era contar con reservas de alimento en altamar, quizás en un paso frecuente de embarcaciones. S´Illa Murada pudo servir de refugio, de lugar de descanso en mitad de una travesía, un lugar que, como islote y por su altura, protegía de ataques por sorpresa y permitía una defensa eficaz.

Siguiendo en el campo arqueológico, en el año 2008 se realizó una prospección submarina a cien metros al oeste del cap Prim de Murada y se hallaron, a 39 metros de profundidad, tres lingotes de plomo de forma elíptica datados en el siglo III aC y que fueron entregados al Museo Arqueológico. Un primer lingote fue hallado en los años 80 y se encuentra en manos privadas. S´Illa Murada, interesante también por debajo de la superficie del mar, es una inmersión recomendada en las rutas de buceo en las Pitiüses.

Más allá de sus misterios arqueológicos, el islote es como una pequeña reserva natural de 17.500 metros cuadrados que atesora su propia subespecie de lagartija (Podarcis Pityusensis muradae) y algunos caracoles endémicos del género Trochoidea, subespecies de los que existen en lo que podría llamarse tierra firme. También nidifican en la roca la gaviota patiamarilla (Larus michahellis), la pardela cenicienta (Calonectris diomedea) y el paíño (Hydrobates pelagicus).

El islote, además, es un laboratorio para la conservación de una especie vegetal en peligro de extinción; desde el año 2005 se han llevado a cabo con éxito varias plantaciones (tanto de plantas como de semillas) de Euphorbia margalidiana, la lletrera de ses Margalides, considerada amenazada sobre todo por su reducida área de distribución.

Y estos valores naturales justifican que el grupo ecologista GEN-GOB haya propuesto que s´Illa Murada, sus misterios y sus tesoros, al igual que todos los islotes al Norte y hasta ses Margalides, formen parte de la zona marina y terrestre protegida de Tagomago, que se halla en tramitación.