El paso al instituto para un adolescente con síndrome de Asperger es un momento crítico. «Dramático», en palabras de Amaia Hervás, psiquiatra y jefa de la Unidad de Salud mental infanto-juvenil del Hospital Universitario Mutua de Terrassa, que participó ayer en las I Jornadas Día Internacional Síndrome de Asperger que se han celebrado en la sede de la UIB el viernes y el sábado y que ha organizado la Asociación de Asperger de Ibiza y Formentera. Tal y como está montado el sistema educativo, no se lo ponen nada fácil a estos chavales cuando les toca dejar el colegio, un centro pequeño, donde están sus amigos de siempre, donde sus compañeros han crecido a su lado y les aceptan, tienen una tutora que les conoce y «hay mucha más intimidad», explica Hervás.

«El paso a Secundaria es un momento dramático en su vida. Son grandes institutos, con compañeros nuevos, profesores que cambian, donde tienen mucha presión escolar y es donde empiezan las grandes victimizaciones [acoso escolar]. Hay mucho cambio de profesores, es mucho menos planificado y estructurado... Por lo tanto, tienen un estrés importantísimo», agrega esta experta, que pronunció la conferencia ´El síndrome de Asperger en la adolescencia´.

Estos estudiantes diferentes «tienen muchísimas dificultades; tienen problemas de aprendizaje asociados en el área de la comprensión verbal, hay palabras abstractas que no terminan de entender a pesar de que tienen grandes habilidades y en ciertas áreas son muy inteligentes; a veces tienen a veces habilidades lingüísticas, en idiomas, en informática o numéricas», explica la psiquiatra. Ser buenos en un ámbito no es una tabla de salvación en un marco educativo donde los programas tienen poca flexibilidad para que los niños que tienen habilidades en unas áreas y problemas de aprendizaje en otras puedan seguir una educación ordinaria, lamenta Hervás. La psiquiatra agrega que jóvenes con Asperger estudian una carrera universitaria relacionada con sus habilidades, y son capaces de acabarla con éxito.

La psiquiatra señala que estos adolescentes necesitan flexibilidad en el sistema escolar: adaptaciones escolares y curriculares y de espacios.

Porque para los estudiantes que padecen un alto nivel de estrés es importante estar en grupos reducidos «donde también la profesora se adapte mucho más a sus problemas de aprendizaje y adaptación».

Alteraciones multisensoriales

Hervás recuerda que estos adolescentes suelen tener alteraciones multisensoriales: «Les molesta muchísimo el ruido, el barullo; hay ruidos y estímulos táctiles que les provocan muchísima alteración y ellos a veces ni siquiera son conscientes. Necesitan una programación, una guía, una educación totalmente pautada. A veces incluso necesitarían que se les entregara con antelación el material que se les da en clase de tal manera que puedan prepararse», continúa. Y hay que cuidar los detalles: una fotocopia que se ve mal puede ser para ellos una tortura, ya que las alteraciones perceptivas que sufren muchos de estos adolescentes provocan que les cueste mucho entender, por ejemplo, un papel mal impreso.

Hervás explica que los trastornos del espectro autista son frecuentes, se da uno por cada 68, y dos terceras partes de estos niños tienen una capacidad intelectual dentro de la normalidad, por lo que están dentro del ámbito ordinario de la educación. «Muchos tienen un excelente lenguaje y por lo tanto a veces no es fácil identificarlos y diagnosticarlos», prosigue Hervás.

La experta se muestra muy crítica con la falta de formación que se da en las universidades respecto a los trastornos del espectro autista a los futuros profesionales que tendrán que tratar con estos críos, como psicólogos, docentes o médicos. Hervás asegura que existe interés entre los profesionales por formarse, y cita como ejemplo la presencia entre el público de las jornadas de psicólogos infantiles y profesores, pero considera que las instituciones deberían facilitar la formación, dado que a veces no es fácil acceder a ella, especialmente fuera de las grandes ciudades.

«En cada dos clases va a haber un niño dentro del trastorno del espectro autista», advierte Hervás, razón por la que los educadores «tienen que ser competentes en la identificación desde edades muy tempranas de cuáles son los signos para enviarles para un diagnóstico y para comprenderlos, de forma que sus métodos de aprendizaje sean adaptados a sus dificultades de comprensión y de organización». Estos alumnos son muy diferentes, según explica la psiquiatra: no pueden ser multitarea, no pueden coger apuntes ni resumir, tienen enormes problemas en psicomotricidad fina -hay algunos que no pueden escribir-, «y esto les provoca un enorme rechazo al aprendizaje».

El patio, una tortura

«El patio es una tortura para ellos porque tienen muchos problemas de psicomotricidad gruesa y por tanto para hacer deporte; les cuesta mucho jugar, y precisamente los chicos se relacionan muchísimo a través del deporte. A veces están condenados totalmente al aislamiento», lamenta Hervás, que reivindica la necesidad de «reestructurar para ellos el tiempo libre», para que puedan integrarse en actividades con sus compañeros en las que no tengan limitaciones físicas. Generalmente son niños sociables, aclara: «Alejados del prototipo de autismo, tienen un buen lenguaje expresivo, pero manifiestan conductas repetitivas e intereses muy obsesivos. Sus grandes dificultades son en el área de la comunicación social, les cuesta mucho la empatía, ponerse en el lugar de las otras personas, comprender el contexto; a veces son inadecuados. Son muy inocentes y son sujetos de burlas y abuso por parte de los compañeros», continúa.

La adolescencia es «muy difícil para ellos», ya que a pesar de que a veces los síntomas de Asperger mejoran con la edad, se trata del momento «de máxima demanda en el ámbito social y educacional», aclara Hervás. La psiquiatra ensalza el trabajo de concienciación social y escolar que desarrolla la Asociación de Asperger de Ibiza: «Está haciendo una gran labor».