Aunque ya hace 14 años que Juan Manuel Periche (Jaén, 1955) padece párkinson, no se ha acostumbrado al desprecio ni a las burlas que sufre a diario a causa de su enfermedad. La falta de dopamina en su cuerpo provoca descoordinación en sus movimientos. Por no caminar en línea recta por la calle, ha tenido que aguantar que le llamasen borracho. Por quedarse parado en un paso de cebra como consecuencia del bloqueo de sus piernas, ha soportado gritos y, lo peor de todo, sus temblores les parecieron sospechosos a cinco policías del aeropuerto de Orly, en París, que se abalanzaron sobre él cuando estuvo allí en septiembre del año pasado. «Se pensaban que me movía tanto porque estaba nervioso por algo que había hecho», recuerda Periche, indignado por la incomprensión y la ignorancia sobre el párkinson. «Cuando supieron que padecía una enfermedad, se disculparon, pero de muy malas maneras. Además, no me dejaron interponer una denuncia», critica. Precisamente, los aeropuertos son los lugares más conflictivos para él. «Siempre armo un pitote en los controles de seguridad», cuenta sonriente.

A la desconfianza que despierta entre la policía y el personal de seguridad, se añaden las burlas de la gente de la calle. «Lo que más me duele es que se metan conmigo y me miren mal», critica Periche, que añade que ha sufrido insultos y vejaciones incluso por parte de agentes de la Policía Local. «¡Vaya castaña lleva este hombre!», escuchó que decían dos policías con los que se cruzó un día por una acera. «Estuve a punto de responderles, pero preferí no meterme en problemas», recuerda.

Asimismo, afirma que nunca se ha emborrachado ni drogado y que siempre ha llevado una «vida tranquila». «¡Cuando tengo espasmos o temblores es por falta de dopamina, no por una borrachera! », se justifica Periche, que está harto de que la gente confunda los síntomas de su enfermedad con los de una persona ebria. «Estuve a punto de ponerme una camiseta en la que había escrito por delante ´No es lo que te piensas´ y por detrás, ´es párkinson´ para informar de lo que me pasaba», explica este vecino de Ibiza. Además, lo peor de estas desagradables reacciones de la gente es que provocan que algunos enfermos opten por quedarse en casa para evitar burlas.

No ha sido el caso de Periche. Desde que le diagnosticaron la enfermedad, por la que cobra una pensión de invalidez total, intenta mantener una rutina y estar activo. Se levanta a las seis de la mañana, se prepara el desayuno y va a la piscina a nadar. «La natación relaja mucho mi cuerpo». Hasta hace un par de meses también iba en bici, pero le cogió miedo tras sufrir un accidente el pasado 31 de diciembre. «Me rompí los dos brazos a causa de la caída, ahora prefiero practicar otros deportes», señala.

Alertas en Google

Después de hacer ejercicio, se dedica a cuidar su jardín, donde tiene plantados rosales, romero y laurel, entre otras plantas. «Soy muy inquieto y me gusta hacer cosas», destaca.

También le gusta navegar por Internet. Aunque el párkinson por ahora no tiene cura, no pierde la esperanza de que se encuentre una solución en el futuro. Para estar al corriente de las últimas investigaciones, ha creado una alerta de Google que le notifica todas las noticias sobre el tema en cualquier idioma, ya que él habla inglés, francés y alemán. «Yo creo que los avances en esta enfermedad dependerán de las células madre», opina Periche, que asegura que lee mucho acerca de su patología. «Yo le aporto muchos datos a mi neurólogo», presume.

Sin embargo, lamenta no poder compartir esta información con otros afectados. «No tenemos ningún espacio para reunirnos ni hablar sobre nuestros problemas», apunta este andaluz, que reside en Ibiza desde hace 19 años. Según él, sería «positivo» que hubiese un asociación de enfermos de párkinson.

Aunque cuenta con el apoyo de sus dos hijos, Lucía y Juan, considera positivo reunirse con el resto de enfermos para compartir sus experiencias y hablar de sus sentimientos. «El párkinson es una muerte lenta. Ves que te estás apagando y que se limitan tus posibilidades», se sincera Periche. «He perdido peso y también fuerza. Esto le puede pasar a cualquiera», reflexiona en voz alta.