«Se están riendo de nosotros», «nunca había estado tan mal» o «esto está muy apagado» son solo algunas de las quejas que ayer realizaban el puñado de comerciantes que han abierto este mes sus establecimientos en es Canar a la espera de los turistas del Imserso que han empezado a desembarcar en la isla. Esta espera está siendo complicada y hasta «indignante» para estos comerciantes porque la afluencia actual no se acerca ni por asomo a la de otros años y porque al menos, según cuentan, esperaban que alguien les hubiera informado de que este año, de momento, es Canar iba a ser un erial.

Con solo un hotel abierto, el Coral Beach, en vez de los cuatro que estuvieron funcionando el año pasado por estas fechas, esta localidad ofrece un aspecto desolador y bastante triste. «Si lo hubiésemos sabido, igual no hubiéramos abierto el bar tan pronto porque estamos pagando un alquiler y a los empleados, y no es fácil subsistir con este panorama», comenta Cristino Marín, propietario del bar La Perla y que ha sido testigo del arranque el programa del Imserso en es Canar hace más de quince años.

«De todos los años que he vivido el Imserso este está siendo el peor de todos con diferencia, pero también es verdad que acabamos de empezar y ya veremos qué ocurre», comenta Cristino, que al igual que otros comerciantes de la zona tiene perfectamente controlados los hoteles que abrirán próximamente, «como el Tres Torres de Santa Eulària» y los problemas que han surgido este año con la contratación del programa. «Parece que los de Mundiplan han pagado la novatada, yo les he mandado un mail para quejarme, pero no he recibido respuesta», apunta Norbert Ferragut, propietario de una tienda de souvenirs ubicada junto al hotel Coral Beach y que ha visto descender sus ventas un 85% con respecto al año pasado: «Hay días que apenas haces 30 o 40 euros de caja».

Norbert opina que a los turistas que vienen hay que darles un servicio y esa es una de las razones por las que ha abierto. «Cuando se dan una vuelta y ven que está todo cerrado se sienten decepcionados», dice. De similar opinión es Ezequiel, que se encuentra subido a una escalera dando los últimos retoques al restaurante que abrirá la semana que viene. «Siempre abrimos por estas fechas, pero es una pena que no haya nadie. En fin, por eso abrimos, para darles un poco de servicio y que puedan venir a tomar algo», señala.

«No hay nada de nada»

Es la hora del almuerzo y mientras lo comerciantes lamentan de brazos cruzados la ausencia de clientes, un autobús de Mundiplan llega a la puerta del hotel Coral Beach y desembarca a una treintena de turistas. Vienen de visitar Dalt Vila en una de las excursiones programadas y antes de entrar en el hotel comentan que en es Canar «no hay mucho que hacer», porque «no hay nada de nada». «Es una pena, porque esta zona es bonita», dice Paz, una asturiana que llegó el domingo a la isla junto a Luisa y sus parejas. «Para tomarse un café te tienes que ir a Santa Eulària porque esto es muy triste y lo tienen cerrado para los viejos», apunta.

En otra parte del hotel, un grupo de madrileños comenta lo mucho que les ha gustado Dalt Vila y el casco antiguo de Vila y muestran su sorpresa porque no haya nadie por las calles. «Vale que es febrero, pero esperábamos otra cosa, aquí al lado hay un playa muy bonita pero no tiene abierto ningún restaurante», apunta Antonio. A su lado, otra turista señala con júbilo cómo el martes «de repente» se encontraron con «mucha gente y un gran ambiente» en la rúa de carnaval de Santa Eulària.

Este grupo de turistas está ocupando las habitaciones del hotel Coral Beach de la cadena Azuline, el único de es Canar que se ha aventurado, de momento, a sumarse al programa del Imserso y que tanta incertidumbre ha levantado este año. Este programa ofrece unos precios tan ajustados para los hoteleros (20, 25 euros persona y día, donde entran todos los gastos de personal, servicio hotelero, suministros, agua, gasóleo, etc.) que para que pueda ser rentable tiene que haber una ocupación cercana al 90%. Y eso no ocurre.

Para Félix Presa, director de producto de la cadena Azuline Hotels, si no se llega casi al lleno, algo que ahora no se produce, «las pérdidas son continuas». Presa espera que más adelante mejore la ocupación, «pero la verdad es que ahora bastante hacemos con subsistir». A pesar de los inconvenientes de mantener el hotel abierto, Presa asegura que la cadena no se plantea rechazar el programa para el año que viene. «Es un riesgo evidente, porque abrir sin saber lo que va a pasar es complicado, pero estamos dispuestos a seguir con el programa».

Malestar

Los hoteleros y los sindicatos ya han mostrado en repetidas ocasiones en los últimos meses su malestar y culpan de la situación a la mala gestión y planificación de Mundiplan. La cuestión es que de las 40.000 plazas que se vendieron en la campaña 2014-2015 en las Pitiüses, cuando las gestionaba Mundosenior, se ha pasado a una estimación de 25.000 este año. Además, se ha perdido la primera parte del programa, que se ofrece en noviembre y tampoco se garantiza la ocupación de las plazas ofertadas.

El presidente de la Federación Hotelera de Ibiza y Formentera (Fehif), Juanjo Riera, asegura que la situación de incertidumbre ha sido «nefasta» para el negocio y que «lógicamente» repercute en la recuperación de empleo en la isla. Riera va más allá y asegura que el hecho de que no haya un Gobierno en el país tampoco ayuda a mejorar las expectativas. Los sindicatos cifran en un millar los puestos de trabajo afectados y el Consell también lamenta esta pérdida en un programa que genera unos 30 millones de euros anuales en las islas.

En este sentido, los hoteleros ven «muy complicado» llegar a una ocupación casi total para intentar «al menos sufragar gastos» y este hecho ha provocado que muchos de los hoteles hayan decidido no abrir sus puertas y en algunos casos dediquen estos meses a realizar reformas.

Información confusa

Los turistas también están pagando la novatada. Ayer, dos mujeres asturianas comentaban que solo unos días antes de venir a Eivissa les cambiaron el trayecto y un comerciante aseguraba que había atendido a dos catalanes a los que habían avisado a las cuatro de la mañana de que ese mismo día tenían que salir rumbo a Eivissa. Cuando llegaron a la isla pensaron que iban a Sant Antoni, como así figuraba en la contratación, pero al final acabaron en es Canar, donde les esperaba un hotel y un puñado de aventurados comerciantes.