La primera vez que el coordinador de Trasplantes de Can Misses, Eduardo Escudero, tuvo que comunicar a una familia que alguien a quien querían había muerto y plantearle la posibilidad de donar sus órganos lo afrontó «mal». Han pasado los años y a pesar de los cursos y de la experiencia sigue afrontando mal ese momento. El más crítico y el menos controlable de toda la cadena de donación, apunta el coordinador autonómico de Trasplantes, Miguel Agudo. «Cuesta comunicar la muerte de un paciente. Cuesta menos si tiene 80 años, pero si tiene 25 años cuesta mucho, sientes que no le tocaba», afirma Escudero, que confiesa que son muchas las veces en las que tiene que aguantar las lágrimas. O incluso salir un momento y respirar hondo antes de poder hablar con la familia, que en unos segundos recibirá una de las peores noticias de su vida.

Y es en ese duro instante cuando deben decidir si donan los órganos de su familiar. «En la respuesta influye todo. Cómo se han sentido tratados en el hospital, la atención que han recibido en Urgencias, si han tenido algún problema durante el ingreso... Todo», afirma Agudo. En ocasiones el sí no llega porque no entienden que la persona ha fallecido. La muerte cerebral sigue siendo un concepto complicado. «Ven que el pecho sube y baja por los respiradores, que está caliente, y algunos no lo entienden», apunta. Otras veces la negativa es «por desconfianza», indica Escudero: «Quizás han dejado a su familiar en planta, ha empeorado de forma súbita, entra en la UCI, nadie les dice nada. No entienden qué ha pasado y desconfían».

Prácticamente en todos esos casos al final la familia accede. A veces son necesarias hasta tres o cuatro entrevistas, que pasen a ver al paciente, que se despidan, que asimilen la situación. Pero la mayoría de los que no lo veían claro en un primer momento acaban accediendo a la donación: «El objetivo inicial es ése, pero pase lo que pase estamos ahí para acompañar a la familia, para apoyarles». Las únicas negativas no reversibles son las que los profesionales llaman «el no porque no». «Ahí no lo consigues», indica Agudo, que insiste en que muchas negativas vienen dadas por la situación emocional del momento, porque están bloqueados: «Un estudio de la Universidad de Murcia preguntó a personas que se habían negado a la donación de órganos de un familiar y más del 50% confesaron que se arrepentían de esa decisión».

Humanizar la sanidad

El año pasado en Ibiza se produjo una negativa familiar, recuerda el coordinador en Ibiza, que lamenta la «deshumanización» de la sanidad. Su compañero asiente con la cabeza y critica la falta de formación que reciben los médicos durante la carrera sobre algo tan importante como la comunicación de malas noticias. Ellos tienen que enfrentarse a explicar a las familias la muerte cerebral de un paciente, pero otros profesionales deben informar a un enfermo de que tiene cáncer o anunciar a un ingresado que nunca más podrá caminar. «Eso no te lo enseñan. Te hablan de números, pero tratas con personas», insiste el coordinador de Trasplantes en las Pitiusas.

Los médicos recomiendan a cualquiera que quiera donar sus órganos que lo comente a sus familiares y amigos. Eso facilita el proceso porque una de las preguntas que hacen a los familiares es precisamente si alguna vez el fallecido manifestó su intención de ser donante. En España todo el mundo lo es excepto que haya manifestado su negativa en vida, a pesar de eso, Escudero y Agudo destacan que se respeta la decisión de la familia.

Lo único que está por encima de eso es el testamento vital, la declaración de voluntades anticipadas. Si a pesar de todo la familia se niega siempre se puede recurrir al juez, añade Agudo, que vivió una situación así: un paciente que era testigo de Jehová y cuya familia se negaba a donar sus órganos hasta que les mostraron el testamento vital. «Pero sólo cuatro de cada mil personas lo tienen», indica la médico de Urgencias María Ángeles Leciñena poco antes de comenzar su ponencia en las jornadas sobre donación.

En ese momento, en ese cuarto en el que explican la situación a los familiares, los médicos no saben con qué se van a encontrar. Agudo y Escudero aseguran que les ha pasado de todo: personas que se bloquean o que no pueden dejar de llorar o que se enfadan. El coordinador autonómico señala que hasta le han llegado a insultar: «No tiene nada que ver contigo, es su manera de reaccionar». A pesar de todo, incluso en esas situaciones la mayoría de las familias, al final, han accedido a donar los órganos. A salvar otras vidas.