La intensa actividad de la ceca de la isla de Ibiza durante cuatro siglos, desde el IV aC y hasta Claudio I, demuestra la gran actividad comercial de la isla y cuenta con otra particularidad destacable, y es que todas las monedas representan al dios Bes, si bien con el Imperio Romano la deidad pasó a ocupar el reverso y romanizó su aspecto, perdiendo buena parte de su personalidad oriental.

El hecho de que se hayan encontrado monedas ebusitanas en buena parte de la Península Ibérica y del Mediterráneo, e incluso en las Islas Británicas, se suma a los datos para acreditar la importancia de la actividad comercial de la isla, tanto interior como en el exterior.

El arqueólogo Benjamí Costa, director del Museo Arqueológico, matiza que la moneda se empezó a acuñar «como mínimo a mediados del siglo IV, pero es muy posible que llegue a demostrarse que la acuñación se inició a principios de ese siglo», ya que las monedas que se han podido datar con una antigüedad mayor no parecen ser, en realidad, las más antiguas de cuantas se han encontrado.

En cuanto a la particularidad de la omnipresencia de Bes, ésta indica, en opinión del arqueólogo, más que una devoción a la divinidad, que ese dios servía para identificar las monedas como fabricadas en la isla. Este argumento, a su vez, refuerza la teoría de que la palabra Iboshim, efectivamente, significa isla del dios Bes. Es más, la leyenda que figura en las monedas es un plural con el que muchos expertos interpretan que hace referencia a las islas del dios Bes, lo que incluiría a Formentera.

Iboshim y Augusta

Ya con el Imperio romano, la palabra Iboshim de las monedas fue sustituida por Insula Augusta (isla sagrada), que es como los romanos, a su manera, tradujeron las islas del dios Bes. Y si el dios enano domina en el anverso de las monedas de la ceca ibicenca, el reverso suele mostrar la figura de un toro.

Algunos expertos identifican a este animal con el dios Baal Hammon, aunque Benjamí Costa no da tal dato por seguro, ya que considera que el toro era un animal muy apreciado, un símbolo que se encuentra en distinta iconografía a lo largo de todo el Mediterráneo, y que eso es suficiente para ser representado en las monedas sin necesidad de aludir a ninguna divinidad.

El museo dispone de más de 2.000 piezas de la ceca fenicio-púnica de Ibiza. En plata, bronce, cobre y plomo.

Las monedas más abundantes son las acuñadas durante la II Guerra Púnica, cuando Cartago necesitaba pagar a sus soldados y se empezaron a acuñar monedas de plata; y las pertenecientes al siglo II, momento en el que aumenta considerablemente el comercio exterior. Las monedas están fabricadas, mayoritariamente, de aleaciones muy inestables, que se van degradando con el tiempo, por lo que los especialistas del museo las tratan con sumo cuidado.

Si durante cuatro siglos, la ceca de Ibiza no cambió su motivo heráldico, sí hay que destacar que la figura del dios enano sufre una evolución iconográfica interesante. Su penacho de plumas acaba convirtiéndose en lo que más bien parecen las puntas de una corona o rayos divinos, su figura rechoncha y acondroplásica se estiliza y su desnudez es cubierta con una túnica muy romana.

Según se explica en el libro 'La moneda y su papel en las sociedades fenicio-púnicas', editado tras las jornadas de arqueología del año 2012, sorprende la gran cantidad de imágenes distintas de Bes que se acuñaron en la isla. Suele presentarse con un mazo en una mano y una serpiente en la otra, y junto a él también se representan símbolos como el caduceo, la flor de loto, la rosácea, la cornucopia o la insignia atribuida a la diosa Tanit, interpretados todos ellos como marcas de emisión de la amonedación ebusitana.

En la publicación sobre las jornadas arqueológicas también puede leerse que «los diseños sagrados de muchas emisiones propiciaron la utilización de la moneda para otros fines que no eran el de instrumento de pago»: como talismán y como ofrenda en los santuarios.

Ofrendas en los santuarios

A este respecto, Benjamí Costa señala que no hay que entender como ofrendas todas las monedas que se han hallado en santuarios como el de es Culleram; no hay que olvidar que, en esos templos, los sacerdotes cobraban a los fieles por sus servicios.

Por otra parte, los expertos siguen estudiando en la actualidad la presencia de monedas en los enterramientos púnicos. De hecho, adelanta Costa, está previsto que se publique este año un extenso estudio comparado del fenómeno en necrópolis de Málaga, Cádiz y Puig des Molins. Y si bien se ha destacado ya que el dios Bes identifica las monedas como fabricadas en la isla, desde hace años se está estudiando la presencia del mismo dios en monedas de la época pero encontradas en el sur de Italia y procedentes de talleres de Pompeya y Campania.

En Pompeya se han hallado remarcables cantidades de monedas que reproducen fielmente al Bes que se acuñaba en Eivissa, pero en el reverso aparece iconografía propia de la moneda que se fabricaba en Marsella (como la cabeza de caballo). Los expertos consideran estas imitaciones como un fenómeno singular al que aún no han encontrado una explicación.

El enigma de Bes

Bes es para Costa un fascinante enigma que ha hecho preguntarse a muchos especialistas cómo es posible que un dios menor procedente de Nubia, y conocido a través de la mitología egipcia, acabara siendo tan importante en una isla al otro lado del Mediterráneo y bajo el auspicio fenicio. Tan importante como para darle nombre y aparecer en todas sus monedas.

También resulta curioso que, al menos de momento, no se haya encontrado en la isla ninguna estatua del dios Bes que pudiera haber presidido un santuario. Si Bes era tan relevante en la isla, hay que llegar a la conclusión de que existiría algún templo en el que se le rindiera culto y cuya figura, además, pudiera haberse copiado para las monedas.

Tampoco se ha encontrado ninguna ceca, ningún lugar que pudiera considerarse un taller de fabricación de moneda, pero tampoco resulta extraño, ya que la acuñación era un proceso sencillo que no deja rastro arqueológico, aunque, además de la gran cantidad de monedas, se han encontrado también tiras de cospeles que aún no habían sido recortados. Costa explica que Cartago, durante las guerras púnicas, incluso usaba cecas móviles que viajaban con el Ejército para producir monedas con las que pagar a la soldadesca.