Por sus miradas, por sus caritas de lobeznos de mar, seguro que cualquiera de los 26 chavales de 5º de Primaria del colegio Guillem de Montgrí que ayer esperaban impacientes iniciar la nueva edición de la Setmana del Mar habría respondido al anuncio que Ernest Shackleton insertó en Time en 1907 para reclutar grumetes que le acompañaran en su expedición al Polo Sur: «Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Vale que en la Setmana del Mar solo cubrirán, como mucho, la travesía entre el puerto de Sant Antoni y sa Conillera y que solo dormirán una noche en el barco -y además en el puerto-, pero a esas edades (tienen entre 10 y 11 años) viven las pequeñas aventuras, como la emprendida ayer, con la misma épica que si fuera la expedición a la Antártida de Shackleton y sus 28 marineros, que tuvo tela marinera.

Los niños tienen por delante cinco días llenos de actividades, como talleres de arena (en Cala Bassa o Cala Salada), de pesca, de astronomía, de buceo y de nudos, y clases de navegación. La educadora ambiental Marta Tur se encargó ayer de mostrarles las riqueza de las Reservas Naturales dels Illots de Ponent, adonde llegaron a bordo de los catamaranes ´Goa II´, ´Goa III´ y ´Mr. Binguel´: «Podéis llamarme ´bichóloga´», les propuso Tur cuando fue presentada como bióloga. Mañana irán al Parque Natural de ses Salines y el jueves navegarán en gambas hasta el acuario de Cap Blanc. El viernes, si el tiempo lo permite, seguirán navegando.

Divididos en tres grupos (delfines, orcas y tiburones), van acompañados por tres monitores, tres patrones, una cocinera y dos auxiliares técnicas educativas, María José Ávalos y Emi Sangil (en prácticas), que se ocupan de tres niños con necesidades especiales. De todos esos cachorros de escualos y cetáceos, solo tres saben lo que es navegar a vela. Para el resto es su primera singladura, una aventura que nunca olvidarán, si bien Alicia González, técnica del Club Nàutic de Sant Antoni, sabe por experiencia que aún disfrutan más «con la experiencia de dormir en sacos dentro del barco, aún más que si fueran de campamento».

Enseguida aprendieron a saludar al patrón (la mano en la frente, como en la Marina, pero moviendo la mano como una mariposa) y cuál es el grito de guerra: al «¡Eó eó!» de la monitora responden juntos y raudos «¡Oéeeeee!», un invento muy eficaz para que bajen la voz, dejen de gritar y reine de nuevo el silencio.

Guillem de Montgrí es la primera de las 11 escuelas que este año pasarán por la Setmana del Mar, según explicó Enrique Mas, director de la Escola de Vela de Sant Antoni. Al frente de los chavales estaba ayer su maestro, Jesús Ruiz, que en clase les explicó lo afortunados que son al poder convivir en el mar durante una semana del curso, al aire libre, en vez de estar metidos entre las cuatro paredes del aula: «Les dije que poder navegar y poder ver delfines en el mar es una oportunidad única».

Antes de poner rumbo hacia sa Conillera, una de las monitoras les detalló las normas de oro de la Setmana: en el mar siempre hay que llevar puesto el chaleco salvavidas, no se tiene que tirar papel al retrete del barco, está prohibido usar móviles y correr por la borda de los catamaranes, las cámaras deben ir enganchadas a las muñecas... «Sobre todo -comenta Alicia González- damos prioridad al reciclaje. Incluso en las playas donde desembarcan. A veces sale de ellos recoger la basura que encuentran en la arena».

El mayor riesgo al que se enfrentan es la meteorología, ayer perfecta: «Es lo único que no podemos controlar. Está haciendo un tiempo fantástico, pero aquí cambia de repente. Estamos muy pendientes porque estamos a cargo de 26 niños», según González. Con 21 ediciones a sus espaldas, los organizadores han ido variando pequeños detalles año tras año para que la experiencia sea cada vez mejor: «Hemos pulido algunos aspectos para sacar más partido. Sobre todo para que los niños disfruten».