«No puede ser que cada fiesta grande acabe con menores con intoxicaciones etílicas», afirma la coordinadora del Centre d´Estudi i Prevenció de Conductes Addictives (Cepca), Belén Alvite, sobre los adolescentes atendidos en el centro de salud de Sant Antoni durante la celebración de ´La Movida´. La experta señala que este tipo de fiestas al aire libre organizadas por los ayuntamientos «son muy populares entre los jóvenes de toda la isla» y reclama la necesidad de una actuación conjunta para frenar el consumo de alcohol en los menores. Alvite insiste en que deben implicarse todos: familias, instituciones y cuerpos de seguridad. De hecho, asegura que la semana siguiente a la celebración de este tipo de fiestas se incrementan las consultas y la petición de ayuda de familias.

«Lo primero que habría que preguntarse es qué hacían esos menores tan tarde en la calle», reflexiona. La coordinadora del Cepca alerta de que los horarios de salida «se están alargando demasiado» porque muchas familias han renunciado a establecer «límites» a sus hijos. De hecho, afirma que muchos padres les comentan que les resulta «imposible» poner horarios a los adolescentes. «Sienten que es un privilegio que no les pueden quitar. Es complicado dar marcha atrás cuando a un adolescente le has ampliado la hora de llegada», reconoce. Por eso Alvite insiste en la importancia de establecer límites desde la infancia. En este sentido, lamenta que a las familias les cueste tanto ponerlos, en todo, desde establecer horarios a controlar el uso de las nuevas tecnologías.

Horarios y control

La coordinadora del Cepca detalla algunos métodos que pueden resultar útiles para evitar no ya que los adolescentes no beban -«eso es poco probable»- sino que controlen. «Poner una hora concreta y que sea uno de los padres quien lo recoja», propone. «Cuando los adolescentes saben que hay un cierto control, que los irán a buscar sus padres o que estos estarán despiertos cuando lleguen, se autocensuran más. No dejan de beber, pero se cortan porque saben que les van a ver», indica. Además, recomienda que los padres, cuando un adolescente les dice que se va a quedar a dormir en casa de un amigo, se pongan en contacto con los otros progenitores: «Que confirmen que es así y pacten la hora de llegada. Es lo que hacían nuestras madres y entonces no había ni móviles ni whatsapp». «Se trata de crear una red de protección», añade.

Alvite destaca que evitar situaciones como la del sábado pasado en Sant Antoni también es labor de las instituciones públicas. «Cuando organizan fiestas de este tipo deberían pensar que son para mayores y, aunque en las barras no se venda alcohol a menores, deberían controlar los alrededores», apunta.

La coordinadora del Cepca considera que la policía debería vigilar los botellones, detectar si en ellos hay menores y, en el caso de que sea así, llamar a sus padres y pedirles también a ellos explicaciones. «¿Qué hacen niños de 12 y 13 años a las dos de la mañana bebiendo?», se pregunta. A Alvite le sorprende que un municipio en el que «funciona tan bien» la figura del policía tutor «en la que fueron pioneros y que copiaron luego otros ayuntamientos» no controle el botellón en fiestas como el ´Flower Power´ o ´La Movida´. Apunta que si para esos días no cuentan con suficientes efectivos podrían pedir ayuda, por ejemplo, a Protección Civil: «Entiendo que para las instituciones es una patata caliente».

Alvite alerta de cómo los menores «se ponen en riesgo» en los botellones: «Quince han llegado al centro de salud por una intoxicación etílica, pero ¿cuántos habrán estado igual y ni ellos ni sus amigos han pedido ayuda por miedo a que sus padres les pillaran y les echaran la bronca?». Ella misma se responde: «Seguramente muchos».

La responsable del Cepca explica que durante las semanas previas a estas fiestas los propios adolescentes comentaban, tanto en los talleres como en sesiones de atención individualizada, las ganas que tenían de ir. «Ellos siempre dicen que ´lo que pasa en Sanan se queda en Sanan´, como si fuera Las Vegas», apunta Alvite, que recalca que lo mismo ocurre cuando se acerca el Flower Power de Sant Josep. Lo que más le ha sorprendido esta vez ha sido lo que le explicó una chica de 17 años: «Me dijo que su propia madre le compraba el alcohol para el botellón. Me quedé alucinada. ¿De qué sirve que trabajemos eso con ella si luego su madre se lo compra?».