­Los payeses de Ibiza miran con ansiedad el cielo y las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). El campo está seco. O llueve en las próximas semanas o perderán la cosecha, avisan. A Bernabé Linero, ingeniero agrónomo de la Cooperativa Agrícola de Santa Eulària, le consuela el pronóstico para el fin de semana: bajarán las temperaturas y lloverá. Espera que caiga lo suficiente para aliviar a las sedientas cosechas de trigo y cebada, que no terminan de arrancar. «El cereal -alerta- se está resistiendo un poco a crecer, tanto por la falta de precipitaciones como por la elevada temperatura que hay desde que empezó el invierno».

A su juicio, «no es un daño decisivo ni significa que se vaya a perder el cereal, pero sí es cierto que está teniendo un retraso en su crecimiento». Linero afirma que la cosecha «está aún en una fase en que todavía se puede recuperar... si llueve. Pero tiene que hacerlo en un intervalo de unos 20 días como máximo». Y no poco: como mínimo unos 15 a 20 litros por metro cuadrado. No basta con cuatro gotas: «Si no lo hace así comenzaremos a tener problemas. Se empieza a ver daños en las plantas, pero son recuperables si llueve de aquí a tres semanas. Si no será irreversible», advierte.

Más frío y más agua

Se necesita «una precipitación normal y repetitiva», como mínimo «como suele hacerlo en invierno». Lo que sobre todo le consuela es que este fin de semana (especialmente el domingo) bajarán las temperaturas hasta los 8 grados de mínima y los 11 de máxima: «Si no llueve, malo, pero si encima hace calor, peor todavía. Se junta el hambre con las ganas de comer».

Lo dice porque si persisten estos calores sofocantes «habrá un problema de vernalización [cantidad mínima de horas de frío] en frutales de hoja caduca como el melocotón, el nectarino o el ciruelo, que necesitan acumular horas de frío en invierno. Y no solo durante uno o dos días». Que bajen los termómetros es necesario «para que después la floración sea buena. Si no se acumulan periodos de frío en invierno, surgen luego problemas de brotación floral». Las yemas «se inhiben, florecen mal o poco y tienen poca fertilidad», detalla el ingeniero: «Todo tiene aún solución si desde la mitad de enero y hasta febrero caen las temperaturas. Si persiste el calor habrá una mala floración y como consecuencia se perderá la cosecha». En cuanto al cereal, se encuentra «en un punto crítico, pero solucionable» en caso de que llueva y descienda el mercurio de una vez, reitera.

NI una gota desde la siembra

Coincide con esa apreciación María Marí Colomar, portavoz y expresidenta de la Associació de Productors d´Agricultura Ecològica. La rojiza tierra de su finca de Can Musson, en Santa Eulària, está seca: «No ha caído ni una gota desde que sembramos. Este año, todo lo que es secano -donde tengo trigo, forraje para los animales, habas y guisantes, que normalmente van bien en invierno- está seco. Esto es un desastre», exclama.

El cereal que sembró en noviembre «ha nacido y está grandecito». Pero peligra. Ya tiene unos cinco centímetros de altura: «Si lloviera en dos o tres días se salvaría. De lo contrario se perderá todo. Si sigue haciendo este viento y encima no cae ni una gota, en unos quince días esto estará listo».

Le preocupa además el forraje: «En Can Musson tenemos muchos animales. Como no crezca, habrá que comprarlo. Pero no sé de dónde lo traerán, porque en buena parte de España hay sequía, no llueve nada. Eso encarecerá el precio del forraje. Y lo mismo ni siquiera hay suficiente para que nos suministren a todos».

La humedad de noviembre

Pep Mayans, gerente de Agroeivissa, avisa de que o diluvia o los agricultores tendrán que empezar a regar los cítricos desde febrero. También alerta del estado de los acuíferos, que si bien se rellenaron un poco con lo caído al final del verano podrían dar señales de agotamiento en breve, algo que se notaría sobremanera en las zonas de regadío de Sant Carles, Santa Eulària y Sant Joan.

Sin embargo, Alicia Morales, técnica de la Cooperativa de Sant Antoni, asegura que la situación no es preocupante, de momento, en su zona: «Hasta ahora no está afectando porque llovió bien en septiembre y octubre, unos trescientos y pico mililitros, más del doble que en 2014. No estamos notándolo mucho, de momento. Además, durante los meses de noviembre y de diciembre hubo muchos periodos de niebla, lo cual mantuvo el nivel de humedad del suelo». Cree, eso sí, que «ahora convendría que lloviera para la cosecha del forraje».