Pocos fotógrafos como Frédéric Barzilay supieron retratar el cuerpo femenino, en composiciones aparentemente sencillas pero rotundas, llenas de intimidad, que le hicieron ser considerado uno de los maestros del desnudo femenino en Francia. Barzilay, que falleció el pasado viernes en París a la edad de 98 años, tuvo una vida azarosa. Nació en Salónica (Grecia) en 1917 en el seno de una familia judía, que emigró a Francia cuando el pequeño Frédéric contaba 10 años. Durante la ocupación nazi sus padres fueron deportados a Auschwitz, de donde no regresaron, y el joven salvó la vida gracias a la complicidad de amigos de la familia.

Comenzó a trabajar como fotógrafo al finalizar la II Guerra Mundial, en la senda de los humanistas como Robert Doisneau, y pronto empezó a publicar sus retratos sobre artistas e intelectuales de la época. Ya desde el principio el cuerpo femenino aparece como el motivo principal de su obra.

Entre 1953 y 1977 trabajó como funcionario de la Unesco y su primera exposición de fotografía llegó en 1960 en la Société Française de Photographie en París. Desde ese momento comenzaron las exposiciones de su obra y la publicación de libros, en una época en la que cultivó la amistad de artistas e intelectuales parisinos, como Yves Klein, Dominique y Paul Éluard, Brassaï, Pablo Neruda, Man Ray o Julio Cortázar.

Precisamente Cortázar prologó uno de sus libros más conocidos, ´Tendres parcours´, publicado en Francia en 1978. Otros de sus títulos más famosos son ´Les corps illuminés´, de 1965; ´La mirada en el cos´, de 1994, con prólogo de Toni Roca; ´Frédéric Barzilay´, de la colección de fotógrafos de Balears, con textos de Julio Herranz o Antonio Colinas; o ´Nues´, publicado en 2003

Barzilay llegó a Ibiza en 1974 y pronto convirtió la isla en su oasis particular. Primero compró una casa payesa en la zona de s´Alqueria de Sant Agustí, que posteriormente vendió para mudarse a la ciudad y comprar un apartamento con espectaculares vistas en Dalt Vila. Ya en los años 80 y durante los 90 inauguró varias exposiciones en la isla, sobre todo en la sala Sa Nostra y en la demarcación pitiusa del Colegio de Arquitectos, en la que relacionaba el desnudo femenino con la arquitectura tradicional ibicenca, como rememora uno de sus amigos, el arquitecto Salvador Roig.

«Era una gran persona y un gran artista», recuerda Roig, que destaca su enorme «vitalidad»: «Era un hombre de apariencia frágil, pero con una energía increíble, al que le gustaba disfrutar de todos los momentos de la vida. Tenía una mirada pícara y una ironía desarmante. Una persona muy joven en el más amplio sentido de la palabra, más que cualquiera de nosotros, y eso se transmitía a su obra»

Una apreciación en la que coincide el poeta Julio Herranz, amigo de Barzilay y su familia, a la que visitó en París hace unos años: «Era vitalista, entusiasta, comprometido con la belleza, sobre todo la femenina, que siempre volvía a Ibiza porque para un amante de la belleza como él la isla era un manantial inagotable»

«Era un comunista de los de la vieja escuela, pero que vivía como un burgués exquisito. Resistente contra todos los vientos y siempre dispuesto a discutir de política, con un gran sentido del humor y una pose de cascarrabias tierno», continúa Herranz.

En 1998, durante se exposición en el Colegio de Arquitectos, el fotógrafo glosaba su relación con el cuerpo femenino en una entrevista en Diario de Ibiza: «Los desnudos femeninos han sido siempre para mí una especie de placer, en mi carrera ya he experimentado con todo tipo de fotografías y esta última es la que me llena realmente», confesaba Barzilay.

«Mis amigas las mujeres»

Un año antes, en otra entrevista en este diario, había ido un poco más allá: «Mis mejores amigos son mujeres. No hay mujeres mejores o peores según su nacionalidad o procedencia. Me gustan las blancas, las negras, las asiáticas, las rubias y las morenas: todas. Solo al que no le gustan las mujeres dice que tiene preferencias en este sentido», afirmaba Barzilay, que se reconocía un «aprendiz»: «Todavía estoy aprendiendo cosas nuevas del cuerpo de la mujer y espero haber hecho algunos progresos en este tiempo».

Precisamente esa condición de eterno aprendiz es uno de los aspectos que Salvador Roig destaca sobre su personalidad: «Siempre fue adaptando su manera de vivir y su manera de trabajar a lo que tenía, pero sin renunciar a su mirada. Se fue adaptando cuando fueron apareciendo nuevas tecnologías en la fotografía, lo aprendió todo y no renunció a nada. Creo que eso es un ejemplo para todos».

Barzilay siguió haciendo fotos y exponiéndolas hasta que el cuerpo se lo permitió, aunque mantuvo la lucidez y el humor hasta el final, aseguran los que le conocieron. En 2009 el Institut Memoires de l´Édition Contemporaine de Francia (IMEC), editó el libro ´Photographies´, prologado por Albert Dichy, con buena parte de su obra, y organizó una muestra retrospectiva de su trabajo en la abadía de Ardenne, en Caen. Además de en el IMEC, a quien el fotógrafo cedió sus fondos, su obra figura en los catálogos de diferentes museos, sobre todo de Francia, y colecciones privadas, incluidas varias de fotografía erótica.

Frédéric Barzilay. Nacido el 17 de abril de 1917 en Salónica (Grecia), falleció el 30 de octubre en París.