Diez faros iluminan las noches a los navegantes en las Pitiusas y sus islotes, pero la automatización de las señales marítimas ha reducido el número de fareros y hoy sólo dos se ocupan de que el sistema siga funcionando, de que todas las linternas emitan su haz de luz al menos a diez millas náuticas de distancia.

Santi Ribas es uno de los dos técnicos en señales marítimas de Ibiza y Formentera. En realidad, recientemente han pasado a llamarse técnicos de sistemas de ayuda a la navegación, pero nadie se ha acostumbrado aún a tal denominación.

De pequeño vivió en el faro de la Mola y ya adolescente su familia se trasladó a es Botafoc, porque su padre era torrero, de los de antes, de los de una época no muy lejana en la que era necesario que los torreros vivieran con sus familias en los faros, cuando funcionaban con petróleo, los fareros los encendían y apagaban y había que vigilar constantemente que siguieran iluminando la noche. «Recuerdo que mi padre ideó un pequeño invento, con un palo y un espejo, para poder vigilar desde la cama que la linterna siguiera encendida», evoca Santi. Él, que siempre ha vivido en un faro, el último farero de verdad, ha visto la evolución y modernización de las señales marítimas desde los años 70; la automatización, el paso del petróleo al gas, la electricidad, el uso de la energía solar en los faros más alejados o situados en los islotes y el telecontrol, que permite espaciar las visitas a faros y balizas.

Los primeros dos faros que fueron automatizados, con equipos de gas con sistema Dalen, fueron el de s´Illa des Penjats (1929) y el de s'Illa des Porcs (1935). Sin embargo, más allá de estas dos excepciones, probablemente las dos plazas más aisladas de las islas, no fue hasta los años 60 (con Tagomago en el 63) y sobre todo en los años 70 cuando todos los faros de las islas fueron automatizándose y los funcionarios que allí vivían fueron abandonándolos. Cuando la electricidad llegó a la Mola, el faro ya se hizo automático. El de es Cap de Barbaria se inauguró como un faro de gas, al que había que cambiar la botella cada dos meses, y ya era automático, por lo que ya se construyó sin casa para los torreros, al igual que el faro des Moscarter, el de la torre más alta de Balears. El faro de sa Conillera quedó deshabitado en 1971, año en el que se modificó toda la instalación óptica, se reformó el torreón y se cambió hasta la linterna.

Nuevos sistemas

Finalmente, en el año 1992 desapareció oficialmente el Cuerpo de Torreros de Faros. Los técnicos en señales marítimas de hoy son sus herederos. Su trabajo, menos duro, ha perdido el aura romántica que confieren la soledad, las noches de tempestad y la ayuda en los naufragios, pero ellos, los técnicos, siguen siendo los encargados de que faros y balizas lleven a buen puerto a los navegantes. Aunque hay que añadir que los sistemas de localización vía satélite o GPS y los radares han hecho menos necesarias las luces de los faros para señalizar a los marinos su localización y la cercanía de la costa.

La última lámpara de petróleo de Balears fue la del faro de Cavalleria, en Menorca, que se retiró a mediados de los 80, y los sistemas de alumbrado alimentados con gas acetileno funcionaron hasta 1995, según datos del libro ´Historia de los faros de las islas Baleares´, de Javier Pérez de Arévalo, también técnico en sistemas de ayudas a la navegación de la Autoridad Portuaria de Balears. «Ayer, como aquel que dice».

Y hoy, cuando los faros funcionan todos por telecontrol y se encienden automáticamente al anochecer, ellos, los guardianes de la luz, Santi y Salvador Sanz Ruano, son suficientes (aunque cuentan con la ayuda de los empleados de mantenimiento de la Autoridad Portuaria) para garantizar que las señales pitiusas funcionen. Cuando aún había que cambiar las botellas de gas, más o menos cada dos meses, había más personal y se disponía de barca propia, pero el último patrón se jubiló hace un lustro. «Si no hay urgencias o averías, los controles, las visitas a los faros, son rutinarios y se llevan a cabo dos veces al año, como mínimo», explica Santi, que añade que el sistema es muy seguro, que «hay muy pocas averías y es muy fácil saber si las baterías están bajas o hay cualquier otro problema en alguna señal concreta». Santi y Salvador tienen bajo su responsabilidad una cuarentena de luces, todos los faros y también las balizas que pertenecen a la Autoridad Portuaria, pero lo cierto es que también controlan el correcto funcionamiento de «las señales ajenas», como las balizas de las entradas a los puertos deportivos.

Faros y balizas

No es lo mismo un faro que una baliza. Es una cuestión de potencia, del alcance de su luz; si es superior a diez millas náuticas, se trata de un faro, en caso contrario es una baliza. Algunas señales han sido balizas que han pasado a convertirse en faros con un cambio de alumbrado, como es el caso de la luz de es Vedrà o la de na Bleda Plana, y en ocasiones también ha variado el criterio de clasificación, que no siempre ha sido de diez millas náuticas. El faro de es Muro, por ejemplo, no es realidad un faro, sino una baliza de señalización de la entrada a puerto.