La noticia de la muerte de María de los Llanos Lozano Guevara (Madrid, 1926-Ibiza 2015) causó ayer consternación entre quienes la conocían. Todos, sin excepción, coincidían en que «era una mujer por la que todos sentían devoción», una frase que repitió cada persona entrevistada por este diario. Como María Luisa Cava de Llano, conmocionada por el deceso y que con la voz rota confesaba que había sido «un golpe muy duro» para ella. La ex Defensora del Pueblo y miembro del Consejo de Estado mantenía «una estrecha relación con ella, muy fuerte, muy consolidada durante muchos años». Se conocieron a mediados de los años 80, cuando Lozano militaba en el PSOE y Cava de Llano en el PP: «Era una persona cultísima, muy amiga de sus amigos, a la que gustaba cultivar la amistad. Fue una buena madre que tuvo que sufrir mucho por la pérdida de tres de sus hijos. Eso le causó unas heridas muy profundas en su corazón».

«Conocer a Llanos era quererla. No sé de nadie que no sintiera por ella devoción», indica Cava de Llano: «Había muchas cosas que nos unían, aun siendo de ideologías distintas. Ella creía en Dios, como yo. Ella decía tacos, yo también. Y ella era una persona muy tolerante». La ex Defensora del Pueblo presentó hace justo siete años, el 20 de agosto de 2008, el último libro de Llanos Lozano, ´Desde mis ojos V´, donde, como un vaticinio, comentó un denominador común que tenía con ella: «Ambas tenemos el mismo Dios, somo creyentes, aunque no seamos ni unas lamecirios ni unas meapilas. También hemos elegido Ibiza como el lugar en el que queremos vivir y morir».

El poeta y escritor Julio Herranz dijo sentir un «hondo dolor» por la desaparición «de una mujer ejemplar que como docente marcó a varias generaciones de la isla con su estilo tan particular y tan próximo de comunicar su sabiduría». A su juicio, que coincide con el de sus alumnos, la catedrática de Filosofía «hizo de esa asignatura algo vivo y algo con lo que realmente se podía cambiar a la gente».

Herranz destaca «su moderación dentro de su espíritu radical. Sabía conciliar a las dos eivissas, como si fueran las dos españas, porque se llevaba bien con todos, fueran de la derecha o de la izquierda. Y siempre sin renunciar a su sentido crítico». El poeta recuerda que «por desgracia, su vida personal estuvo marcada por golpes muy fuertes, como la pérdida de sus hijos. Intentaba superarlo a base de inteligencia, sabiduría y talante. Pero para una madre eso no es consuelo».

«Un poco cascarrabias»

De «carácter emprendedor, de mucha energía, de mucho sentido del humor, pero muy particular», Herranz advierte sobre ella que «era un poco cascarrabias. Cuando algo le encendía no se callaba. Incluso en la política. Fue concejala del PSOE, pero lo dejó pronto porque no soportaba las componendas, prefería seguir siendo crítica». También rememora un poema que Lozano escribió y que resume su carácter: «Es una especie de autorretrato que empezaba de la siguiente manera: ´Soy Palas Atenea/ y no soporto el modo subjuntivo´».

«En su época como catedrática de Filosofía del instituto Santa Maria, teníamos admiración y devoción por ella y por el catedrático de Latín, don Pascual García Molina, ya fallecido. Fueron dos personalidades que marcaron a los de mi generación», comenta Vicent Marí Tur, Botja, a quien Llanos dedicó un capítulo de ´Desde mis ojos IV´. «Era amena a la hora de enseñar. Yo, que era un estudiante desastroso, iba a sus clases con mucho gusto». Fue ella, ya jubilada y «como persona de confianza», la que repasó sus primeros escritos: «Nadie podrá hablar mal de ella», asegura.

Del 0 al 10

Uno de sus alumnos, que prefiere mantener el anonimato, cuenta una anécdota sobre Lozano que refleja «uno de sus principales rasgos, su profunda humanidad», asegura: «En un curso de bachillerato, en una asignatura, no recuerdo cuál, tuve un 0. Así no podía pasar al curso siguiente. Ella, entonces jefa de estudios, le puso un palito delante... y todo solucionado. De un O pasé a un 10!!!!!!».

Carles Fabregat, que diseñó la portada de ´Desde mis ojos II´ y que mantuvo una intensa relación con ella, destaca que «fue profesora de la mitad de la isla. Llegó en 1965 a la isla, en unos años oscuros. Para la juventud ibicenca a la que dio clase supuso un estallido de luz al contar las cosas de otra manera. Les hizo ver que un profesor no era solamente un busto parlante que enseñaba la lección, sino que daba lecciones de vida. Cambió incluso el modo de estar en clase, al sentarse en la mesa en vez de estar detrás de ella».

«Magnética, carismática»

Tenía «una personalidad fuerte, magnética, muy carismática. Había una frase que se repetía mucho sobre ella: ´Cómo me gustaría conocer a esta mujer, que hubiera sido mi madre o mi abuela´», comenta Fabregat, que la conoció cuando entró a colaborar en La Voz de Ibiza, el suplemento dominical de Diario de Ibiza, donde ella escribía su columna.

«Es una gran pérdida, afirma Beatriz Torreblanca, presidenta de Dones Progressistes: «Fue uno de nuestros primeros Premis 8 de Març a la mujer trabajadora. Representaba lo que queríamos destacar con ese premio, que valora la trayectoria de una mujer que por su experiencia profesional o vital podía servir como referente y ejemplo». En ese sentido, «era catedrática, algo que era poco habitual para una mujer en su época. Además tenía una faceta artística, por su dedicación a la poesía y la escritura. Era una mujer que decía lo que pensaba: era librepensadora».

«Mi mejor amigo, mi enemigo»

«Todos los recuerdos que tengo de mi relación con ella son agradables, cordiales, de amistad y de casi mutua admiración», apunta el empresario y exministro de Asuntos Exteriores Abel Matutes. En el año 2007, Lozano dijo de él que la llamaba cada vez que le concedían un premio: «Mis mejores amigos son mis enemigos políticos». «Desde la discrepancia política, eso nunca enturbió para nada nuestra buena amistad», confiesa Matutes: «Era muy buena conversadora. Hablábamos mucho de literatura, de clásicos rusos. Siempre me decía cómo yo, con los líos que tenía, podía leer a Huxley o a Mijaíl Shólojov».

José Manuel Bar, exdirector insular de la Administración del Estado, también tuvo largas conversaciones con ella: «Horas de charlas juntos, de todo tipo de temas: literatura, cine, filosofía... Menos de política». De ella destaca «su ingenio y desparpajo. Era muy viva intelectualmente y rápida de pensamiento». La conoció «muy especialmente desde el ámbito educativo», como inspector de Educación: «Fue un ejemplo de talla intelectual y de talla docente. Era grande en ambas cosas. Como maestra fue inolvidable para varias generaciones de ibicencos. Todo el mundo la recuerda con devoción. Con ella los ibicencos aprendieron a amar la Filosofía».

Un fuerte abrazo de despedida

Como Joana Piña: «Cuando llegué como alumna al instituto Santa Maria, recuerdo cómo hacía querer y amar una asignatura realmente difícil, porque la Filosofía no es muy aceptada en general. Tenía esa capacidad de explicar, de contar anécdotas, de hacer comparaciones con la vida real o con la historia o con la literatura. Era increíble». Como persona era «humana, altruista, muy cooperadora, una gran mujer de arriba abajo, una gran persona que te ayudaba siempre que podía. Siempre sabía cómo, cuándo y qué decirte». La última vez que la vio fue hace cuatro meses: «Estaba ingresada en Can Misses. Me dio un abrazo tan fuerte que me dio la impresión de que se despedía de mí».