Ni los almendros de Corona ni los pinos que dan nombre a las Pitiusas ni las higueras centenarias... Si hay un árbol representativo de los campos y de los cultivos ibicencos, ese es el algarrobo, del que en la isla existen hasta diez variedades, muchas de ellas propias de la isla. El interés por recolectar su fruto ha ido aumentando a lo largo de los últimos años, al tiempo que productores y cooperativas se las han ido ingeniando para sacarle partido, diversificar sus posibilidades gastronómicas y dar a conocer sus propiedades. Sin embargo, la producción de la isla podría estar en riesgo a causa de un pequeño hongo muy específico (que solo ataca a los algarrobos) que, aunque no es usual que llegue a matar los árboles, provoca importantes defoliaciones, los debilita y reduce la producción de sus frutos. En la finca del ingeniero agrónomo Jordi Serra, situada en Sant Jordi y que cuenta con un centenar de algarrobos, la producción se ha reducido hasta un 20 por ciento a consecuencia de esta fitopatología. Serra, que en condiciones normales consigue una producción de tres o cuatro toneladas (tres o cuatro sacos por árbol) y que advierte del peligro de una epidemia fitosanitaria, ha detectado que la incidencia es mayor en zonas concretas; las áreas afectadas más extensas se encuentran en Sant Joan y Sant Llorenç. «Posiblemente el hongo encuentra en esos lugares las mejores condiciones ambientales», apunta.

En la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, que desde hace al menos cinco años tiene la algarroba entre sus productos más promocionados y que consiguió, en 2012, la calificación de marca propia para este fruto, también reconocen que los productores que se la venden les han comunicado el problema y su preocupación por la viabilidad de sus cultivos. Los técnicos del departamento de Agricultura del Consell Insular, sin embargo, afirman no tener datos que les permitan determinar que tal enfermedad, «que se sabe que existe desde hace muchos años pero que no es de declaración obligatoria», haya aumentado de forma que deba tenerse en consideración. Nadie se lo ha comunicado ni ha pedido inspecciones ni controles, afirman, aunque Jordi Serra asegura que la primera vez que lo hizo fue en 2013. Además, aseguran, el del algarrobo es un cultivo muy abandonado, que deja muy poco margen de beneficio y, probablemente, el tratamiento que tendría que usarse para detener la epidemia no compensaría a los productores. A ello, Jordi Cardona recuerda que el algarrobo, además de contar con cultivadores en Ibiza y Formentera y ser la algarroba un producto con marca propia, es parte esencial del paisaje isleño.

El patógeno en cuestión es el hongo Pseudocercospora ceratoniae y la enfermedad vegetal que causa es la cercosporiosis. El nombre de la especie ya indica que es un hongo totalmente específico del algarrobo (Ceratonia) y es muy sencillo identificarlo sobre las verdes hojas de los árboles, ya que aparece como una mancha marrón con un halo amarillento muy característico que se va perdiendo al ensancharse y ennegrecerse las manchas oscuras.

El ingeniero agrónomo Joan Tous, uno de los más reconocidos expertos en algarrobos del país y coordinador técnico de Empresas Innovadoras de la Garrofa (EIG), explica que la incidencia de esta enfermedad «está muy ligada a las condiciones climáticas y hay que tener en cuenta que unas variedades son más sensibles que otras. Este año, las condiciones de humedad y pluviometría en el litoral de Tarragona, por ejemplo, son distintas a las del año pasado, por lo que los árboles están brotando bien y de momento no hay incidencia de esta enfermedad. La zonas donde son frecuentes las humedades o las plantaciones más intensivas son más susceptibles a la cercospora».

Altas temperaturas

Respecto a las condiciones ambientales, aunque los expertos señalan que falta información sobre los factores que favorecen el desarrollo del hongo, se considera que su actividad aumenta con altas temperaturas y con la humedad, por lo que la sequía podría explicar, en cierta medida, la extensión de la enfermedad. Jordi Serra señala varios factores posibles, además de la intensa sequía: el abandono de la actividad agraria (las esporas se producen en la hojarasca en descomposición que no es retirada), la posibilidad de una cepa más virulenta del patógeno y el calentamiento global. En cualquier caso, destaca, si no se analiza y estudia el problema, no puede llegarse a ninguna conclusión. Tampoco se pueden establecer medidas de control.

El ingeniero agrónomo Jordi Serra inspecciona las hojas de un algarrobo.

Por lo que se refiere a las variedades de algarrobos existentes y su diferente sensibilidad ante la cercosporiosis, Joan Tous explica que las variedades Duraió (originaria de Mallorca) y Rojal (originaria de Tarragona) se encuentran, por su experiencia, entre las variedades más sensibles. La segunda de ellas es, de hecho, una de las existentes en Ibiza que se están viendo afectadas por la extensión de la enfermedad. Jordi Serra cita también el cultivo en las Pitiüses de Uraiona, Panesca (la variedad principal y conocida como Rodona en Sant Jordi), España (o Matalafam), Boval y Fina. Las algarrobas de la variedad España, por ejemplo, empiezan a recogerse el 10 de agosto, mientras que para otras especies se espera ya a partir del 20 de agosto. Hay productores, sin embargo, que para ahorrarse algunos costes, esperan a los meses de septiembre y octubre y recogen las algarrobas cuando ya están en el suelo. Con tal técnica, sin embargo, se arriesgan a que llueva, los frutos se reblandezcan y pierdan su valor.

En relación al control de la cercosporiosis, hay muy pocos estudios, «pero en Tarragona se ha experimentado algún fungicida sistémico con aparentes buenos resultados», señala Joan Tous. Actualmente, no existe ningún fungicida autorizado para los cultivos de algarrobo. Tampoco está claro cuáles serían los más efectivos, aunque se ha descubierto que en explotaciones de viñedos y olivos en los que se usan tratamientos con cobre también se ven beneficiados los algarrobos cercanos. Pero como no hay tratamientos con cobre específicos para algarrobos no hay tampoco indicaciones oficiales sobre las dosis que deberían emplearse para que las algarrobas fueran aptas posteriormente para el consumo humano.